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Si pierde, Trump no va a aceptar el resultado de la elección

Ante un triunfo de Kamala Harris y la amenaza de violencia por parte de los simpatizantes de Trump, la estabilidad estadounidense dependerá del partido republicano.

 

¿Qué tan probable es que dentro de una semana, cuando el mundo amanezca el 6 de noviembre, tengamos resultados de la elección en Estados Unidos? Los sistemas de votación en los estados del país implican retos distintos para quienes realizan el conteo. En 2020, el porcentaje de votos por correo fue naturalmente elevado, dado el contexto de la pandemia. Eso retrasó el anuncio definitivo de los resultados en sitios cruciales, como Pensilvania.

El escenario podría repetirse. Aun así, lo cierto es que existe una posibilidad considerable de tener resultados confiables una vez que cierren las casillas, y eso puede ser relativamente temprano, sobre todo en la costa este de Estados Unidos donde se encuentran buena parte de los estados que van a definir el rumbo de la votación, comenzando, de nuevo, por Pensilvania.

Hay escenarios en donde, gracias a las encuestas de salida y a los propios conteos, no tendríamos que esperar mientras se cuentan todos los votos anticipados.

Pero hay otras posibilidades.

Todas las encuestas de los siete estados fundamentales de la elección sugieren que la diferencia entre los candidatos será mínima. Si se sumara la diferencia de votos entre uno y otro, lo más probable es que la cifra final se encuentre en las decenas de miles de votantes. Así de mínima es la distancia que separa a Harris y Trump.

Aun así, hay escenarios que podemos prever.

El más importante es lo que probablemente sucederá en caso de un triunfo de Kamala Harris.

Lo primero que pasaría es lo que no pasaría: si pierde, Donald Trump no va a aceptar el resultado de la elección.

La historia de la elección del 2020 no deja lugar a dudas: Trump y su equipo sabían que habían perdido pero aun así decidieron diseminar la patraña del fraude electoral, que ha tenido consecuencias funestas para la democracia estadounidense. Hasta el día de hoy, un porcentaje considerable de votantes republicanos piensa que Donald Trump fue víctima de un fraude, aunque no haya absolutamente ninguna evidencia que lo demuestre.

Esta propensión se ha extendido.

Trump se ha negado a comprometerse públicamente a aceptar los resultados de la elección del próximo martes. Dice que los aceptará si la elección es “justa”, lo que quiere decir que no los va a aceptar a menos de que el ganador sea él. Trump es uno de esos políticos (y en México vaya que los conocemos bien) para los que la democracia solo funciona si ganan. Si la democracia les favorece, es ejemplar. Si la democracia no les favorece, el proceso es sospechoso.

Lo vamos a ver de nuevo ahora en el 2024.

Trump no va a aceptar el resultado de la elección.

El peligro no está en la crisis política que eso supondría, sino en cómo digerirían los simpatizantes más rabiosos de Trump su nueva denuncia de un supuesto fraude.

El escenario más peligroso es la violencia política. La amenaza está ahí, y no es menor. Mucho menos en un país en donde hay cientos de millones de armas en las calles.

Lo vimos con la insurrección del 6 de enero de 2021. Desde entonces, el ambiente se ha enrarecido todavía más. Han aumentado los crímenes de odio y las amenazas de diversa índole. Trump ha construido una narrativa de agravio que podría explotar si, como es previsible, él opta por no aceptar la legitimidad de su derrota.

Si Trump de nuevo se niega a aceptar los resultados de la elección, el futuro de la estabilidad estadounidense a corto y mediano plazo dependerá del partido republicano.

Voces en el partido republicano deberían tener la valentía de poner un alto a la patraña trumpista. Deberían tener la capacidad que no tuvieron hace cuatro años para hablar con claridad y decirle a la sociedad estadounidense que su democracia es confiable. Tendrán que explicar que el factor tóxico no es el sistema estadounidense sino ese protagonista que insiste en envenenarlo con dudas infundadas.

Se verían obligados a ponerle un alto a su caudillo.

La desgracia es que ese tipo de valentía se antoja muy improbable.

Si Trump pierde la lección, los republicanos estarán a prueba. Y no solo ellos.

 

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