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Alberto Lovera Viana: Por qué participar en las elecciones

 

“¿Qué va a pasar? La oposición dejó la calle después de 120 muertos y ahora la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se encuentra dividida en torno a las elecciones regionales del próximo mes. Para la mayoría, volver a las urnas es impedir que Maduro consolide su dictadura. Para otros, como María Corina Machado, es ser partícipes de una farsa.” Plinio Apuleyo Mendoza. El Tiempo, Bogotá, 15 de septiembre de 2017.

La convocatoria a elecciones de gobernadores para el próximo 15 de octubre, hecha por el Consejo Nacional Electoral (CNE) mediante una modificación de la fecha original ordenada por un ente jurídicamente inexistente, producto de una convocatoria írrita y una votación fraudulenta, la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente (ANC), ha generado fuertes discrepancias en los sectores que se oponen al gobierno de Nicolás Maduro.

El primer grupo en orden de aparición fue el de los partidarios de escoger e inscribir candidatos para participar en dichas elecciones. El diputado Henry Ramos Allup (HRA), secretario general de Acción Democrática (AD), dio declaraciones al día siguiente del anuncio de la nueva fecha, en las que informó la decisión de su partido. Dos días después lo hizo Julio Borges, diputado presidente de la Asamblea Nacional (AN) y líder de la fracción mayoritaria, Primero Justicia (PJ). En los días siguientes fueron sumándose el resto de las organizaciones partidistas agrupadas en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

La primera voz disidente, el tercer día, la tuvo la ingeniera María Corina Machado (MCM), coordinadora del movimiento Vente Venezuela, que ejerce cierta influencia en sectores y personalidades independientes, entre las cuales se cuentan periodistas formadoras de opinión que han apoyado públicamente la posición de abstención militante en las elecciones regionales y en casi todas las elecciones anteriores en las que participó la oposición.

Es de recordar que la abstención oposicionista en las elecciones de diputados a la AN el año 2005, fue promovida por el mismo HRA con argumentos parecidos a los que hoy esgrimen los partidarios de no votar en estas elecciones de gobernadores, los cuales fueron básicamente: un CNE parcializado y una convocatoria procedente de un gobierno deslegitimado. Ello permitió a Hugo Chávez gobernar con un poder legislativo favorable y monocromático durante cinco largos años, en lo que fue una dura lección para las fuerzas democráticas, que tuvieron en ese lapso nula participación en la vida pública por la carencia de una tribuna institucional desde la cual hacer oír su vocerío. Por lo visto, aprendieron la lección.

Por eso el primer sorprendido con la decisión mayoritaria de los partidos oposicionistas ha sido precisamente el gobierno, que confiaba, al igual que en las elecciones parlamentarias de 2005 y, más recientemente, en la reciente elección fraudulenta de la espuria ANC, que la oposición se abstendría y le dejaría el camino libre para la imposición de sus candidatos, en una suerte de votaciones plebiscitarias, a las cuales seguramente habrían invitado observadores internacionales procedentes de países que adversan al gobierno de Maduro, quienes podrían tener libre acceso a todas las fases del proceso electoral, incluyendo los programas fuente de las máquinas de votación, a fin de despejar cualquier duda acerca de su transparencia. El gobierno lavaría su cara ante la comunidad internacional y contaría con veintitrés gobernadores electos en libérrimos comicios. En tales circunstancias el anuncio de la voluntad opositora de elegir y postular sus candidatos a gobernadores ha caído como un balde de agua fría sobre los presuntos constituyentes. Sobre este punto, el abogado y ex gobernador del estado Barinas Gehard Cartay Ramírez, expresó en un artículo aparecido en el diario La Prensa de ese estado:

“Resulta obvio que el régimen no esperaba que la mayoría de la oposición democrática participara en la supuesta elección de gobernadores. Resulta obvio también que calculó mal su jugada, al dar por seguro que aquella no participaría, presionada por alguna gente decepcionada por la elección de la fraudulenta Constituyente madurista o porque ya no sienten que podamos salir de la dictadura de manera inmediata. Se sabía de antemano que si la oposición no postulaba candidatos, entonces el régimen haría sus elecciones y se cogería todas las gobernaciones, sin mucho esfuerzo y gracias al criterio de quienes sostenían la conveniencia de no participar. Está claro que ahora la realidad es otra.”

LA DISCUSIÓN.

