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Sin programa 20 años después

La sociedad española necesita a un PP que encarne los valores de la igualdad, la cultura del esfuerzo y la libertad

Rajoy sitúa el nacionalismo como enemigo de la democracia y admite que la amnistía le pone "muy nervioso" - El Periódico

 

Loatentados del 11-M crearon una gran fractura en la sociedad española, dividida por una guerra de relatos. Pero también fueron el comienzo de una crisis en un PP incrédulo por unos resultados electorales que nadie había previsto. Rajoy tendría que esperar más de siete años para ser investido presidente. En una conversación con el candidato del PP en el comedor de Génova, a comienzos de 2010, le pregunté qué iba a hacer para ganar las elecciones. Esta fue la respuesta de Rajoy: «Nada. La crisis se llevará por delante a Zapatero». Así fue. El líder socialista no se presentó y Rubalcaba sufrió una humillante derrota.

El PP gobernó durante seis años y tuvo que lidiar con la insurrección de los independentistas. Rajoy perdió el poder en una moción de censura, que forzó una renovación de los órganos de dirección con la elección de Pablo Casado. Ya sabemos lo que sucedió después.

Ni Rajoy ni Casado fueron capaces de articular un proyecto que ilusionara al electorado. Rajoy fue un pragmático que ignoró las cuestiones programáticas y Casado se centró en hacer oposición a Sánchez. Tras dos años al frente del partido, Feijóo se ha preocupado de sellar las fisuras, pero no ha tenido entre sus prioridades construir una sólida alternativa con propuestas que demuestren que su aspiración va mucho más allá de la mera ocupación del poder.

La derrota de marzo de 2004 suscitó una mezcla de perplejidad y desconcierto que se traduciría en la salida de dirigentes históricos vinculados a Aznar y en un distanciamiento de su discurso. Desde entonces, el PP ha sido incapaz de definir un proyecto alternativo al PSOE en materia de impuestos, servicios públicos, educación o medio ambiente. Aunque no gustase a la izquierda, Aznar sí tenía un programa en 1996 cuando ganó las elecciones.

Feijóo es un buen gestor y un político honesto, pero no ha sido capaz de elaborar una hoja de ruta que evidencie que, si llega al poder, impulsará un cambio en la forma de hacer política, en la elección de los altos cargos y en la gestión de lo público. En suma, de plantear un verdadero proyecto de ruptura.

En las dos décadas transcurridas desde aquel fatídico 11-M, el PP ha seguido instalado en un naufragio político e ideológico, huérfano de una alternativa convincente e ilusionante, que vaya más allá de reivindicar su capacidad de gestión de la economía. Eso es importante, pero no suficiente. Desalentada por el oportunismo de Sánchez, la sociedad española necesita a un PP que encarne los valores de la igualdad, la cultura del esfuerzo y la libertad. Y todo ello en el marco de una profunda regeneración ética que acabe con la corrupción, el clientelismo y la patrimonialización de las instituciones. Y eso requiere romper con la inercia que tanto daño ha hecho a la derecha.

 

 

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