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Selfis de la ignorancia

Conviene decirlo deprisa: hay que dejar el selfi para las discotecas

Ahí lo tenés al...": se quiso sacar una selfie y destruyó una pintura del siglo XVIII | Perfil

          Se quiso sacar una selfie y destruyó una pintura del siglo XVIII | REPERFILAR

 

En la Galería de los Uffizi, en la sagrada Florencia, ha dañado una pieza de exposición un turista, que hizo el aspaviento inconveniente para un selfi, y al caerse así, de tonto traspiés, rasgó la tela. Estos episodios en museos de vitola empiezan a hacerse costumbre, en Italia, y en otros sitios, con lo que no extraña que el director de esa sala histórica haya dicho lo que debieran decir todos los directores a coro: hay que frenar el turismo de selfi. Ya vemos que hay gentío que va a un museo como el que va a Disneyworld, a hacerse la foto con Mickey Mouse, o con un Van Gogh.

No se trata, ya, de acudir al goce de la contemplación, que es la oferta mayor de todo sitio museal, sino de hacerse la fotito de postal para el menú de móvil, ahí donde los particulares llevan un retrato de la lubina del restaurante de anoche, y otra del cumpleaños en sábado del cuñado. El turismo deja un dinero, ahí donde cunde, pero el turismo puede ser un maligno invento, cuando va ebrio de burricies, como vemos en no pocos pueblos plácidos de nuestra costa, y también en los templos de Italia más monumental, que es como decir del arte del mundo entero.

El turista no es un viajero, por lo general, y va montando por ahí una despedida de soltero, él solito, o bien con el auxilio de alguna novia transeúnte que ayuda al selfi, o se asoma al encuadre del mismo. Si durante la algarabía vas y te cargas el lienzo del fondo, pues qué más da, si ya el selfi ha quedado resultón, y encima admite filtros. Porque el selfi va por delante de la Galería de los Uffizi. A estas alturas de tanta tontuna desaprensiva, y también a estas alturas casi acuciantes de este artículo, conviene decirlo deprisa: hay que dejar el selfi para las discotecas. Y acaso ni eso, porque ya todos somos figuración de los selfis de la vida de los otros, que a algunos nos importa entre poco y poquísimo. A Van Gogh, a Miguel Angel, a Leonardo, a Goya, les están incluyendo en los selfis cuatro peatones que tienen por un lienzo el mismo respeto que por una tarta de cumpleaños. O sea, ninguno. Todo sirve para la hemeroteca del Instagram de la ignorancia.

 

 

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