La base argumental de los promotores de la abstención ha sido la carencia de legitimidad de la espuria ANC para adelantar la fecha de las elecciones. En este sentido se ha alegado que la participación implica un retroceso en la posición opositora de no reconocer a dicho ente y significa una admisión de hecho a su auto asumida y usurpatoria facultad de sustituirse en los poderes de cualquier autoridad del Estado, lo que constituiría un paso más hacia la supresión o el solapamiento de funciones con la AN, en especial las relacionadas con la aprobación de operaciones de deuda pública, sin duda una de las fuentes de poder real que aún conserva la AN. Así, la mayoría de quienes se han pronunciado en contra de la participación denuncian una incoherencia entre las luchas de calle sostenidas contra los cuerpos represivos (Guardia Nacional y Policía Nacional) una de cuyas banderas fue, precisamente, la denuncia contra el fraude consumado para imponer la falsa ANC. La participación, bajo este criterio, convalidaría dicho fraude, mediante el acatamiento del llamado a elegir los gobernadores.

Por ejemplo, el comunicador social Julio César Moreno León, ex embajador y diputado al Congreso de la República en varios períodos anteriores a 1998, se expresa en esta misma web de América Nuestra en los términos siguientes:

”Hoy, nuevamente envuelta en la incertidumbre, buena parte de la opinión pública considera incoherente aceptar la continuidad del mismo CNE que instrumentó el fraude, falsificó groseramente los resultados del truculento proceso, y ratificó luego su incondicional acatamiento a los usurpadores de la soberanía popular. Tampoco resulta coherente que los partidos, a pesar de denunciar la ilegitimidad de la asamblea oficialista, acaten su vigencia, al reconocerle competencias para adelantar elecciones regionales, y para suspender votaciones de consejos legislativos manteniéndolos bajo control de diputados del PSUV con mandato vencido. En vez de desconocer esas medidas, tomadas en un organismo espurio que cercena derechos electorales y que inutiliza administrativa y políticamente a los próximos gobernadores, los líderes partidistas van a participar en esta desventajosa contienda haciéndose coparticipes de evidentes violaciones de las leyes y la constitución. De esa manera, quieran o no quieran reconocerlo, en este caso la MUD acepta la nueva y forzada legalidad que impone la dictadura.”

Moreno León acierta al señalar que la espuria ANC asumió de manera ilegítima la competencia para adelantar las elecciones regionales, pero no trae a colación que las mismas estaban ya convocadas, para diciembre de este mismo año, por el ente oficial competente, el CNE, lo que rebajaría de mortal a venial la falta cometida por el usurpador.

El rechazo expresado por María Corina Machado ha sido mucho más fuerte, incluyendo en sus expresiones elementos de carácter ético-moral, y desconociendo de una vez la previa convocatoria que hizo el CNE para elegir gobernadores el próximo diciembre:

“Si se inscriben en las regionales, se quedarán solos. Es inconcebible participar en cualquier elección que convoque el Consejo Nacional Electoral. El Poder Electoral avaló la disolución de la República, inventó 8 millones de votos y fue cómplice de la masacre del 30 de julio. Es inconcebible que las fuerzas democráticas venezolanas puedan contemplar un proceso de elecciones regionales sin que salga la dictadura del poder. Aquí nadie debe privilegiar cargos o espacios, porque lo que está en juego es la libertad de Venezuela. No hay elección posible en Venezuela con personas en frente del Consejo Nacional Electoral que se hacen cómplices de lo que pasa en el país. Las elecciones regionales lo que buscan es que convivamos con la dictadura y eso no lo vamos a aceptar. Nosotros estamos con los venezolanos que han arriesgado todo por su libertad. Estamos con la ruta de la libertad. Estamos con la gente, con los escuderos que se levantan una y otra vez”.

La alusión que hace MCM a los “escuderos”, los jóvenes que con improvisados escudos de cartón piedra enfrentaron bombas lacrimógenas y disparos de armas de fuego arriesgando y ofrendando sus vidas en las jornadas de calle que tuvieron lugar entre abril y agosto, deja entrever un reproche, como si participar en las elecciones significara traicionar, o al menos desconocer, su valioso aporte en la lucha anti dictatorial, como si se estuviera cambiando la calle por unos cargos públicos o espacios políticos. Esto ameritará un comentario más adelante.

