Sin virus
Qué cosas (importantes) se mueven en el mundo más allá del Covid-19.
Con la venia del respetable, no voy a escribir hoy sobre el virus. El tsunami de noticias, estadísticas, comentarios y reflexiones sobre el tema desborda ya las planas de los periódicos y se repite en bucle radial y televisivo las 24 horas del día. Esta sobreabundancia desplaza de la atención pública a otros sucesos que pasan inadvertidos, aunque podrían tener graves repercusiones en el futuro mediato. Por ejemplo, el que refleja un documento que acabo de recibir por correo y que reproduzco a continuación, bajo el epígrafe de «Se busca. Recompensa: 15 millones de dólares».
Nombre: Nicolás Maduro Moros
Alias: ‘Nico’, ‘Verde’, ‘El hombre que susurra a los pajaritos’, ‘El inventor del quinto punto cardinal’.
Edad: En torno a 58 años.
Nacionalidad: Colombiana o venezolana (no se ha podido establecer con claridad).
Profesión: Chófer de autobús.
Ocupación actual: Usurpa desde 2013 la presidencia de Venezuela.
Religión: De origen judío, dice profesar el catolicismo, pero algunas informaciones indican que es seguidor del gurú indio Sathya Sai Baba.
Descripción: El sujeto es alto, grueso, moreno y luce pelo y bigote entrecanos, estilo Sadam Hussein. Suele vestir trajes caros o uniforme militar sobre un chaleco antibalas que le confiere un aspecto de cierta rigidez. Voz nasal y algo aflautada, que contrasta con su corpulencia. Se expresa con torpeza y suele decir muchas estupideces.
Ubicación actual: Fue visto por última vez en Caracas (Venezuela), aunque otros informes lo sitúan en La Habana (Cuba).
Delitos que se le imputan: Tráfico de narcóticos (al frente del Cártel de los Soles), terrorismo, tortura y asesinato de opositores, así como otras violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Cohecho, malversación, prevaricación y lavado de dinero obtenido por medios ilícitos. Atentados contra la lengua y la cultura nacional, perpetrados reiteradamente en comparecencias televisivas o en actos públicos en los que presume de bailar salsa.
Recompensa: 15 millones de dólares estadounidenses, libres de impuestos. El importe se pagará a cambio de cualquier información fidedigna que conduzca a la captura del sujeto, mediante cheque al portador del Chase Manhattan Bank o transferencia a una cuenta situada en Panamá, Singapur, Suiza o una entidad bancaria de la Unión Europea.
Anexos: Se recaba también información análoga sobre una docena de cómplices del sujeto —en su mayoría burócratas o militares enquistados actualmente en el gobierno de Venezuela— a quienes se acusa de tropelías similares. La recompensa en estos casos alcanzaría un importe máximo de 10 millones de dólares estadounidenses per cápita, pagaderos en los mismos términos.
Toda información relativa a los sospechosos debe comunicarse por correo electrónico a:
Agencia Central de Inteligencia (CIA), Langley, Virginia: laciatevigila@gmail.com
Departamento de Estado, Washington, DC: noteolvido.usa@gmail.com
Casa Blanca, Washington, DC: enlamirilladetrump@gmail.com
Sobre el panfleto figura una imagen del susodicho, con rostro patibulario, sombrero Stetson y pañuelo de cuadros al cuello, más parecido a los que usaba John Wayne que a los de Yassir Arafat.
He indagado con la embajada de Estados Unidos en Madrid, el Consejo Nacional de Seguridad y la INTERPOL, pero nadie ha podido confirmar la autenticidad del reclamo.
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Otro suceso de interés ocurrido en medio de la epidemia es el relevo de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista británico. Como vivimos en la era de los líderes instantáneos, le ha sucedido un discreto abogado que responde al nombre de Keir Starmer, que ostenta un curriculum vitae tan nutrido como el que tenía Barack Obama cuando llegó a la Casa Blanca.
La evicción del dirigente leninista y la derrota de la corriente corbynista —denominada Momentum (Impulso, en español)— no indican en absoluto que el Partido Laborista haya recuperado la cordura y esté dispuesto a girar hacia el centro del espectro político. Aunque ha acumulado un impresionante palmarés de fracasos en los últimos años, el ala radical del laborismo conserva una enorme influencia en esa formación. Starmer, que llega con fama de moderado, ganó con el 56% de los votos de los militantes.
El resultado de las últimas elecciones generales y las necesidades políticas inherentes a la aplicación del Brexit indican que la travesía del desierto todavía no ha terminado para el laborismo británico. El mutis de Corbyn y la más que probable jubilación de Bernie Sanders en agosto próximo pondrán fin —por ahora— al curioso fenómeno de los ancianos adolescentes que, sin haber superado el radicalismo de los años sesenta, llegaron a dominar sus partidos respectivos, montados en la ola de fanatismo igualitario que desde hace una década recorre el mundo occidental. Pero la lucha seguirá. Como exhortaba uno de sus grandes inspiradores, el camarada Gadafi: «De derrota en derrota, hasta la victoria final».
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El tercer acontecimiento, todavía en ciernes, es el acuerdo que van a alcanzar Rusia, Estados Unidos y Arabia Saudí para estabilizar el mercado petrolero y hacer frente a lo que se avecina. Porque, una vez superada la crisis sanitaria, el mundo tendrá que enfrentarse a una recesión tan honda y súbita, que apenas tendrá precedentes en la economía mundial. Ni siquiera la Gran Depresión de 1929, que ocurrió en un contexto muy distinto, será un referente muy útil para capear el temporal que nos espera.
La OPEP ya no es lo que fue hace 40 años. Irán y Venezuela están de capa caída y la incorporación de nuevos socios minoritarios solo ha reforzado el peso específico de los saudíes. En la práctica, los métodos de producción mediante fracturación hidráulica (fracking) imponen un techo casi insuperable al precio del crudo en el mercado mundial. La época del barril a 120 dólares, que facilitó el delirio continental del chavismo y amenazaba con acogotar a la industria europea, se fue para no volver. Los factores en juego indican que un precio cercano a los 40 dólares/barril sería lo más conveniente para los máximos protagonistas y eso es lo que acordarán Putin, Trump y el príncipe heredero Mohamed bin Salman en la semana que comienza. No será un pacto contra natura, sino una confluencia de intereses. Las inversiones de los tres países en la economía mundial son tan cuantiosas y diversas, que a ninguno de ellos les conviene ahora ni la preservación del status quo (con el barril a 20 dólares), ni una nueva guerra de precios que desestabilice aun más el mercado.
Ese pacto entre caballeros para nivelar los precios del crudo en torno a los 40 dólares será una herramienta indispensable para garantizar la recuperación de la economía mundial. Durante varios meses se hablará poco de energías renovables (insuficientes y más costosas), del recalentamiento del planeta o de los koalas australianos. La prioridad de la gente será recuperar el nivel de vida que tenían antes de que el virus arrasara con el empleo, la producción y el consumo. Como dicen aquí en España: «con las cosas de comer no se juega».
Paradójicamente, entre los beneficiarios de esa estabilización del mercado van a figurar Nicolás Maduro y sus secuaces. Los 40 dólares por barril no dan para muchas alegrías, vista la ineficiencia y el deterioro de la infraestructura petrolera venezolana, pero al menos les garantizarán un ingreso seguro para el resto del año. El Socialismo del Siglo XXI, que nació con vocación de eternidad, se afana ahora por llegar a final de mes. Luego, ya se verá. Puede que venga el pajarito a transmitirle instrucciones a Nico. O que pase alguien a cobrar la recompensa.