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Ser musulmana y feminista en Cuba: estereotipos y desafíos

Si alguien te dice que se ha convertido al islam, quizás no puedas evitar ni disimular una mirada de escepticismo y hasta de miedo. Es difícil escuchar las palabras islam o musulmán, sin pensar casi inmediatamente en Al Qaeda y los atentados contra las Torres Gemelas en 2001 y contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo en 2015.

Pero si quien se ha convertido es una mujer, es muy probable que brinques en el asiento y pierdas compostura. “¿Hija, y a ti qué te dio?, ¿con tantas religiones que hay y a ti se te ocurre meterte en una en la que las mujeres están sometidas a los hombres y se les puede golpear y hasta meter presas por no usar un velo?”. Y así, procederás al intento de rescatar a la ignorante, la infeliz, que se ha dejado meter en esa historia.

Sin embargo, también está la opción de intentar poner a un lado todos los prejuicios e ideas preconcebidas, para sentarnos a conversar con estas mujeres que, en un país como Cuba, donde la mayoría elige una religión cristiana o una africana, se inclinan hacia el islam (o comunicarse con ellas a través de las redes sociales, como he tenido que hacer yo), e intentar satisfacer nuestra curiosidad.

Confieso que al leer en el perfil de Beatriz Batista que era musulmana, me asustó que una persona tan joven pudiera practicar una religión que en mi mente está asociada al fundamentalismo y la opresión de las mujeres. Más aún me asustó la imagen de Maryam Camejo, que mira a la cámara sonriente con su hiyab, y en cuyo perfil de Facebook puede leerse la frase de Oscar Wilde: “Sé tú mismo, los demás puestos ya están ocupados”.  Me dije: “¿cómo puede ser ella misma, cuando practica el islam que tan poco tiene que ver con nuestra cultura, se ha puesto un hiyab y encima, sospecho, se ha cambiado el nombre?”.

Por otro lado, la frase de Oscar Wilde en su perfil me parecía una contradicción, porque Wilde era un hombre homosexual, que incluso fue condenado a prisión, y, hasta donde sé, los musulmanes odian y hasta matan a los homosexuales. ¿Será que esta mujer, graduada de periodismo, ignora que Wilde era homosexual?

Aunque había entrevistado a Beatriz sobre su labor como protectora de animales y sus expectativas respecto al anuncio gubernamental de una nueva política de bienestar animal, sospechaba que no me concedería una entrevista sobre su conversión al islam. Su respuesta afirmativa fue la primera sorpresa de esta experiencia.

Maryam Camejo también aceptó, así es que, pese al fundamentalismo que no podía evitar atribuirle, aproveché la oportunidad de indagar sobre las razones de estas dos mujeres para practicar una fe que provoca el miedo y el rechazo de tantas personas en el mundo y somete a las mujeres a la voluntad de los hombres. Hablamos de dos mujeres inteligentes: Beatriz estudia Comunicación Social en la Universidad de La Habana y defenderá su tesis en septiembre. Maryam Camejo, además de ser periodista y dirigir el medio independiente Con/texto Magazine, tiene suficientes conocimientos de inglés para traducir textos islámicos y ser la representante en Cuba de la organización británica Islamic Education and Research Academy. Además, posee un primer nivel de idioma árabe. La inteligencia no parece ser compatible con la elección de religión que han hecho estas dos mujeres.

 

Si el islam obligara a las personas a cambiar de cultura no habría podido extenderse de la manera en que lo hizo

Ambas llegaron al islam aproximadamente a la misma edad, cuando tenían entre 20 y 21 años. En una entrevista que ofreció recientemente a Diario de Cuba, Beatriz cuenta que era completamente atea y estaba “muy cerrada a cualquier vínculo con algo religioso o espiritual”.

A los 21 años, conoció a un árabe musulmán que le mostró videos y le habló sobre su religión, en la que ella comenzó a interesarse “a modo de cultura general”. Eso cambió cuando leyó el Corán, específicamente la Sura, o capítulo, dos.

