Primero fueron los guantes de trabajo y los machetes en divisas y, ahora, también el abono. La noticia de la reactivación de la Fábrica de Fertilizantes Mezclados NPK (Nitrógeno, Fósforo y Potasio), en Cienfuegos, llegó acompañada de la mala nueva de que sus productos serán exportados o vendidos en moneda libremente convertible (MLC) en Cuba.
En medio de un gran desabastecimiento de insumos agrícolas, la mayor industria de fertilizantes del país inició este mes su fase de prueba para «verificar la operación a plena capacidad», según publicó la prensa local. Perteneciente a la Empresa Química de Cienfuegos y con tecnología de la India, la industria dispone de materia prima para producir 6.200 toneladas de abonos agrícolas.
«Vamos a estar aproximadamente quince días en las pruebas de rendimiento para alcanzar las 55 toneladas por hora de producción, que es la capacidad de diseño de esta instalación», añadió el director general de la industria, Mario Valmaseda Valle. «La Empresa Importadora y Exportadora del Ministerio de Comercio Exterior se encargará de la comercialización. Va a ser vendida en moneda libremente convertible».
«Lo que tiene que hacer el Gobierno es darle libertad al campesino para producir, para vender, para exportar y que se le quiten o se le reduzcan los impuestos para que el que está bajo el sol sobre la tierra no tenga que ser también un economista»
Las declaraciones del directivo no tardaron en generar revuelo en las redes sociales y entre los campesinos, quienes por meses han demandado acceso al producto que prácticamente ha desaparecido desde hace más de un año de las tiendas en moneda nacional.
«Lo que tiene que hacer el Gobierno es darle libertad al campesino para producir, para vender, para exportar y que se le quiten o se le reduzcan los impuestos para que el que está bajo el sol sobre la tierra no tenga que ser también un economista sacando cuentas de los cuatro pesos que le quedaron para poder pagar a los trabajadores o comprar divisas», detalla a 14ymedio Esteban Ajete Abascal, presidente de la Liga de Campesinos Independientes de Cuba.
El agricultor cuenta que «antes de esta última crisis aquí en San Juan y Martínez, Pinar del Río, el fertilizante se depositaba en unos almacenes del paradero de trenes y de ahí una flotilla de camiones lo trasladaba a los diversos campesinos, pero eso ya es historia antigua».
Ahora, la poca cantidad que entra «queda en manos de los funcionarios de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap) que lo distribuyen a quienes se dedican al tabaco o a otros cultivos priorizados. Al que antes recibía 50 sacos, hoy le llegan 10 y de esos, dos o tres los revende a aquellos que no reciben nada. Consecuencia: todos los cultivos se quedan muy por debajo de la dosis de fertilizantes que requieren».
«Estamos hablando de fertilizante nitrogenado y un poco de urea que se usa para levantar el cultivo frente a la humedad. Antes de la crisis un saco costaba entre 80 o 90 pesos, pero hoy solo se consigue por la izquierda a un precio de 400 o 500 pesos. Un saco cubre media caballería y hay que aplicarlo como mínimo un par de veces durante el laboreo», detalla Ajete.
«No se trata sólo de cómo conseguir la divisa, sino de que en esta zona de aquí siguen los impagos a los campesinos, así que ni siquiera contamos con el dinero de cosechas que le hemos vendido al Estado hace meses»
Pero el abono no escapa a los malos manejos. Ajete denuncia «el mecanismo corrupto de distribución de fertilizante» que ponen en práctica algunos funcionarios de la ANAP o presidentes de cooperativas. «Lo entregan a cambio del producto cosechado a precios muy por debajo de lo que está establecido. En lugar de vender el saco a sobreprecio se lo ofrecen a aquellos que le multiplicarán el valor usándolo en productos de alta demanda como tomates o malanga».
«Los más favorecidos con estas malas prácticas son los que tienen mejores tierras y entre ellos los que se prestan para delatar y trabajan para la policía política como informantes», explica Ajete.
«No se trata sólo de cómo conseguir la divisa, sino de que en esta zona de aquí siguen los impagos a los campesinos, así que ni siquiera contamos con el dinero de cosechas que le hemos vendido al Estado hace meses», lamenta otro campesino, residente en la zona de Cacocum, en la provincia de Holguín, y perteneciente a la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Manuel Freire.
«Aquí hemos pasado hasta seis meses para que nos paguen productos que entregamos el año pasado. Si al menos tuviera ese dinero podría pensar si comprar dólares, depositarlos en mi cuenta en divisas y entonces adquirir el fertilizante, pero ni eso puedo porque nos pagan atrasado y de buchito en buchito».
«Lo único que falta es que cuando lleguen las lluvias también haya que pagarlas en dólares, porque cada día hay más implementos que necesitamos y que solo se encuentran en una moneda con la que no nos pagan nuestras cosechas», explica el agricultor a 14ymedio. «No se puede entender que quieran producir más alimentos para el pueblo y que tomen estas decisiones».
Gelma justificó la decisión a través de sus redes sociales diciendo que, en medio del «desabastecimiento de las redes de comercialización, el sector requiere de un sistema que facilite a los productores acceder a insumos»
El economista Pedro Monreal también criticó la medida, que catalogó como una «decisión absurda» en su cuenta de Twitter. «La producción de alimentos agropecuarios depende de productores privados que no pueden tener ‘interés’ en comprar fertilizantes en MLC por la sencilla razón de que no tienen ingresos en MLC», lamentó el académico, que ha criticado con anterioridad la dolarización en el sector.
En septiembre pasado el Grupo Empresarial de Logística (Gelma) del Ministerio de la Agricultura lanzó una nueva modalidad comercial. Con un catálogo de venta en divisas centrado en el sector agrícola, la empresa estatal comenzó a ofrecer yugos para bueyes, botas, azadones, herraduras para caballos y alambre para cercas perimetrales, entre otros insumos.
Gelma justificó la decisión a través de sus redes sociales diciendo que, en medio del «desabastecimiento de las redes de comercialización, el sector requiere de un sistema que facilite a los productores acceder a insumos, equipamientos, partes, piezas y accesorios de carácter especializado, y otros surtidos, que permitan el incremento de las producciones agropecuarias».
Heberto Ramos, un campesino de Alquízar en la provincia de Artemisa, tampoco esconde su indignación. «Alrededor de mi finca nadie tiene familia que le mande dólares ni posibilidad de tenerlo por otra vía. ¿Qué vamos a tener que hacer para lograr comprar fertilizantes en divisas?», cuestiona vía telefónica este productor de verduras y frutas.
«Uno puede llegar a entender que algunos productos o maquinarias que son importadas se venden en dólares, pero un fertilizante que se hace aquí mismo en el país no tiene sentido que se venda en otra moneda que no sea la nacional», explica Ramos. «Parte del abono que se usa en mi finca lo obtengo yo mismo de los desechos, pero sin tener además un poco de fertilizante industrial es muy difícil sacar adelante un sembrado».