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Siete hechos que muestran el fracaso del deporte cubano subordinado a la política

El descalabro de Cuba en París nos remite al momento en que el deporte fue monopolizado por el Estado y subordinado a la política.

Espectadores en la clausura de los Juegos Olímpicos de París.
Espectadores en la clausura de los Juegos Olímpicos de París. Huffpost

 

 

En la XXX edición de los Juegos Olímpicos Modernos, recién concluida en París, participaron 208 equipos olímpicos nacionales, un equipo de refugiados, 9.000 atletas y unos 45.000 voluntarios. Millones de personas de un extremo a otro del mundo disfrutaron de las competencias y las emociones y de un sensacional, bello y majestuosos espectáculo de clausura con estrellas internacionales de la talla del actor y productor norteamericano Tom Cruise, de más cien bailarines acróbatas que interpretaron un acto futurista acerca del olimpismo.

Pierre de Coubertin, pedagogo y pensador francés, fundador del Comité Olímpico Internacional (COI), expresó en el discurso inaugural de los Juegos Olímpicos Modernos, en 1896: «Lo más importante no es ganar sino participar, así como en la vida lo más importante no es el triunfo, sino la lucha; no es la conquista, sino el combate». En la clausura de la presente edición, Thomas Bach, presidente del COI, condensó en una oración la trascendencia de esta fiesta deportiva, en un mundo polarizado que necesita de la amistad, la paz, la comprensión entre los diferentes, la alegría y el amor: «Los Juegos Olímpicos no pueden crear la paz, pero si pueden crear una cultura de la paz».

El emblema del COI, una bandera con cinco aros de distintos colores entrelazados sobre fondo blanco, representa la concordia entre los continentes. Desde esa concepción originaria los Juegos Olímpicos se consideraron una competición de atletas individuales, no de países, por lo cual el COI no ofrece los resultados por naciones. Sin embargo, la subordinación del deporte a la política —contraria a los principios del olimpismo— tiene varios ejemplos en la historia.  Tres de ellos son: los Juegos Olímpicos de Berlín (1936) utilizados por Adolfo Hitler para promover el nacionalsocialismo; los de Moscú (1980), boicoteados por EEUU y varios países aliados; y Los Ángeles (1984) boicoteados por Moscú  en respuesta y oros países comunistas.

En la Cuba republicana, presidentes como Gerardo Machado, Ramón Grau San Martín y Fulgencio Batista crearon instituciones para la dirección del deporte, pero ninguno de ellos subordinó esa actividad al poder gubernamental como lo hizo Fidel Castro después de 1959.   

Cuba participó por vez primera en la segunda edición en 1900 (Atenas), creó el Comité Olímpico Cubano en 1926, y hasta la recién concluida edición celebrada en París, ha participado en 23 ediciones.

En Atenas (1900) alcanzó una medalla de oro y otra de plata en esgrima. En San Luis (1904) tres de oro en el mismo deporte. En Londres y Tokio (1948 y 1964) obtuvo una de plata en cada evento. En México (1968) elevó a cuatro los títulos plateados. Fue en Munich (1972) —un año en que Cuba, al ser admitida en el Consejo de Ayuda Económica de los Países Socialistas, mejoró artificialmente su economía con las subvenciones recibidas— obtuvo ocho medallas, de ellas tres de oro. Comenzó entonces un ascenso hasta Barcelona (1992), donde con 176 atletas se ubicó en el quinto lugar del medallero con 31 preseas, de ellas 11 de oro.

A partir de ese momento, la agudización de la crisis, generada por la pérdida de la ayuda soviética, comenzó un descenso gradual que acaba de tocar fondo en París, donde, de un plan de cinco de oro y de ubicarse entre los primeros 20 puestos, cayó al lugar 32 con nueve medallas, de ellas solo dos de oro.  

Cuando una crisis crónica deviene estructural, que es el caso cubano, ningún componente del sistema escapa a sus efectos, como ocurre con el deporte. En ausencia de libertades, el Estado cubre todos los gastos de la preparación de los atletas a cambio de que estos pongan su intelecto y masa muscular en función de la política. Y, como la ineficacia del totalitarismo cubano obligó a depender de la ayuda soviética, cuando esta desapareció resultó imposible mantener los gastos del deporte.

Siete hechos, ausentes en el resto de las delegaciones, ilustran el fracaso del deporte cubano subordinado a la política: 

  1. Varios de los 21 cubanos que competieron por otros países obtuvieron medallas.
  2. Cuba no estuvo presente en ningún deporte colectivo.
  3. En el triple salto femenino ninguna de las cubanas subió al podio.
  4. De cuatro triplistas cubanos, el único de la delegación oficial se ubicó en octavo lugar, mientras los tres que representaron a España, Portugal e Italia obtuvieron el oro, la plata y el bronce.
  5. En boxeo, Lorem Berto Alfonso, representando a Azerbaiyán, sacó a Julio César de La Cruz de la competencia.
  6. El judoca Yasmani Costa perdió el oro con Mijaín López, pero le aportó la primera medalla a Chile en lucha libre.
  7. La judoca Dayle Ojeda, integrante del personal de apoyo técnico, abandonó la comitiva en París.

El descalabro en París nos remite al momento en que el deporte fue monopolizado por el Estado y subordinado a la política. La Dirección General de Deportes, creada en los años 40 del pasado siglo, no determinaba lo que era competencia de la sociedad civil, de empresarios o de las franquicias. Esa Dirección General, en el proceso de desmontaje de las instituciones existentes, fue sustituida el 23 de febrero de 1961 por el Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación (INDER). Desde ese momento el Estado, con las subvenciones del Kremlin costeó todos los gastos de esa actividad a cambio de la fidelidad de los deportistas, como requisito para participar como soldado, identificado con la Patria y la «Revolución».   

En octubre de 1975, rebosante de alegría, Fidel Castro expresó: «Si en otros países de América Latina no existe la revolución social, no se desarrolla la revolución social, por mucha técnica, por muchos entrenadores que contraten, por muchas cosas que inventen, no podrán obtener los éxitos que obtiene Cuba en el deporte». Su muerte le impidió ser testigo de lo ocurrido en los Juegos Olímpicos de París 2024.  

Una prueba irrefutable del desprecio por los principios humanistas del deporte fueron las palabras del líder de la revolución, el 8 de agosto de 1962, en la despedida de los atletas que participarían en los IX Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Jamaica: «Provocador que agreda a un atleta cubano, ¡no debe quedar con un hueso sano! Provocador que irrumpa en las filas de los atletas cubanos, ¡no debe quedar con un hueso sano! Provocador que intente arrebatar la bandera cubana, ¡no debe quedar ni con un hueso ni con pelo sano!».

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