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Sobre Francia ardiendo

«La incompatibilidad de los relatos sobre lo que sucede estos días en Francia revela la brecha ideológica que fragmenta la mentalidad europea»

Europa observa dividida una Francia en llamas. Una mitad contempla los disturbios como una reacción comprensible a los agravios soterrados bajo los adoquines: las desigualdades económicas, la marginación, las tensiones raciales y religiosas. Cada una aporta su carga explosiva al polvorín que espera impaciente su lumbre. Y la lumbre llegó con la muerte de Nahel, de 17 años, a quien un policía mató de un disparo en un control policial. Esta mitad de Europa condena, pero comprende, que la violencia puede ser el único canal de expresión de una juventud olvidada por sus conciudadanos y despreciada por su Estado.

La otra mitad de Europa observa los disturbios con más espanto que empatía. Reconocen la mala situación de las banlieus, pero no interpretan los disturbios como un problema social, sino como un problema de orden público. Quienes toman las calles no son jóvenes con sed de justicia, sino criminales con sed de violencia. La ira no es una expresión de indignación, sino de odio y venganza. Así se explican la quema de coches, los saqueos a comercios y la destrucción por la destrucción. Será difícil interpretar la realidad que se esconde bajo los titulares y fotos de coches calcinados, porque la incompatibilidad de los relatos sobre lo que sucede en Francia revela la brecha ideológica que fragmenta la mentalidad europea.

«Donde unos ven víctimas de un sistema injusto, otros ven parásitos del Estado del bienestar»

Un puñado de jóvenes prende fuego a las calles y donde unos ven víctimas de un sistema injusto, otros ven parásitos del Estado del bienestar. Donde unos ven una promesa incumplida, otros ven el fracaso del multiculturalismo y una llamada a regresar a la homogeneidad nacional. Presumen que los disturbios son más una consecuencia de un desajuste cultural que social. Que el islam explica más que la exclusión y la pobreza. Aquí asoma el temor de le grand remplacement  o el gran reemplazo, una teoría conspirativa que sostiene que existe un plan para que los europeos blancos vayan siendo paulatinamente sustituidos por otras etnias, principalmente magrebíes y subsaharianos. Pero incluso quienes no creen en esta conspiración ven con preocupación que un puñado de jóvenes tenga en su mano tanto caos.

Aunque los disturbios no sean cuentos con moraleja, tampoco son meros episodios de anarquía. Aunque discutamos la causa y no coincidamos en el señalamiento de culpables, los franceses admiten que se trata de un fracaso colectivo. En los arrabales de toda gran ciudad europea hay barrios de inmigrantes que no arden. No sabemos si porque falta un catalizador que los haga prender o porque no son tejido inflamable. Pero lo que sabemos de Francia es que estamos ante generaciones quemadas mucho antes de prender.

 

David Mejía es doctor por la Universidad de Columbia y profesor de Filosofía y Humanidades en IE University.

 

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