“Fui a la mezquita de La Habana y el Imán me regaló un Corán. Comencé a leerlo y hay una parte en la Sura 2, en la Aleya 30, que viene siendo como versículo, que dice lo siguiente: ‘Voy a establecer en la tierra las generaciones de hombres que se sucederán. Estos dijeron: ¿vas a poner en ella a quienes corrompan y derramen sangre, mientras que nosotros te glorificamos con alabanzas y te santificamos? Respondió Alá: Yo sé lo que ustedes ignoran’. Cuando leí esa Aleya tuve un vínculo muy fuerte, no sé explicarte. Simplemente, fue leyendo el Corán que decidí ser musulmana. Incluso antes de convertirme al islam, yo iba a la mezquita y la visitaba como una creyente más, antes de dar la Shahada, o sea el juramento ante testigos de que hay un único Dios y que el profeta Muhammad es su mensajero”.

A diferencia de ella, Maryam siempre creyó en la existencia de Dios, pero no practicaba ninguna religión. “Solo creía como cree mucha gente en Cuba, que creen en algo, pero no en algo organizado”, explica.

Quizás, pudo haber escogido otra fe, pero cuenta que tuvo un sueño relacionado con el islam, una religión con la que ella no tenía ningún vínculo hasta el momento. “Fue una experiencia espiritual muy fuerte. Ahí, me convertí al islam, sin conocer mucho. Solamente conocía a una persona que era musulmana”.

¿Pero basta un sueño para practicar una religión que, como confiesa, no conocía mucho en el momento de convertirse y la información disponible para los musulmanes en Cuba era poca? “Todos tenían las mismas carpetas, con las mismas conferencias, con los mismos pdf, y era lo que todo el mundo leía”. Ella solo tenía la internet de la facultad.

Empezó a estudiar y con el paso del tiempo, fueron apareciendo libros y más información, que han reforzado su decisión.

“Siento que es una religión muy orgánica, sin contradicciones, con mucho sentido y con mucho sentido común. Es una religión que no va contra la ciencia, por el contrario, invita y llama mucho al conocimiento en sentido general, estamos hablando del conocimiento del mundo”.

Desde la conversión de Maryam han transcurrido ocho años. Tiene ahora veintiocho. Beatriz tiene veintitrés y en septiembre hará dos años que es una mujer musulmana.

Beatriz y Maryam no solo difieren en cuanto a edad y al camino que las llevó al Islam; Beatriz no ha cambiado su nombre de nacimiento, mientras que Maryam, a quien sus padres llamaron Mariana al nacer, adoptó un nombre Islámico.

“Al convertirse al islam, muchas mujeres adoptan un nombre árabe. Una cosa es la fe, la religión y otra cosa es la cultura, en este caso la cultura árabe”, explica Beatriz.

Maryam, para mi sorpresa, ratifica esta afirmación y de hecho le resulta interesante que yo le pregunte si esta fe obliga a cambiar de nombre y de cultura. “Es un falso mito acerca del islam, fuera de la comunidad islámica y para muchos sectores dentro de la comunidad”.

“Cuando entré al islam, tuve primero como un conflicto, porque sentí ‘esto está cambiando mi identidad’. Sucede que me convertí, como te dije, en un momento en que la situación era muy diferente a la actual y no encontré personas que me ayudaran a hablar sobre esto. Hoy te digo que estoy convencida de que el islam no es un cambio de cultura ni le pide absolutamente a nadie que cambie su cultura. De hecho, si el islam obligara a las personas a cambiar de cultura no habría podido extenderse de la manera en que lo hizo. Hay chinos musulmanes, hay coreanos musulmanes, hay norteamericanos musulmanes, hay argentinos musulmanes. El islam solo te llama a creer en un Dios único, sin asociarlo a nada, y a creer en todos los profetas, incluido el profeta Muhammad. Fuera de ahí, el hecho de que te pongas un velo o no, reces, ayunes, nada de eso cambia la cultura ni tiene por qué despojarte de quién tú eres ni de tu idiosincrasia”.

“Cambiar el nombre es algo que se acostumbra religiosamente, pero no es obligatorio. El islam tiene el concepto de que el nombre habla mucho de ti y que, ya sea para ti cuando te conviertes o para tu hijo, trates de escoger un nombre que tenga características que quieras en tu personalidad. Yo nací como Mariana, porque es el nombre que me dieron mis padres y es un nombre que amo, porque mis padres me dijeron siempre que es un nombre de mujeres fuertes. Maryam, que se parece muchísimo a Mariana, es el nombre de la madre de Jesús islámicamente. Fue una mujer súper religiosa, pero también una mujer muy fuerte, porque fue capaz de tener un hijo sola, fue una mujer cuestionada porque salió embarazada y estaba sola. En el Corán se habla de eso, fue cuestionada en su moralidad, y hay un pasaje que habla de que tuvo su parto sola y fue tan doloroso que ella habría preferido no existir a pasar ese dolor. Para mí es un modelo de mujer muy fuerte y muy fuerte también en su conexión con Dios. Para mí eso tiene mucho valor, no tiene nada que ver con un cambio cultural”.

