DictaduraEconomía

Socialismo en la Cuba de hoy y de mañana (III): la alternativa liberal

'Intentaremos, en este artículo final, definir una visión alternativa y defender su adecuación para la Cuba poscastrista.'

Economía liberal: Ilustración.
Economía liberal: Ilustración. CIUDAD LIBERAL

 

 

Dos cosas hemos querido acentuar en los artículos precedentes: primero, denunciar la complicidad de los «socialistas puros» pro-gobierno en el mantenimiento de la dictadura; segundo, alertar sobre los peligros de tomar un camino inadecuado para Cuba, representado en los socialdemócratas. Intentaremos, en este artículo final, definir una visión alternativa y defender su adecuación para la Cuba poscastrista.

Cuba es una sociedad depauperada por un virus letal llamado castrismo. Como aún estamos en esa fase, solemos centrar el debate en como erradicar el patógeno, pero no debemos perder de vista que un organismo tan debilitado, es proclive a infecciones bacterianas que persisten incluso cuando se rebasa la enfermedad original. Cómo librarnos de esos gérmenes oportunistas es lo que debatiremos aquí.

El Estado de Bienestar escandinavo es diferente del canadiense y ambos difieren del alemán. Lo que tienen en común es la acumulación previa de capital en un entorno de libre mercado; lo que les diferencia son sus propias circunstancias histórico-culturales, en última instancia, antropológicas.

Intentar transpolar a Cuba experiencias triunfantes allá, es equivalente a usar un antibiótico muy específico sin saber cuál es el «bicho» que está infectando aquí. Como será imposible tener un diagnóstico concreto a priori, ya que no sabemos cómo interactuarán los factores políticos, jurídicos, sociales y culturales que moldearán la economía poscastrista, entonces, lo adecuado, será utilizar el antibiótico de amplio espectro que mejor resultado comprobado tiene: el sistema económico liberal.

Todo sistema económico debe responder lo siguiente: ¿Qué bienes producir, cómo producirlos, en qué cantidad y calidad, dónde producirlos y cómo distribuirlos? La respuesta que da la economía liberal es aminorar la intervención estatal como precondición para que surjan los precios de mercado, que son la información fundamental para armonizar la respuesta social a esas preguntas económicas. Y no solo de modo eficiente, sino también, si se adecuan los derechos de propiedad para minimizar las externalidades, de modo sostenible y justo: cada cual obtiene de la sociedad según aporta a esta.

Los precios de mercado son el reflejo más fiel del grado de escasez y demanda de bienes y servicios, por ello, son la herramienta fundamental para ajustar —de forma espontánea y descentralizada— producción y consumo; toda interferencia en ese sistema de señales descoordina y retrasa el progreso económico causando malas asignaciones (inversiones y gastos) de recursos.

De ahí que el rol fundamental del Gobierno poscastrista no puede ser diseñar, mediante ingeniería social, la Cuba que el partido político de turno desee, sino, crear las condiciones básicas para que las personas decidan su futuro. Lo cual se puede sintetizar en el lema con el que la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) llegó al poder tras la Segunda Guerra Mundial y transformó a la RFA: «Seguridad. ¡No experimentos dudosos!» (en alemán suena mejor).

Punto neurálgico será como gestionará el Gobierno poscastrista el ahorro —imprescindible para invertir en capital fijo— que llegará mediante inversión extranjera y, muy principalmente, mediante préstamos de instituciones supranacionales —FMI, Banco Interamericano, Banco Mundial— que sin dudas abrirán sus bóvedas a una Cuba democrática.

Lo recomendable sería que estos flujos no sean invertidos directamente por el Gobierno, sino que, a través del sistema financiero que la libertad de mercado genera, se conecten estos fondos con los empresarios privados.

Esto no quiere decir que el Gobierno no tenga política económica. Como encargado de la macroeconomía deberá cuidar el equilibrio fiscal y monetario, pero su rol fundamental será proteger la libertad e inviolabilidad de los contratos, proveer seguridad jurídica y estabilidad política. Si el proceso de creación de riquezas es justo, la distribución que se obtenga es también justa.

Un Estado que recauda poco es un Estado que interviene poco y permite sean los agentes económicos privados los que tomen las decisiones sobre el terreno, algo que maximiza el buen uso de los recursos. Hasta dónde «el poco», es una decisión social que deberá tener en cuenta cuidar y sostener a aquellas personas que, por razones diversas, les sea imposible aprovechar el sistema de mercado.

Es una buena guía la frase de Adenauer: «Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario», entendiendo ese necesario desde el realismo y el largo plazo, pues no pueden resolverse todos los problemas inmediatamente y hay que hacer ajustes dolorosos, sobre todo los referidos a la flexibilidad laboral, en un país donde lo habitual durante 63 años ha sido la estabilidad forzada.

La política monetaria, «inevitablemente» en manos estatales, deberá ser muy restrictiva para mantener estable el valor de la moneda, y debe encararse un debate técnico sobre la dolarización de la economía nacional.

En fin, en las antípodas de las políticas intervencionistas socialdemócratas, una economía liberal propugna, sobre todo, la libertad, «que no es hija del orden, sino su madre» (Proudhon), siendo orden y estabilidad lo que más va a necesitar el organismo social cubano para recuperarse de una tan larga y dolorosa infección. Solo se hará bien en conjunto, si cada persona puede hacerlo a su modo.

 

 

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