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Siri Hustvedt o la carga de una inteligencia en punta

“Me gustaría que apareciese el fantasma de mi madre y me acunase en sus brazos.” Es tan sólo una de las frases de uno de los fragmentos más verazmente tristes que recuerdo en una obra de ficción. Alguien muere. Entre todos los pensamientos que ocupan su pensamiento entero, sabiéndose casi muerta, destaco éste. Lo hago porque me parece el más universalmente aceptado y compartido. No hace falta morirse para saberlo. Basta con imaginar la muerte. Y sí, el fantasma de la madre acunándonos entre sus brazos encaja perfectamente.

Del fragmento tan triste no puede uno escapar fácilmente. En una ocasión tuve que dejarlo para luego y, en la siguiente, no pude resistirme a releerlo. Ahora me he dirigido a él de cabeza para empezar este texto. No lo expreso como una cuestión indiscutible y replicada entre sujetos, en absoluto, en tan sólo un matiz de lectura. Personal. Cuestión de sentimiento. Lo escribió Siri Hustvedt, ahora ya casi tan de moda que hasta van a reeditar sus anteriores obras. Ésta de la que hablo lleva como título El mundo deslumbrante.

«Porque tiene tanto que decir que de 400 páginas no le sobra ni una sola. Y lo hace con la lucidez de aquellos que observan el mundo desde la mejor torre de defensa, la de contar con una inteligencia en punta y saber hacer buen uso.»

A Hustvedt la vemos ahora en artículos y suplementos por La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, una recopilación de los pensamientos con forma de cáscara de caracol que salen de la mente de esta mujer alta, altísima, delgada, rubia y tan confiada en sí misma que  disfruta de ser cuestionada. Se le nota en la escritura. Una escritura que abarca el universo entero, de las emociones a las citas, del amor al intelecto, del pesar a la esperanza de un modo indirecto, retrasando la llegada al objetivo con detalles, esbozos, quiebros, dándose el gusto de narrar sin prisa porque puede. Porque tiene tanto que decir que de 400 páginas no le sobra ni una sola. Y lo hace con la lucidez de aquellos que observan el mundo desde la mejor torre de defensa, la de contar con una inteligencia en punta y saber hacer buen uso. Esto es, acarrear con la carga de verlo prácticamente todo. Eso también hace que resulte algo fría. Lo justo. Me gusta.

Leí a Hustvedt por primera vez por recomendación de dos buenas amigas, que es como suele llegar mucho de lo bueno de la vida. ¿No has leído a…? No, no la he leído. Tienes que leerla. Es mucho mejor que su marido.

Así fue, aunque pueda parecer sexista. Que lo es. Comparación por razón de sexo y parentesco. Su marido es Paul Auster, sólo lo apunto para que se entienda mejor el gesto.

 

«La autora despliega su poderío con seguridad, a veces apabullante, y nos muestra parte de lo que sabe. Y sale bien parada, incluso de su tendencia a la autoreferencia.»

El mundo deslumbrante desarrolla en distintos actos y con distintas voces la historia de Harry, diminutivo de Harriet, una artista brillante cuyo último gran proyecto consiste en representarse a lo largo de los años, como cualquier gran artista, a través de su obra. Hasta aquí, todo normal. Sin embargo, Harry decide tomar el camino androcéntrico y hacerse pasar por un tío. No es que utilice un pseudónimo, ni practique travestismos. Lo que ella hace es exponer sus creaciones a través de tres artistas, hombres, a los que convenció con la potencia de una obra a la que ellos no llegarían nunca. Ellos aceptaron y la expusiesen como suya. Un experimento, con una hipótesis. No era sólo demostrar la dificultad de las mujeres a la hora de llegar a la cima del reconocimiento artístico por el hecho de ser mujeres, eso sería poco para Hustvedt, por manido y por obvio. La intención era dejar constancia, también, de la diletancia imperante entre observadores, estudiosos y críticos de arte. El proyecto tenía varias fases. En la última, dejaría en ridículo a todos los que ensalzaron la supuesta creación de sus tres hombres-marioneta, a los que encontraron inexistentes rasgos específicos en algo que, y después se demostraría, fue siempre la propia Harry dividida. Y entonces ella se elevaría como una tríada divina. También se haría pasar por otros para destapar las mentiras. Un laberinto tras el que también estaría, aplastantemente dominadora, Harriet.

Pero falló algo.

Y a partir de ahí, y precisamente por eso, la narración entera resulta una caja de Pandora que al abrirse deja sueltas decenas de esperanzas, centenares de penas, mil referencias. Porque la mujer que escribe esta novela es brillante y su escritura lo refleja. Es la intención de Hustvedt, que se note. Toda la novela es un ejercicio intelectual en cuyo esfuerzo se ve, o yo vi, la intención de mostrar, como la protagonista de El mundo deslumbrante, que una es más inteligente que casi todos los demás. Eso también me gusta. La autora despliega su poderío con seguridad, a veces apabullante, y nos muestra parte de lo que sabe. Y sale bien parada, incluso de su tendencia a la autoreferencia. El que se cite a ella misma en su propia novela, que lo hace, debe ser tomado como un puro divertimento de la autora. Tal vez no como la identificación con su protagonista pero sí con el entendimiento de su situación. Como si la autora le estuviese explicando a su personaje que sí, que sabe a qué se refiere, que ella también lo sintió. O no. Hay algo de misterio en su posición. Es fascinante.

De la lectura de esta autora queda la tentación de asimilarla entera, hasta saber todo lo que ella sabe. Si ningún personaje puede ser más brillante que su autor, conocer a Harriet e intuir a una Siri aún mejor es una de las mejores maneras de enorgullecer al género, al ser humano.

O qué diablos, al mundo entero.

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Autor: Siri Hustvedt. TítuloEl mundo deslumbranteEditorial: Anagrama.

Autor: Siri Hustvedt. TítuloLa mujer que mira a los hombres que miran a las mujeresEditorial: Seix Barral.

Publicada el 9 de junio de 2017.

 

 

 

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