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Sophia Loren: «Nunca me vi guapa, pero ahora me gusto al mirarme al espejo»

A pesar de los tiempos convulsos que vivimos, Sophia Loren no pierde el entusiasmo. A sus 87 años, vive sola en su casa de Ginebra rodeada de recuerdos. Comparte algunos de ellos en esta entrevista en la que la leyenda del cine habla también del #Metoo, su afición a los espaguetis, sus hijos o su vida cotidiana.

 

Vivimos tiempos complicados, pero Sophia Loren tiene un remedio. «Me encanta Fred Astaire y, cuando me siento baja de ánimo, veo una de sus cintas y me pongo a bailar con él. Así me olvido de las malas noticias que nos llegan constantemente», cuenta desde su casa de Ginebra. El ‘método Astaire’ contra los males es típico de Loren, reflejo de lo que este bellezón napolitano encarna desde siempre: calidez, pasión, serenidad, alegría de vivir… y determinación.

Este último factor fue decisivo para que una flaca jovencita –la llamaban ‘el palillo’– crecida en una barriada popular de Nápoles se metiera a Hollywood en el bolsillo. En Orgullo y pasión (1957), Cary Grant y Frank Sinatra rivalizaban por su amor, pero los filmes que la hicieron mundialmente famosa fueron películas italianas como Dos mujeres (1960), en la que interpretaba a una madre desesperada por proteger a su hija de los horrores de la guerra, y Matrimonio a la italiana (1964), en la que quedaba clara su química con Marcello Mastroianni.

Sophia Loren siguió hechizando a directores y espectadores después de cumplir los 60 años, en películas como Prêt-à-porter, donde volvía a encontrarse con Mastroianni. Hace dos años, tras más de una década de descanso, volvió al trabajo con The life ahead (‘La vida por delante’), película que dirigió su hijo Edoardo Ponti para Netflix.

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Loren al cien por cien. Para su hijo Edoardo, Sophia tiene idéntica «seguridad en sí misma» e igual «empuje» a los 87 años que a los 26. La Loren «es una mujer que lo da todo, que abraza la vida al cien por cien. Hacer algo al noventa por ciento para ella es un fracaso».

Loren tiene casa en Roma y en Nápoles, pero reside en Ginebra desde que nacieron en ella los dos hijos que tuvo con el fallecido productor Carlo Ponti. Edoardo, de 49 años, vive en Los Ángeles y es director y guionista de cine. Carlo, de 53, es director de orquesta y también trabaja en Estados Unidos.

Durante el confinamiento por el coronavirus, Loren –que vive sola en Ginebra– no pudo echar más en falta a su familia. «No pude ver a mis cuatro nietos ni a mi hermana, que viven en Roma –explica–. Por suerte tengo amigos que viven cerca y hablaba con ellos y nos reíamos».

Hace una pausa y suspira. «Estoy muy contrariada. Porque me vi obligada a vivir de una forma que antes me hubiera parecido imposible… Y tenía miedo, mucho. Era una sensación como de que estaba malgastando el tiempo que me queda de vida. Pero ¿qué le vamos a hacer? Lo fundamental es creer en ti misma y tratar de ser fuerte, hacer lo posible por mantener el optimismo, por convencerte de que todo saldría bien».

“Me encanta Fred Astaire y, cuando me siento baja de ánimo, veo una de sus cintas y me pongo a bailar con él”

 

El título de su última película, The life ahead (‘La vida por delante’), no pudo ser más oportuno. También lo que contaba su personaje, una superviviente del Holocausto. «Es importante hablar de la historia con los jóvenes, debatirla con ellos, para abrirles los ojos», afirma Loren.

Sus primeros recuerdos son, precisamente, los de «las bombas que caían y estallaban, el ulular de las sirenas de alarma» en la pequeña ciudad italiana de Pozzuoli, donde nació, hija ilegítima de Romilda Villani, una maestra de piano, y Riccardo Scicolone, un ingeniero de linaje aristocrático que se desentendió de ellas. En su autobiografía, Loren reconoce que aún hoy recuerda «los espasmos provocados por el hambre».

El rodaje de la película no fue fácil. Se sucedieron jornadas de diez horas seguidas de trabajo, pero no hicieron mella en la Loren. «Soy la actriz más infatigable que hay en el cine. Podía trabajar veinte horas y nunca llegaba a cansarme. Tengo tanta energía que lo único que me interesa es seguir adelante como sea». Tanto que no descarta volver a trabajar en otro filme.

A diferencia de las actrices que dicen que se mueren de vergüenza al ver las películas que hicieron de joven, Loren experimenta «justo lo contrario». «Forman parte de quien soy. Y me gusta ver cómo era Sophia a los 17 o los 18 años. Y me hacen llorar porque pienso en la vida maravillosa que he vivido».

Aprovecho para recordarle que en 1962 –cuando se convirtió en la primera actriz galardonada con el Oscar por una película con diálogos en idioma extranjero (Dos mujeres)– tenía tanto miedo de desmayarse si ganaba que la noche de los premios se quedó en casa y pasó el rato preparando salsa de tomate. «Han pasado los años, pero la posibilidad sigue poniéndome igual de nerviosa», reconoce.

 

“Me gusta ver las películas que hice de joven, ver cómo era Sophia a los 17 o los 18 años. Y me hacen llorar porque pienso en la vida maravillosa que he vivido”

 

La confianza en sí misma que transmite Loren no se basa en su físico, sino en sus propias capacidades. «Nunca en la vida me miré al espejo y me dije que era guapísima. Es la pura verdad. Nunca terminaba de encontrarme guapa».

¿Y ahora? «Ahora, me gusto al verme en el espejo. No pienso en lo negativo, me concentro en lo positivo. Pero, claro, todo eso tiene que ver con lo que haces con tu vida», recalca.