El abogado y analista político Gustavo Tarre, jefe parlamentario de la democracia cristiana venezolana durante la década de 1990, hoy residente en los Estados Unidos bajo status de perseguido político, publicó dos artículos sobre el tema. En el primero se opuso a la participación de la oposición en el proceso electoral, con razones estrictamente políticas muy bien sopesadas y sin pretender manipular a sus lectores con el argumento sentimental de la traición a los escuderos y sus mártires. Pero, igualmente con argumentos políticos incontestables, en la segunda oportunidad reconoció la situación de hecho que se presentaba con la celebración de elecciones primarias opositoras para elegir los candidatos a gobernadores y la inscripción de los mismos ante el CNE, y llamó sin tapujos a votar:

“La oposición se merece un ‘borrón y cuenta nueva’ para formar un bloque político poderoso, eficaz y merecedor de la confianza de todos. Tal vez tenga razón Claudio Nazoa cuando afirma que ‘todos tenemos la razón’. ¿Mi conclusión? Hay que hacer de tripas corazón. Hay gente que piensa votar y gente que piensa no hacerlo. Estamos divididos y los opositores no pueden dividirse. Es importantísimo entonces pedirles que reflexionen. Si hay elecciones cada abstención es un voto por Maduro. Hay quien piensa que la democracia es escoger de entre males, el menor. Votar en vez de abstenerse puede ser lo mismo. Abstenerse es dejar en la estacada a mucha gente valiosa y, muy especialmente, a Miguel Pizarro, a Juan Requesens, a Stalin González, a Freddy Guevara, a David Smolansky, a Armando Armas, a Jon Goicochea, a Carlos Paparoni, a José Manuel Olivares, a Manuela Bolívar y a tantos otros que bien se merecen nuestro respaldo. Desde la distancia y con humildad, hago un pedido al venezolano de a pie: resiste, sigue en la calle, continúa denunciando al gobierno en las redes, en las colas, en los transportes, en tu familia y en tu trabajo, convence cada día a más gente. Como dijo el Profeta Isaías, ‘levanta con fuerza tu voz’. Emplaza y formula exigencias a los que son dirigentes y a los que pretenden serlo. Si estás convencido, haz campaña por los candidatos, si eso te resulta difícil o ninguno te entusiasma, limita tu acción a golpear todos los días al gobierno en todas las esferas donde vives y actúas. Pero, llegado el día de las elecciones, si es que llega, ve a votar, así sea, como alguna vez dijo Rómulo Betancourt, con un pañuelo en la nariz. Cada abstención es un regalo a la dictadura. Si aún crees que votar es una mala estrategia, tu abstención no la va a cambiar sino a empeorar. Nada pierdes votando, salvo ‘darte un gusto’, castigando a quienes crees que se equivocaron, pero también es darle un gran gusto a Maduro. Recuerda que estás votando por los 120 asesinados, por los presos, por los torturados, por los heridos. Estás votando contra la dictadura, contra la corrupción, contra la incapacidad. Estás votando por futuro de Venezuela.”

Otro columnista formador de opinión, el economista y sacerdote jesuita Luis Ugalde, respaldó desde el primer momento la participación de la oposición en las elecciones de gobernadores:

“Si usted quiere complacer a este gobierno dictatorial y sus intereses, ya sabe lo que tiene que hacer: dividir a los demócratas, no ir a votar y hacer campaña para que solo voten los partidarios de la dictadura y se queden con todas las gobernaciones. Maduro le dará las gracias por los favores recibidos. Si además ataca a la MUD y a los diputados que se jugaron heroicamente en la calle, mejor. No somos ingenuos. Con estas votaciones no acabaremos con la dictadura, pero son una buena oportunidad para movilizarse, activar la población, mejorar su organización y calentar la calle con nuevos temas y motivos.”

En esto de las citas quiero concluir con una breve opinión del economista Ricardo Haussman, otro exiliado venezolano, ex ministro de planificación, que actualmente aporta sus conocimientos al Banco Mundial:

“Tenemos el problema de que como oposición, nos preparamos para luchar con las reglas de la democracia. Dicho esto, no podemos decirles a los partidos que no participen, porque le estaríamos dando un argumento a la dictadura. Es más movilizador para nosotros participar y obligar a que nos roben el resultado, para debilitarlos y hacerlos más frágiles ante la comunidad internacional.”

La revisión de posteriores declaraciones de prensa y expresiones en las redes sociales, permite asegurar que el resultado de la polémica pública dentro de los sectores de oposición se ha decantado ostensiblemente a favor de la participación. Todo parece indicar que, como sucedió con ocasión de las elecciones parlamentarias de 2015, el abstencionismo militante (así llamado para diferenciarlo de la abstención inercial) no superará el cuatro por ciento de los electores.

