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Sobre la dictadura perfecta

La expresión sobre “la dictadura perfecta” fue una más de las defensas de la libertad que emprendió Mario Vargas Llosa. En el México de hoy es bueno recordar su gran ejemplo.

 

 

Todo comenzó con la caída de un muro. Atónitos, los televidentes del mundo fuimos testigos de un suceso inimaginable: el 9 de noviembre de 1989 cientos, miles de ciudadanos de Alemania del Este sorteaban cercas en el campo para pasar del otro lado; en la ciudad brincaban el ignominioso muro; los más osados de los alemanes de uno y otro lado con marros, picos y empujones y risas intentaban derribar el Muro de Berlín. Y lo lograron.

Apenas diez meses después, en la Ciudad de México, reunidos por Octavio Paz y Enrique Krauze, un notable conjunto de intelectuales venidos de Europa del Este, de Europa central, de Estados Unidos y Latinoamérica, comenzaron a debatir acerca del significado histórico de lo que había sucedido, pero sobre todo debatieron acerca del futuro del mundo. Lo hicieron desde todos los ángulos posibles: geopolítica, economía, religión, filosofía, cultura. Algunos de los más destacados intelectuales del mundo estaban presentes: Milosz, Revel, Michnik, Semprún, Bell, Castoriadis, Heller, Kołakowski, Ignatieff, Paz, Vargas Llosa y un largo etcétera.

En México se vivía un momento singular. Carlos Salinas de Gortari, electo en comicios considerados fraudulentos, encabezaba un proyecto modernizador: avanzaba a pasos agigantados para abrir y desregular la economía y parecía dispuesto a una transformación política. Dos años antes, en la elección de 1988, el PRI, el partido hegemónico por más de sesenta años, se había dividido. La fracción disidente, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, había desafiado al candidato oficial y aparentemente lo había derrotado. El PRI no soltó el poder, gobernó de facto, actuó con dureza contra algunos sectores y negoció con otros. En julio de 1989, apenas unos meses antes de la caída del Muro de Berlín, el PRI reconoció por vez primera la derrota en una elección de gobernador (en Baja California).

El mundo estaba cambiando. Los países de Europa del Este y la Unión Soviética estaban con muchos esfuerzos encaminándose hacia el mercado libre y la democracia liberal. México estaba también cambiando: se respiraban aires nuevos. Apenas una semana después de su toma de posesión, Salinas de Gortari, con la presencia destacada de Octavio Paz, fundaba el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, organismo que, entre otras cosas, brindaría un amplio conjunto de becas y apoyos para artistas y escritores. Imposible no ver a la distancia el intento priista, luego de una elección discutida, de premiar y cooptar a los intelectuales.

Este era el contexto en el que se celebró en la Ciudad de México el Encuentro Vuelta titulado por Octavio Paz “La experiencia de la libertad”. El Encuentro se desarrolló entre el 27 de agosto y el 2 de septiembre de 1990. En paralelo, el 1 de septiembre, también en la capital del país, el PRI daba comienzo a su XIV Asamblea Nacional.

Para abrir el Encuentro, el 27 de agosto, Octavio Paz dio lectura a un vibrante discurso en el que, entre otras cosas, asentó: “El gran tema del pasado inmediato fue la crítica de los poderes enemigos de la libertad; el del tiempo que viene es el de su invención: ¿cómo los pueblos, sobre todo los de Europa del Este y de América Latina, podrán edificar la casa de la nueva democracia?”

Las mesas del debate (se pueden ver en YouTube), interesantísimas, se fueron sucediendo sin complicaciones. Contratado por la Agencia Olmo Delta, gracias a la recomendación de Enrique Krauze, yo me hacía cargo de redactar los boletines de prensa luego de cada una de las mesas y de hacer las aclaraciones sobre la mecánica y el calendario del Encuentro. Un trabajo relativamente sencillo, para mí fascinante. Ver en vivo a figuras que admiraba como al poeta Miłosz y al filósofo Kołakowski, escuchar sus disertaciones y discusiones para, más tarde, sintetizar las ideas expuestas en el coloquio y redactarlas en boletines que aparecerían en la prensa al día siguiente, era una labor extraordinaria. Las mesas del Encuentro fueron transmitidas por Cablevisión y luego retrasmitidas por el Canal 2 en horario estelar, dado el impacto que tuvieron en la sociedad mexicana. Todo el mundo hablaba del Encuentro, bien o mal. La izquierda mexicana y cierto sector de la prensa lo seguían con indignación. Hubo un detalle irritante, que ahora me parece cómico. Cecilia Corona Arellano, secretaria general del PSD (hoy extinto), declaró a la prensa que los participantes formaban parte de la Internacional Fascista. Prácticamente todos los participantes firmaron una carta de protesta que, entre otras cosas decía: “Denunciamos ante la opinión pública este mal disimulado residuo de la mentalidad y de la actitud estalinista, en gente que no ha aprendido nada, que no ha olvidado nada”.