 

alternative textLa madre incombustible. «Estoy muy orgulloso de mi madre –dice Edoardo Ponti–. Aborda cada película como si fuese su debut, con tanta ilusión como la primera vez, y eso que tiene una experiencia profesional incomparable»

 

La maquinaria hollywoodiense nunca trató de remodelar a Sophia Loren, aunque en sus memorias reconoce que la consideraban «excesiva», por su físico exuberante, por su nariz prominente o quizá, sencillamente, por su evidente magnetismo sexual. «Una es como es, ha venido al mundo de esa forma, y nadie puede cambiarlo –afirma con orgullo–. Y si hubieran tratado de cambiarme, yo les hubiera dicho que… ¡adiós!».

Esta actitud ayuda a entender las declaraciones que hizo cuando apareció el movimiento #MeToo, negando que alguna vez hubiera sufrido acoso sexual en el mundo del cine. Cosa difícil de creer. Le recuerdo que en sus memorias explica que Marlon Brando «me agarró con fuerza» durante una secuencia romántica de La condesa de Hong Kong, en 1967. ¿No fue eso acoso sexual? «¡Pero, por favor! ¡Marlon, de hecho, me tenía miedo! Luego no se atrevió a hacer nada más. ¡Me bastó con mirarlo un segundo para que se comportara!».

 

“¿Que si me acosó Marlon Brando? ¡Pero, por favor! Si me tenía miedo. ¡Me bastó mirarlo un segundo para que se comportara!”

 

¿Cree que el movimiento #MeToo ha servido para que las actrices jóvenes hoy se sientan menos desamparadas? «Es una pregunta muy difícil de responder porque lo que sucede siempre está en función de una situación en concreto. Todo depende de muchísimas cosas».

Le pregunto qué podría hacerse para mejorar la situación en general, y aventura que no sería mala idea recurrir a «asesores psicológicos para las escenas atrevidas», unas personas capacitadas para coreografiar las escenas de sexo y establecer unos límites claros. «Aunque siempre puedes negarte a rodar secuencias así o escoger otros papeles». Considera que «el feminismo ha conseguido cosas espléndidas, pero todavía queda mucho que hacer para llegar a la igualdad en campos como la familia y las relaciones, por ejemplo».

 

“Soy la actriz más infatigable que hay en el cine. Puedo trabajar veinte horas y no llegar a cansarme”

 

Reconoce que el hecho de estar casada con Carlo Ponti durante 41 años también facilitó que no se sintiera desprotegida. Ponti no solo fue su marido, también su representante y la persona que la lanzó a la fama tras verla en un concurso de belleza, cuando Sophia tenía 16 años. El productor tenía 22 más que ella y por entonces estaba casado (si bien separado). Se casaron en secreto en México en 1957, pero aquel matrimonio fue anulado bajo acusación de bigamia (el divorcio no era efectivo) y se ‘recasaron’ en París en 1966.

Menos espaguetis de los que se cuentan

Hoy trata de practicar ejercicio a diario en una bicicleta estática y de no permitirse demasiados caprichos a la hora de comer. Los fans que se creyeron a pie juntillas la famosa frase «todo cuanto ves se lo debo a los espaguetis» van a llevarse una sorpresa. «Nunca se me hubiera ocurrido decir eso –subraya– porque, si comes un montón de espaguetis, engordas sin remedio. Me encantan los platos de pasta, claro, pero los como de vez en cuando porque también me gusta estar en forma y sentirme guapa. Ojo, tampoco me privo de nada. Eso es exagerar. Si tengo ganas de comer pasta, la como, pero poniendo un poco menos en el plato».

Autora de dos libros de recetas, explica que siempre le ha gustado relajarse en la cocina… Y más aún en los últimos tiempos. «También leo mucho –cuenta– y miro viejas comedias que me hacen reír». Así se las arregla para mirar el futuro con esperanza.

 

MITOS Y LEYENDAS

Una carrera de altura

 

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La carrera de Sophia despegó en 1954, cuando comenzó a trabajar con Vittorio de Sica y Marcello Mastroianni. Y se consagró en Hollywood tres años más tarde cuando protagonizó dos películas con Cary Grant y se extendió el rumor de que tenían una relación amorosa. Ahora la actriz ha desmontado aquella leyenda. «No, no me pidió matrimonio. Tuvimos una bonita relación, pero entonces yo ya estaba enamorada de otro hombre», en referencia a Carlo Ponti. Grant se casó cinco veces pero, según sus últimas biografías, el gran amor de su vida fue el actor Randy Scott.

 

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Sophia se presentaba a concursos de belleza desde los 14 años para ganar algo de dinero. No había cumplido los 16 cuando se presentó a Miss Roma. En el jurado estaba el productor Carlo Ponti, que tenía entonces 38. Se convirtió en su representante. Según ella, no pasó nada hasta un lustro después, «cuando comprendimos que estábamos enamorados». No se separaron hasta la muerte de él, en 2007.

 

La sesión para las fotos de esta entrevista se las hizo su hijo Edoardo, que viajó a Ginebra para fotografiar a la actriz en su casa. Carlo Ponti y Sophia se instalaron en la ciudad suiza porque había allí un especialista en obstetricia que, tras dos abortos, hizo posible que la actriz tuviese hijos. Y se quedaron. Ahora, Sophia vive sola en la casa, rodeada de recuerdos, fotos, premios… «No queríamos hacer las fotos habituales, banales –cuenta Edoardo–. Como yo la veo a diario maquillarse, caminando por la casa, sentada en la bici estática, se me ocurrió mostrarla haciendo esas cosas. Pero no sin cierto glamour. Porque Sophia Loren es sinónimo de glamour».

 

FOTOS: EDOARDO PONTI

 

 

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