Maryam cuenta que las personas la llaman indistintamente Maryam o Mariana, y ella siente que es ambas. Ama el hecho de ser cubana tanto como ama el hecho de ser musulmana y cada vez que conoce a una cubana convertida al islam le recuerda: “Tú eres cubana”.

 

El islam coloca a la mujer en el mismo lugar que el hombre

Algo que también tienen en común estas dos cubanas musulmanas es que son feministas. Beatriz lo era incluso antes de ser musulmana.

“Me consideraba feminista, pero después de convertirme al islam y de enfrentar una serie de prejuicios en torno a mi religión, empecé a estudiar más lo que es el feminismo y lo que es el feminismo islámico. De hecho, mi tesis de licenciatura, que voy a defender el próximo septiembre, si Dios quiere, es sobre la imagen pública de la mujer cubana conversa al islam y abordo en algunos capítulos el tema del feminismo islámico y qué significa para las musulmanas cubanas el feminismo, claro, visto desde la concepción de ellas como musulmanas, pero también impregnado todo este matiz latino que es parte de nuestra identidad”.

Al contrario de Beatriz, Maryam no era feminista antes de convertirse al islam. La pregunta sobre la llegada del feminismo a su vida la hace mirar atrás en el tiempo y reflexionar en el hecho de que durante sus cinco años de estudio en la carrera de periodismo no recuerda haber escuchado “en ningún momento, en una clase, la palabra ‘feminismo’. Nunca en ninguna clase escuché esa palabra”.

¿Pero es posible ser musulmana y feminista a la vez? ¿Más aún, se puede ser musulmana, feminista y llevar un velo que para muchas feministas es un símbolo de opresión machista?

Maryam, que como muchas personas considera que “una se hace feminista por su propia historia”, se hizo feminista transitando por diferentes etapas de su vida que estuvieron relacionadas con el islam.

“El islam pone a la mujer en el mismo lugar que el hombre, declara que los hombres y las mujeres son iguales. Tiene una serie de reivindicaciones que son innegables. Entonces, es increíble que a pesar de todas esas reivindicaciones tienes una matriz de pensamiento metida dentro de la comunidad islámica mundial, que habla claramente contra la independencia de la mujer. Que dice todo el tiempo que la mujer tiene muchos derechos, pero luego tienen un discurso contra eso totalmente. Me empezaron a chocar mucho todos esos criterios y todas esas prácticas, y empecé a cuestionar cómo es posible que el islam diga esto, pero luego tú me intentas validar otra cosa. Es una matriz de pensamiento muy mediática y tiene mucho espacio en los países de Medio Oriente”.

Maryam entiende que eso ha pasado por un proceso histórico en Medio Oriente, que ha mezclado cultura con religión, al decir de muchas personas. Pero a ella no le gusta llamar al patriarcado “cultura”.

“El patriarcado ha marcado interpretaciones de la religión, cómo se ha visto, cómo se pone en práctica. Por ejemplo, en muchas comunidades se habla muy bien de la mujer y a la hora de celebrar un matrimonio todo el mundo está disponible, porque todos quieren estar en la ceremonia y comer cake. Pero en el momento en que esta mujer es violentada, necesita ayuda o decide divorciarse, la disposición de las autoridades de las comunidades no es igual. Esto pasa en toda América Latina, en Estados Unidos y en comunidades europeas. Me di cuenta de que la única manera de combatir estas prácticas era desde una concepción feminista, no solamente del islam. Estamos hablando de todo. El feminismo dice que cuando todas las mujeres aprenden a estar juntas, porque juntas somos mejores, sí son capaces de luchar contra las dinámicas del patriarcado y de tumbarlas. Yo fui llegando a esto poco y a poco y fue un descubrimiento personal y gradual. Hoy estoy orgullosa de que esa haya sido mi transición, porque ha marcado mucho la forma en que analizo las cosas y las evalúo hoy”.

Beatriz reconoce que decir feminismo islámico, genera una serie de cuestionamientos que incluso parten de las mismas feministas seculares. “Yo no quisiera llamarlo así, aunque se dice que hay muchos feminismos. No quisiera separarlos, pero tengo que hacerlo para poder expresarme. Las feministas seculares consideran que todas las religiones son patriarcales y que por supuesto van en contra de la emancipación de la mujer y particularmente el islam”.