EL VIRAJE TÁCTICO.

A esta altura del análisis resulta conveniente escrutar las causas de lo que ha sido periodística y políticamente denominado enfriamiento de la calle, entendiendo por tal el cese de las marchas y manifestaciones, de las “trancas” de tráfico y de otros actos de resistencia a los cuerpos represivos del régimen.

Lo primero a ser señalado es el endurecimiento de la represión, con aumento del número diario de muertos y lesionados. Cerca de ciento treinta días de protestas condujeron a una represión cada vez más cruenta con resultados patéticos en muertes (más de 120), presos (más de 490), torturados y amenazados, que incluyó también a alcaldes y otras personalidades relevantes de la oposición.

Como punto álgido e interesante, se observó una participación creciente de jóvenes que tomaron el protagonismo y fueron blanco de las armas de las fuerzas represoras, lo que condujo a la reaparición de sectores radicales que iniciaron protestas autónomas de diferente índole, ajenas a las convocatorias de la MUD y abiertamente opuestas a ésta. Este estado de confusión activó un improvisado liderazgo juvenil vecinal que realizaba protestas arbitrarias, generalmente mediante “trancazos” muy localizados, que desajustaron la vida cotidiana de vecinos y trabajadores, generando una fuerte molestia de los afectados, quienes se sintieron víctimas inocentes de iniciativas que sólo conducían a dificultar el normal desenvolvimiento de sus actividades.

A esto debe sumarse el miedo o temor de muchos al constatar la decisión del régimen de reprimir hasta lograr controlar las protestas. Los padres de familia comenzaron a sentir que estaban enviando sus hijos a una muerte más que probable, lo que también contribuyó a la transformación de las marchas originalmente multitudinarias convocadas por la MUD, en protestas por sectores geográficos de la capital, principalmente en urbanizaciones de clase media.

En el último mes de las acciones de calle, ya se pudo observar una real pérdida de la capacidad de dirigir y controlar las protestas por parte de la MUD, cuya imagen y auctoritas se fueron diluyendo paulatinamente, mientras surgían focos de protestas auto convocadas y se hacía más violenta la represión.

Otro elemento crucial fue la instalación de la ilegítima ANC, exhibida por el gobierno como una demostración oficial del poco éxito de las protestas.

Finalmente, como causa más reciente, la insólita decisión de la misma ANC de ordenar al CNE una nueva convocatoria adelantando las elecciones regionales de diciembre a octubre, y la inmediata aceptación de los partidos opositores mayoritarios a participar en las mismas, lo que trasladó el escenario de la lucha, de las calles a las mesas de votación.

Los cuatro meses de acciones populares contra el gobierno de Maduro arrojan un balance positivo y alentador, en especial en el ámbito internacional. Sin duda alguna, de no haber sido por la represión oficial y sus consecuencias, el régimen no habría podido ser calificado de dictatorial y atraído contra sí la repulsa de la mayor parte de los gobiernos democráticos del mundo occidental, ni habría sido fácil para el gobierno de los Estados Unidos justificar la aplicación de las tímidas sanciones económicas que ha anunciado. También en el plano interno el balance es positivo en términos de mayor descrédito del régimen, incluso ante los militantes del partido que le sirve de soporte político. Los muertos, los presos y los exiliados no sufrieron en vano.

¿POR QUÉ PARTICIPAR?

Los partidos políticos, en el concepto comúnmente aceptado de Maurice Duverger, son organizaciones de ciudadanos que tienen como propósito el control del poder político para desarrollar desde allí una determinada concepción del bien común. Añadiría que, cuando son gobierno cumplen su propósito y cuando son oposición luchan por adquirir el control que les permitirá cumplirlo. Bajo un régimen democrático, así lo sea sólo en apariencia, esta lucha se desarrolla, básicamente, en el terreno electoral, constituyendo así una obligación de propósito, para todo partido, competir en el mismo y tener éxito. Esta obligación de tener éxito es la que determina las políticas de alianzas, tanto preelectorales como parlamentarias o mediante coaliciones de gobierno.

En casos como el venezolano, donde un grupo de maleantes comunistas, que se han hecho con el poder para desarrollar cualquier cosa menos el bien común, se niegan, mediante todo tipo de subterfugios y arbitrariedades, a ceder espacios de poder, la obligación de los partidos no puede ser otra sino la búsqueda de dichos espacios, por pequeños que fueren, para hacer oír su voz y para, de ser necesario, recibir vejaciones y puñetazos (como ya se ha hecho costumbre en el recinto parlamentario) y represión en su ejercicio. En todo caso, estas expresiones de violencia primitiva sólo han servido para desprestigiar al agresor.