Todo marchó sobre ruedas hasta la tarde del jueves 30 de agosto, en que se llevó a cabo la mesa 8 del Encuentro, titulada: “Del comunismo a la sociedad abierta”. Participaron en ella Bronnisław Geremek, Vitaly Korotich, Adam Michnik, Jaime Sánchez Sussarrey, Hugh Thomas y Mario Vargas Llosa; el director del debate era Enrique Krauze. Sin estar en la mesa, participaron en la discusión Cornelius Castoriadis, Jorge Edwards, Agnes Heller y Octavio Paz.

Cada uno de los participantes de la mesa había hecho su presentación. Vargas Llosa había señalado, sin mucho énfasis, el carácter antidemocrático del PRI. Al termino de la participación de Vargas Llosa, Octavio Paz pidió la palabra para precisar: el PRI es un partido hegemónico, no dictatorial, afirmó. No obstante, “el partido hegemónico está en crisis, en vías de desaparecer si no se transforma. El dilema para el PRI es muy claro: o se transforma y se democratiza, o bien desaparece”. Paz en su intervención no defendía al PRI, advertía de su crisis. Años antes, en 1969, en Posdata había escrito Paz: “En México no hay más dictadura que la del PRI y no hay más peligro de anarquía que el que provoca la antinatural prolongación de su monopolio político”.

Mientras Paz hablaba, y sin que el púbico que seguía el Encuentro por televisión se diera cuenta, según lo recuerda Enrique Krauze, “Vargas Llosa me deslizó una pequeña nota preguntándome si podía intervenir enseguida, con una crítica más dura. Asentí, por supuesto, y tras recomendar yo mismo el ‘suicidio pacífico’ del PRI, pregunté su opinión”. Fue entonces cuando Vargas Llosa, en el contexto de un PRI en transformación y un día antes de que iniciara su Asamblea Nacional, soltó: “La dictadura perfecta no es la Cuba de Fidel Castro: es México, porque es una dictadura de tal modo camuflada que llegó a parecer que no lo es, pero que de hecho tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura”. Su intervención tuvo en la sala un efecto eléctrico. Todos voleaban a ver a Paz, el anfitrión del Encuentro, que visiblemente molesto seguía la intervención del escritor peruano. Vargas Llosa, consciente del contexto mexicano, ahondaba en su punto: “como este país se está abriendo a la libertad, quiero ponerlo a prueba, quiero decirlo aquí abiertamente… [en México] se ha vivido durante décadas, con unos matices muy particulares, el fenómeno de la dictadura latinoamericana”. El público, al final de la intervención de Vargas Llosa, quedó congelado y mudo. Tomó la palabra Octavio Paz. Su intervención fue breve pero contundente: “Me gustaría hacer una pequeña rectificación intelectual. Dije que en México existía un sistema hegemónico de dominación porque yo, como escritor e intelectual, prefiero la precisión. No se puede hablar de dictadura… en México hemos tenido un sistema de dominación hegemónico de un partido… un sistema peculiar y no único de México”. Inmediatamente después de Paz, tomó la palabra Cornelius Castoriadis: “Quisiera decirle amistosamente a mi muy estimado amigo Mario Vargas Llosa que ha olvidado un poco a sus clásicos, ya que, como decía Lenin: “La dictadura es un poder que no está limitado por la ley”, (La experiencia de la libertad-1, Hacia la sociedad abierta, Ed. Vuelta, pp. 151-163).