Maryam por su parte sí considera que el feminismo no es uno solo y afirma que “definitivamente hay feminismos” y considera que las mujeres musulmanas tienen reclamos particulares.

“Hay un feminismo blanco eurocéntrico que le dice a todo el mundo cómo tiene que vestir o cómo no tiene que vestir, y dentro de ese marco la mujer musulmana que use el velo, por más empoderada que esté, nunca entra dentro de los cánones del feminismo y ni siquiera tiene derecho a llamarse feminista. Y es muy fuerte, porque ¿cómo es posible que mujeres que son feministas sean capaces de callar los reclamos de otras mujeres? Dónde está el concepto de diversidad. Yo, ya sea que uso un hiyab y crea en Dios, ¿por qué no puedo ser feminista? ¿Por qué tú, como mujer feminista me despojas de ese derecho y me callas? ¿Dónde está el concepto de sororidad ahí? Que a veces muchas mujeres musulmanas tienen inculcadas dinámicas de pensamiento que son del patriarcado, puede ser. Incluso pueden existir interpretaciones que están filtradas por ese patriarcado que nos ha marcado históricamente, pero el proceso de desaprendizaje tiene que ser gradual y no creo que por eso alguien tenga derecho a decir que no tienes derecho a ser feminista”.

“Además de esto, el feminismo islámico está diciendo que todas estas dinámicas del patriarcado dentro de las comunidades tienen que terminar; todas las lecturas que se hacen del islam y del Corán poniendo a la mujer en un segundo plano están totalmente erradas”.

 

Cuando dentro de la comunidad islámica se ejerce violencia, se ejerce con una base religiosa

Como feminista musulmana, ve que muchas veces las mujeres convertidas al islam están expuestas a dos tipos de discriminación que “caminan en paralelo”. Por una parte, en la sociedad abunda la incomprensión y la islamofobia, que Maryam percibe también en Cuba, donde las personas, al identificar a una mujer como musulmana, la tachan de ignorante o loca. A algunas no las quieren en un aula o un centro de trabajo con velo. A ella en particular, chóferes de taxis no han querido llevarla por tener velo.

Maryam no cree que los niveles de islamofobia en Cuba alcancen los de Europa y considera que, aunque quedan reminiscencias de la época en que las religiones eran mal vistas, se ha avanzado mucho en la inclusión de la religión y del islam, “y la prueba es que hoy hay mujeres en todas las provincias de Cuba que van a trabajar con el hiyab, o sea, con el velo”. Sin embargo, aún ocurren incidentes como el que cuenta le ocurrió durante la cuarentena a una joven musulmana en una tienda de La Habana.

“Se burlaron públicamente de ella y le dijeron que no podía usar el velo, lo cual es claramente islamofobia de género. Al final, todo se resolvió, porque obviamente, cómo tú sostienes la discriminación religiosa con lo que dice la Constitución. Obviamente, quien te discrimine por tu religión te está violentando y está violando artículos constitucionales”.

“Por otro lado, la mujer musulmana también está expuesta a la violencia dentro de las comunidades, por parte de quienes practican esta matriz de pensamiento que es más extremista y dogmática, de que sabes, si no te vistes de negro completa o si no te pones el velo lo más exactamente según los códigos de ellos, pues no eres lo suficientemente buena musulmana”.

Frente a estos dos escenarios de violencia que enfrenta una mujer musulmana, Maryam reclama, como musulmana y feminista, el derecho a vivir su espiritualidad como entienda, siempre que no viole los espacios ni la libertad de las otras personas, sobre la base “del respeto, la convivencia y la diversidad”. Ojo, Maryam no cree en la tolerancia. No quiere que la toleren ni tener que tolerar a nadie. Cree en la convivencia y la posibilidad de colaborar, pese a las diferencias.

Me dice que los problemas que mencionan todas las musulmanas feministas en el mundo son los mismos y que para eliminarlos es necesario despojarse de las prácticas machistas que están “arraigadas y naturalizadas” dentro de la comunidad musulmana a nivel mundial.

Como mujer que ha ayudado a mujeres musulmanas víctimas de violencia, ve la necesidad de que dentro de las comunidades islámicas existan protocolos para ayudar a mujeres violentadas y para impedir que los hombres abusadores y violentadores tengan acceso a ellas dentro de sus casas o de la mezquita.