Cuando quienes ejercen el poder político tienen, como es nuestro caso, pretensiones totalitarias, la lucha electoral debe ser complementada con las llamadas acciones de calle: manifestaciones, marchas y demás recursos para la libre expresión. Todo esto ha sido hecho y la oposición organizada en la MUD ha cumplido ambos roles, a pesar de todas las críticas que pueden hacérsele.

Se trata de verdades de Perogrullo, cuya repetición sólo busca demarcar el área de discusión. Volvamos a lo concreto.

En cuanto a la legalidad de la convocatoria se observa que, tras haber secuestrado las elecciones de gobernadores, que debieron haberse realizado el mes de diciembre de 2016, el CNE, ente irregular en su integración pero no espurio, las convocó, al fin, el pasado mes de mayo, para diciembre de 2017. Posteriormente, una instancia sobrevenida, producto de una convocatoria presidencial jurídicamente inexistente, la ANC, arrogándose facultades que no posee, ordenó al CNE adelantar esa fecha dos meses y este órgano, el único competente para fijar y modificar la fecha, acató dicha orden y emitió una nueva convocatoria.

Sin duda que el propósito era pillar desprevenida a la oposición, confiando en que ésta se negaría a participar del proceso. Es evidente, como advirtió el ex gobernador Cartay en el artículo citado al inicio, que no contaban con una respuesta inmediata, afirmativa y conteste. La oposición no va a repetir el error cometido el año 2005.

Ahora que los pillados han sido los del gobierno ¿qué puede suceder?

Lo primero que viene a la mente es la suspensión del proceso. La falsa ANC, arrogándose de la manera más burda una supuesta supra constitucionalidad, decide, simplemente, designar los nuevos gobernadores o, más sencillo aún, prorrogar el mandato de los actuales.

Otra arbitrariedad podría ser la inhabilitación de los candidatos opositores que se consideren probables triunfadores, a fin de obligar a la MUD a postular personas poco conocidas.

O también, en último caso, permitir que se realicen las elecciones y después privar ilegalmente a los gobernadores de sus facultades constitucionales y legales, como ya fue hecho en la Alcaldía Metropolitana de Caracas y se trata de hacer con la AN.

Seguramente estarán maquinando otras fórmulas de desconocer la voluntad del pueblo, pero estas tres han sonado recientemente. Aquí hay que señalar enfáticamente que, en cualquiera de los escenarios, pierde más la dictadura que la oposición. En el primero, porque sobreabundaría en el desenmascaramiento de su carácter totalitario; en el segundo, porque es tal el rechazo que reflejan las encuestas contra el gobierno y sus eventuales candidatos, que la oposición triunfaría postulando aun al más desconocido de los ciudadanos; y en la tercera posibilidad, porque será tan abrumadora la mayoría opositora, que el régimen, en todo caso, terminaría desprestigiado y acorralado por sus propias mentiras y su debilidad.

Por otra parte, hay que poner algunas cosas en su sitio: las elecciones fueron convocadas con un año de retraso y con muchas otras manifestaciones de ventajismo, pero las convocatorias emanaron del Poder Electoral y, la circunstancia de no haber sido renovados sus integrantes, no lo convierte en un órgano espurio. No se trata de la ANC, convocada por un presidente que no tiene competencia constitucional para hacerlo, como no la tiene ningún poder constituido. Además de haber sido electos sus integrantes mediante una votación fraudulenta denunciada por el presidente de la empresa responsable del voto electrónico, la ANC es falsa, espuria, por no haber sido convocada por el pueblo, único depositario de la soberanía, mediante un referéndum; en tanto que el CNE está integrado irregularmente, por haberse vencido el plazo para la renovación de sus integrantes, pero es el órgano constitucionalmente competente para convocar y regir los procesos electorales.

De manera que el único debate, como deja entrever Tarre en su artículo también citado, es si participar en las elecciones de gobernadores sirve o no sirve para salir de Maduro, de los cubanos y de la mafia delincuente que ha secuestrado el poder.

En mi opinión, por las razones que he expresado, sí sirve, y el peor error que podrían cometer los partidos en esta coyuntura, sería no participar.

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El autor es periodista y abogado, profesor de post grado de la Universidad Central de Venezuela y fue Juez Superior y Senador de la República.

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