¿Sentadas o disturbios? Sigue el debate de Malcolm X y Martin Luther King
Décadas después de la desaparición de estos activistas históricos, continúa la oposición entre sus dos acercamientos a la reivindicación de los afroamericanos
Manifestaciones pacíficas de día, violentos disturbios de noche. En las protestas contra la brutalidad policial en EE.UU. tras la muerte de George Floyd se ha visto una división que ha estado presente durante décadas en el movimiento por los derechos civiles de los negros: la desobediencia pacífica frente a la autodefensa con las armas, el “solo el amor acaba con el odio” frente al “por todos los medios necesarios”, Martin Luther King Jr. frente a Malcolm X.
Los dos grandes mártires de la lucha negra tenían un objetivo común, pero sus estrategias eran radicalmente diferentes y no tuvieron pegas en atacarse públicamente. Malcolm X se burlaba de las sentadas y cánticos de Luther King y consideraba que su estrategia de “no violencia” era fomentar la “indefensión” frente a los blancos. Escribió que “es un crimen enseñar a un hombre a no defenderse cuando es la víctima constante de brutales ataques”, y defendió que había que ser “no violentos con los no violentos”.
Martin Luther King citaba el Evangelio para decir “guarda tu espada, porque los que a hierro matan a hierro mueren”, pero su estrategia no violenta iba mucho más allá de lo religioso. Mostrando el horror de la segregación y la brutal represión de las autoridades sureñas, King quería despertar las conciencias de los blancos del norte y lograr su apoyo político para hacer las reformas necesarias.
Sabía que, en un enfrentamiento abierto entre razas, los suyos tenían las de perder, y por eso denunciaba a Malcolm por “la demagogia de llamar a los negros de los guetos a armarse y a prepararse para actuar con violencia, como él hace, que solo puede traer desgracias”.
Vidas paralelas, pero distintas
Malcolm X y Luther King eran más o menos de la misma edad, pero crecieron en circunstancias muy diferentes. King era hijo y nieto de pastores baptistas y tuvo una infancia feliz y acomodada. Aunque estudió en una escuela pública segregada de Atlanta, fue a la misma universidad que su padre y su abuelo y después viajó al norte a hacer el doctorado en la Universidad de Boston. En aquellos años, menos del 3% de los negros tenían un diploma universitario.
Malcolm X también era hijo de un pastor baptista muy activo políticamente, pero su vida cambió radicalmente a los seis años cuando su padre murió en extrañas circunstancias. Earl Little había tenido enfrentamientos con el Ku Klux Klan, y Malcolm siempre creyó que fue asesinado por supremacistas blancos.
La familia quedó en la pobreza y su madre fue ingresada en un manicomio cuando él tenía unos catorce años. Aunque había sido un estudiante brillante, abandonó la escuela y vivió en diferentes ciudades del país dedicándose a la delincuencia hasta que fue encarcelado por un atraco.
Mientras Martin Luther King organizaba desde su iglesia baptista su primera gran protesta, el boicot a los autobuses segregados de Montgomery, Malcolm había descubierto la fe en prisión. Se hizo musulmán y se integró en la organización nacionalista negra Nación del Islam (NOI), pasando de ser Malcolm Little a Malcolm X.
Este era un cambio normal en los miembros de la NOI, que decían que, ya que los afroamericanos habían recibido el apellido de sus amos blancos, debía renunciar a su “nombre de esclavo”.
Malcolm se convirtió rápidamente en el portavoz más efectivo de la Nación del Islam y de su líder, el profeta Elijah Muhammad. Gracias a su labor de propaganda, la organización creció hasta el medio millón de miembros y se hizo muy fuerte en algunas grandes ciudades.
La NOI tenía su propio grupo paramilitar, y sus enseñanzas tenían muy poco que ver con la “resistencia pacífica” de Luther King. Por ejemplo, la maldad inherente de la raza blanca y la superioridad natural de los negros.
Dos enemigos de las autoridades
Tanto King como Malcolm sufrieron la persecución de las autoridades, pero tenían una relación diferente con el poder. Aunque el FBI le espiaba y le consideraba un peligroso comunista, Luther King tenía una indudable influencia política más allá de la comunidad afroamericana. Los presidentes se reunían con él, buscaban su consejo. Cuando Lyndon Johnson firmó la ley que acababa con la discriminación electoral de los negros del sur, le entregó el bolígrafo a King, que estaba a su lado.
Malcolm X estaba menos interesado en la integración legal que en crear conciencia dentro de la propia comunidad negra. Sus discursos en los guetos de las grandes ciudades levantaban pasiones y, aunque intentó muchas veces tender puentes con King, no podía dejar de criticar públicamente sus métodos.
Cuando este dio su famoso discurso “Tengo un sueño” durante la célebre Marcha sobre Washington, Malcolm estaba entre la multitud, pero llamó a aquel día la “Farsa sobre Washington”. La describió como un “circo” y se preguntó “dónde se ha visto a furiosos revolucionarios cantando […] hombro con hombro con la misma gente contra la que se supone que se están rebelando”.
No hay mejor ejemplo de sus diferentes actitudes hacia el poder que sus reacciones al asesinato del presidente John F. Kennedy. King, que había tenido grandes enfrentamientos con el fallecido y con su hermano Robert, se declaró “impactado y pesaroso” por el “trágico asesinato” de “un gran presidente” cuya muerte “es una gran pérdida para América y para el mundo”. Malcolm X, por el contrario, usó un equivalente al dicho español de “a cada cerdo le llega su San Martín” y se declaró “encantado”.
Más cercanos en el final
Tanto Martin Luther King como Malcolm X no tardarían en seguir el mismo camino que Kennedy. Su comentario sobre el presidente muerto le valió la suspensión como ministro de la Nación del Islam e inició un enfrentamiento que más tarde provocó su expulsión y después su asesinato a manos de miembros de la organización. King le sobrevivió apenas tres años.
A pesar de sus abundantes cruces de declaraciones, solo se vieron en persona una vez en la vida. Malcolm ya había dejado la Nación del Islam y había moderado sus ataques, especialmente a otros líderes negros. Se encontraron en los pasillos del Senado, se saludaron e intercambiaron unas breves palabras.
De haber vivido más, dicen los expertos, tal vez se hubieran acercado de verdad. Mientras Malcolm X relajaba algunas de sus posiciones (“La ira puede cegarte. América puede ser el primer país que haga una revolución sin sangre”), Martin Luther King “se radicalizaba”, según los poderosos, al ampliar sus miras más allá de los derechos civiles y atacar la pobreza sistémica y la guerra de Vietnam.
En cierto modo, sus dos visiones parecían complementarse en algunos aspectos. Unas semanas antes de morir, Malcolm viajó a Alabama y visitó a la esposa de Luther King, que estaba en prisión. Le dijo que quería colaborar más con el movimiento de no violencia, pero añadió que creía que a largo plazo ayudaría más a su marido atacándole públicamente que si hablaba bien de él. “Si los blancos se dan cuenta de cuál es la alternativa, quizá estén más dispuestos a escuchar al doctor King”.