“Yo he ayudado a mujeres violentadas dentro de la comunidad islámica. Las he apoyado, las he acompañado y he luchado con ellas en los procesos de obtener el divorcio o a defenderse del agresor, pero estos protocolos deben existir a nivel jurídico, porque en Cuba necesitamos una ley integral contra la violencia de género. Y la cuestión del género tiene que ser transversal a todas las leyes. Pienso que cuando la violencia se ejerce con un trasfondo religioso, las comunidades y los líderes de las comunidades tienen que intervenir, porque los líderes de las comunidades no pueden estar ahí solamente en los momentos buenos. Si no, de qué líder estamos hablando. Y efectivamente, cuando dentro de la comunidad islámica se ejerce violencia, se ejerce con una base religiosa, por hombres que son capaces de decir ‘la buena musulmana hace esto, la buena musulmana hace lo otro’, creando esos modelos, que es el típico mansplaining, de lo que debe ser una mujer musulmana. Uno de mis reclamos es que definitivamente, tienen que existir protocolos dentro de la comunidad, pasos a tomar y acciones a seguir cuando tenemos un hombre violento en nuestras comunidades. Sea cubano, sea un musulmán extranjero o sea un musulmán diplomático. Tiene que haber esa visión de género en las comunidades islámicos y hoy no existe”.

“En países como Estados Unidos, se ha logrado más cosas porque las comunidades han podido establecer casas de refugio a mujeres violentadas, protocolos, redes de mujeres que ayudan a mujeres que sufren violencia de género, psicólogas especializadas en psicología islámica. Si una mujer ha sido violentada sobre la base de su religión, tú tienes que aprender a despojar esos conceptos que la llevaron a eso. Hay muchas mujeres que dicen ‘esto no es islam’, pero hay otras que dicen ‘si esto es el islam, yo me voy’. Y eso es obviamente culpa del agresor. Hablar de eso en Cuba (de que existan psicólogas especializadas en psicología islámica) es pedirle peras al olmo, algo utópico, pero es de los reclamos que tengo como mujer musulmana feminista y creo que podría ayudar muchísimo a las mujeres a empoderarse, aprender que todas esas prácticas machistas y patriarcales que le han querido adjudicar al islam y que no tienen nada que ver con el islam, tú tienes que ser capaz de levantarte contra eso”.

Maryam no solo ha ayudado a mujeres violentadas dentro de la comunidad musulmana. El hecho de saber que es periodista y feminista hace que muchas se le acerquen para buscar ayuda para sí mismas o para una amiga. “Para mí, el concepto de sororidad es muy fuerte dentro del feminismo; yo encontré ese concepto en el islam, después de encontrarlo en el feminismo”.

Una de las cosas que me llamó la atención al ver las fotos de estas dos cubanas musulmanas feministas fue que Beatriz no se cubre la cabeza y de hecho no me habría sido posible identificarla como musulmana, mientras Maryam sí usa un velo.

 

No existe en la Sharía nada que condene a una mujer musulmana que no lleve el hiyab

Beatriz afirma que “el islam por supuesto que establece que las mujeres se deben cubrir la cabeza con el hiyab o velo islámico. Sin embargo, no existe en la Sharía, o sea en la Ley islámica, ninguna prueba, ningún escrito ni nada que condene a una mujer musulmana que no lleve el hiyab. Por ejemplo, yo soy una mujer musulmana que no lleva el hiyab”.

“Yo pienso que más allá del velo, hay otra serie de elementos que te pueden identificar con la religión, y que una prenda no tiene por qué definirte ni definir tu fe. Desgraciadamente, hay muchos países musulmanes donde las mujeres han recibido latigazos y penas de prisión por negarse a cubrirse, pero eso va mucho con la ley que se aplica en cada país y dicen que es una ley islámica, pero ni en el Corán ni en las hadices o narraciones del profeta hay evidencia de que debe existir castigo para aquella mujer que no se cubra la cabeza. Sí hay algunos castigos para adulterio y otras cuestiones, que no tienen que ver con el velo. Esto no quiere decir que estoy de acuerdo con esos castigos”.

Maryam reconoce que, aunque en el Medio Oriente muchas mujeres usan el velo porque se sienten identificadas con su religión, a otras se les ha impuesto de manera violenta. Ella obviamente está en contra. Pero además “el propio islam está en contra”, declara.

