Solidaridad con Colombia
Alfredo Infante s.j., del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco:
Arde Colombia en protestas sociales en medio de un contexto pandémico. Los manifestantes, en su mayoría, son jóvenes. La reforma tributaria introducida por el Gobierno de Iván Duque destapó un malestar social histórico en un país marcado por la polarización política, la desigualdad social, el conflicto armado, los desplazamientos internos de poblaciones civiles y millones de refugiados que han tenido que atravesar la frontera hacia otros países, para salvar su vida ante las amenazas de los actores del conflicto: Estado, paramilitares y guerrillas.
A los pocos días de iniciarse las protestas, el presidente Iván Duque retiró la propuesta de ley y, sin embargo, las manifestaciones continúan porque, en definitiva, la reacción fue sólo el activador de un gran descontento contenido en el inconsciente colectivo. Lamentablemente ya van decenas de muertos, miles de heridos, detenciones arbitrarias y persecución a líderes sociales.
Con la firma del Acuerdo de Paz, el 24 de agosto de 2016, su construcción sigue siendo el gran desafío para Colombia; y en un país polarizado, que ha padecido un prolongado conflicto armado, no es de extrañar que en medio del descontento expresado en las protestas sociales, se levanten teorías conspirativas desde el poder para justificar la represión, criminalizar la protesta y desviar la atención de las causas reales -como de hecho está ocurriendo-. Sin embargo, también es importante subrayar que las guerrillas, expertas en el arte de la manipulación, aprovecharán el momento para incidir, llevar el descontento hacia sus intereses de poder y robarle la bandera de lucha a la sociedad civil. Tienen pues los ciudadanos la tarea de lograr que este movimiento social de protestas no se criminalice ni se manipule, ni se distorsione ni sea cooptado por los actores armados revolucionarios, que no representan una alternativa superadora de la realidad, como hemos visto en Venezuela y Nicaragua.
Sí, arde Colombia, país herido, que ha acogido con generosidad hasta el momento a más de un millón 742 mil venezolanos, en su mayoría pobres, de esos que han atravesado nuestro país a pie, han cruzado la frontera y continuado su recorrido, sin lugar fijo, buscando encontrar un mínimo de estabilidad y que, ahora, se encuentran lejos de su tierra, en medio de la pandemia, en un país polarizado y convulsionado.
Es evidente que en todo el mundo se han fortalecido los autoritarismos y se han afianzado los mecanismos de control social. Este es un desafío que, en cada país, deben afrontar las organizaciones sociales. La protesta pacífica es un derecho humano inalienable y el recurso más adecuado con el que cuenta la ciudadanía cuando los espacios de participación se han cerrado.
Desde Signos de los Tiempos nos unimos a todo el pueblo colombiano y, especialmente, a los migrantes venezolanos que se encuentran en medio de la incertidumbre en una tierra hermana. Por eso, acogemos con devoción la jornada de oración que ha propuesto la Conferencia Episcopal Colombiana, para el viernes 07 de mayo, la cual «busca atender el clamor del pueblo colombiano que pide a gritos que cese la violencia y se busque el diálogo como camino para solucionar el conflicto que enfrenta hoy el país»[1].
Oremos por Colombia, por la paz y la justicia. Hacerlo es también orar por Venezuela. Que nuestro Señor Jesucristo nos dé la sabiduría para ser constructores de la paz.
*Foto: RTVE
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco
30 de abril al 06 de mayo de 2021/ N° 101