 

 

 

 

Poco después se dio por terminado el debate. Los asistentes al Encuentro, así como algunos de los invitados especiales (entre los que yo no estaba incluido) se trasladaron a un salón para tomar un coctel. De acuerdo con Gerardo Ochoa Sandy, reportero de Proceso, “Paz entonces descendió al salón y se dirigió a Vargas Llosa continuando la polémica en torno al sistema político mexicano. Vargas Llosa intentó responderle al poeta pero advirtió que el malestar del director de Vuelta era mayúsculo y prefirió no hacerlo. Instantes después, Vargas Llosa abandonaría el coctel” (“Tras el conflicto con Octavio Paz por la ‘dictadura perfecta’, Vargas Llosa abandonó México”, Proceso, 8.Sep.90)

Al día siguiente dio inicio la Asamblea Nacional del PRI. Los priistas no estaban muy contentos. Dos años antes la escisión del PRI casi les había costado la presidencia. Para apaciguar a la oposición panista, Salinas de Gortari había reconocido la derrota del PRI en Baja California. El partido, con un perfil socialdemócrata y nacionalista, comenzaba a abrirse a ideas de apertura al mundo y de negociación con el PAN. Salinas de Gortari asimismo había operado un audaz acercamiento con los intelectuales liberales a través del Conaculta y con los intelectuales de izquierda por medio del programa Solidaridad. Al término de su primer día de Asamblea, los reporteros acosaron a los priistas en busca de una declaración sobre las palabras de Vargas Llosa: todos las condenaron, recordaron que Vargas Llosa hacia pocos meses había sido derrotado en las elecciones en Perú por Alberto Fujimori y por esa derrota lo subestimaron.

No justifico pero sí entiendo la actitud airada de Octavio Paz. Las palabras cambian de significado según el contexto en el que son pronunciadas. Paz en 1969 había escrito que México vivía bajo la dictadura del PRI. En 1985, en la revista Vuelta, había anunciado que el PRI ya había cumplido su misión histórica y que era tiempo de democratizarse. Eso no ocurrió, en 1988 el PRI se fragmentó. La izquierda del PRI se transformaría en el PRD, antecedente directo de Morena, una izquierda intransigente y nacionalista. Salinas de Gortari intentaba en agosto de 1990 reconducir al PRI hacia el modelo que el llamaba de “liberalismo social”. Octavio Paz le concedió el beneficio de la duda a Salinas, al cual había conocido años atrás en Harvard cuando este era un joven estudiante de economía. Paz apreciaba los esfuerzos modernizadores de Salinas y, por supuesto, la creación del Conaculta. En ese contexto se dieron las declaraciones de Vargas Llosa. Escribió Krauze: “La frase quedó en la memoria mexicana, como una estocada de antología”.

La salida intempestiva de Vargas Llosa de México (ocasionada por asuntos familiares y de cambios de horarios de su vuelo) fue interpretada como una expulsión del país. Esa salida abrupta y las declaraciones tonantes de los priistas en su Asamblea amplificaron al máximo las declaraciones del peruano. “Por haber llamado ‘dictadura perfecta’ al sistema político del PRI… recibí numerosos jalones de oreja, incluso el de alguien que yo admiro y quiero mucho como Octavio Paz, pero, la verdad, sigo pensando que aquella calificación es defendible”, escribió Vargas Llosa años después (“La dictadura perfecta”, en Los desafíos de la libertad, Aguilar, 1994).

Dos meses después del Encuentro Vuelta, según refiere Fernando de Szyszlo, cercano de Paz y de Vargas Llosa, “me encontré con Octavio en Nueva York porque había un recital suyo. Lo voy a saludar, él me ve de lejos y me dice: ‘¡Tu amigo me ha traicionado! Le respondí: ‘En realidad Mario no te ha atacado a ti sino al PRI, una cosa que todos pensamos’. Yo le conté a Mario, después la amistad con él se recuperó” (Zona Paz).

En marzo de 1990, meses antes del Encuentro Vuelta, Octavio Paz envió un mensaje que fue transmitido durante la campaña de Mario Vargas Llosa por la presidencia. Leyó un texto titulado “Alba de libertad”. En sus líneas finales escribió Octavio Paz: “El poeta Heine dijo alguna vez que prefería ser recordado no por su pluma y sus poemas sino por sus combates en defensa de la libertad. Estoy seguro de que mañana, nuestros hijos y nietos recordarán a Mario Vargas Llosa, al novelista, al creador de mundos tan reales y fantásticos como la realidad misma, pero igualmente al combatiente civil y al demócrata. Saludo en él a la rara avis síntesis de la imaginación literaria y la moral pública”.

La expresión sobre “la dictadura perfecta” fue una más de las defensas de la libertad que emprendió Mario Vargas Llosa. Ahora que en México estamos perdiendo aceleradamente los espacios de libertad, es bueno recordar su gran ejemplo. ~

 

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