“En el Corán hay una línea, que es la ikraha fid-dín, que significa que no hay coacción en la práctica de adoración, lo que significa que nadie puede ser obligado a nada, absolutamente a nada. El islam tiene un concepto profundo e intrínseco de libertad y yo estoy en contra de todo acto de violencia, que va contra la integridad de las mujeres y en contra del islam mismo. Por eso considero tan necesario que las mujeres aprendan a leer por sí mismas. No estoy diciendo que se aparten de los conceptos islámicos religiosos y teológicos, porque el islam es un sistema organizado. Llegó en un momento en que trató de combatir las prácticas machistas que existían en aquel momento contra la mujer. ¿Cómo es posible que hoy tú quieras validar esas prácticas con el islam, cuando el islam vino a combatir todo eso? Hay una tergiversación y una manipulación. Prefiero decir tergiversación y no mala interpretación, porque para mí, una matriz de pensamiento extremista tiene motivaciones políticas y económicas detrás, y esto sucede a nivel global, y es mucho más grande que alguien haciendo una mala interpretación en su casa”.

Sin embargo, Maryam sostiene que la imposición violenta del velo a muchas mujeres en el Medio Oriente, no es razón para deslegitimar el feminismo de una mujer que decida ponerse el velo en Occidente.

“El proceso es totalmente diferente y el contexto es totalmente diferente, y las vías que te han llevado a usar el velo a veces son de rechazo por ejemplo a los cánones de belleza que existen, a los conceptos de feminidad que te dan los medios. O incluso un rechazo al hecho de que me juzgues por lo linda que soy o por cómo luzco. Yo quiero ser identificada como una mujer que cree en Dios, pero eso no me limita ni me limita en la sociedad. Si me limita es porque hay personas que me están limitando, no porque me esté limitando yo”.

Aunque ambas declaran que el Corán no obliga a usar el velo, reconocen que sí considera un pecado el adulterio. Maryam se da cuenta enseguida de que mi pregunta sobre su opinión al respecto está motivada por los “apedreamientos”, a que son sometidas, en nombre del islam, personas, sobre todo mujeres, que cometen adulterio en países como Arabia Saudí, Irán y Afganistán.

“Eso no está en el Corán y para mí eso dice mucho. Más allá de eso, podría decirte que existimos muchísimos musulmanes que abogamos por una sociedad democrática y diversa, y obviamente, en una sociedad democrática y diversa yo no puedo estar de acuerdo con nada que agreda físicamente a otra persona”.

“El adulterio es un pecado como es un pecado mentir, como es un pecado la traición de cualquier tipo. Son conceptos religiosos que están y que independientemente de lo que pueda decir cualquier persona, todo pecado tú lo tienes que resolver con Dios. Absolutamente nadie tiene que meterse en la vida de otra persona y absolutamente nadie tiene que violentar a otra persona. Absolutamente a nadie le toca juzgar a otra persona, a no ser que haya daños de por medio y las instancias judiciales están ahí para eso, para juzgar. Pero en términos religiosos, yo defiendo el concepto de que nadie tiene que estar midiendo la religiosidad de nadie. Nadie tiene que violentar la privacidad, la intimidad y los códigos de valores de otra persona. Cualquier asunto que una persona tenga pendiente desde el concepto religioso, eso es absolutamente su asunto con Dios. Absolutamente nadie más tiene voz ni voto”.

 

El amor no es un pecado

Un asunto en el que parecen coincidir el cristianismo y el Islam es el considerar la homosexualidad un pecado. En países del Medio Oriente como Irán, Afganistán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y Yemen, la homosexualidad es incluso castigada con la muerte.

Maryam y Beatriz también reciben preguntas sobre su posición con respecto a la comunidad LGBTI y también tienen respuestas que, confieso, no esperaba cuando les propuse la entrevista y preparé el cuestionario, pero que a estas alturas no me sorprenden.

Maryam me cuenta que otros musulmanes le han preguntado si pueden tomarle el juramento de fe a una persona que es gay.

“¿Qué pregunta es esa? Una persona que quiera entrar al islam, como una persona que quiera entrar a cualquier religión, ¿qué me importa a mí si es gay o no? ¿Una persona que es gay no tiene derecho a la fe, no tiene derecho a la espiritualidad? Yo no estoy de acuerdo con eso. Estamos hablando de que todos somos personas y somos absolutamente iguales. Por eso, también estoy profundamente en desacuerdo con el fundamentalismo religioso que va contra los derechos de la comunidad LGBTI. Sería muy hipócrita y muy cínico de mi parte decir que quiero una sociedad que acepte la diversidad, que acepte a los musulmanes, y no acepte a la comunidad LGBTI”.

Las dos veces que he entrevistado a Beatriz, una a propósito de sus expectativas respecto a la nueva política de protección animal y la otra a propósito del hecho de ser musulmana y feminista en Cuba, sus respuestas han sido muy escuetas. Pero para responderme sobre su posición como mujer musulmana sobre la comunidad LGBTI me envía un post que publicó en Facebook para responder las frecuentes preguntas que recibe respecto a este y otros temas, y en el que afirma que “El amor no es un pecado”.

En su post, Beatriz incluye cuatro tesis con que los reformistas actuales del Islam responden negativamente a la pregunta de si el Corán y la Sunna condenan la homosexualidad:  a) ni el Corán ni la Sunna condenan la homosexualidad; b) Esta, en la historia del islam, no era algo oculto o marginal, sino que se aceptaba socialmente; c) La persecución a los homosexuales en el mundo islámico es muy reciente: comienza con la colonización occidental; d) Existe una amplia documentación que demuestra la plena aceptación de la homosexualidad en dicho mundo.

“Los musulmanes, expresa Beatriz, no deben, en sentido general, estar de acuerdo con la discriminación o la violencia hacia ningún grupo social en tanto este grupo social no atente contra nadie (estamos hablando de un acto de defensa, físico). Cualquier persona que sea discriminada o violentada por identificarse con el género que desee, por ejemplo, una mujer trans sea violentada o una persona sea quien sea homosexual, hombre o mujer sea violentada por eso, pues el discurso de género trata de eso, de cómo las personas son violentadas en base a cómo se reconocen y se identifican”.

“Como creyente del islam no juzgo a ningún ser humano por su preferencia sexual. El amor no es un pecado. Si una persona creyente se ampara desde una postura fundamentalista de cualquier religión, es precisamente porque su alma es fundamentalista y la justifica con un puñado de versículos, o porque tiene alguna frustración”.

Tenemos que ganar en cultura sobre la religión

El desconocimiento que existe sobre el islam hace a quienes lo practican víctimas de incomprensión y ataques islamófobos, como los que ha enfrentado Beatriz.

“A través de las redes sociales me han hecho comentarios súper islamófobos, súper prejuiciosos, racistas, discriminatorios. En la facultad un compañero sí me hizo mucho bullying por mi religión”.

Pude comprobar la veracidad de sus palabras al leer solo algunos de los muchos comentarios que recibió la entrevista que le hice para Diario de Cuba. A estas dificultades, Maryam agrega otras que deben enfrentar las musulmanas en Cuba.

“Siempre es difícil transitar por un proceso muy consciente de los cambios que estás haciendo y a la vez, no quieres que nadie venga a imponerte ningún tipo de concepto mal llamado islámico, que venga a despojarte de quién eres. Eso no solamente le pasa a una mujer musulmana en Cuba, sino en Occidente en general, porque hay muchos musulmanes que vienen a decirte que prácticamente debes abandonar quién eres”.

“En Cuba, hasta el otro día no teníamos dónde comprar ropa islámica. A cada rato hay un lugar donde al menos puedes comprar un velo, pero no es lo común. No tenemos negocios de personas de la comunidad, lo que implica que se hace complicado conseguir la carne (halal), o sea la carne que pueden comer los musulmanes. Sé que a muchos se les hace complicado el tema de trabajar. El musulmán y la musulmana quieren rezar cinco veces al día. El primer rezo que va a hacer en horario de trabajo es alrededor de la una de la tarde y quiere tener un lugar íntimo. Es un rezo que demora uno o dos minutos y eso se dificulta. Más allá de eso tenemos que ganar en cultura sobre la religión y entender que una mujer que esté sentada en un aula o en un centro de trabajo con un velo, no implica nada. Es una persona más. Solamente tiene un pañuelo en la cabeza. Y no son personas violentas. Las personas son violentas, sean musulmanas o no”.

 

(La Habana, 1976). Narradora y traductora. Colaboradora también de los sitios Diario de Cuba y Havana Times. En 2015 publicó su primera colección de cuentos, The Cuban dream. Cuentos suyos aparecen en antologías en Cuba y otros países.

 

 

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