Sophia Loren y las mujeres: el arte de provocar
«Tenía las ideas claras», repite Sophia Loren cuando habla de los inicios de su carrera. Solo así aquella niña que creció en un diminuto pueblo de Nápoles logró llegar a lo más alto. No dudó en usar toda su sensualidad para abrirse camino en el cine, pero no fue su profesión lo que la guió en las grandes decisiones de su vida. Aunque algunas de esas decisiones, reconoce, hoy no se entenderían.
La ‘mamma’ de la artista
Sophia nació en 1934 en Roma, y fue lo que entonces se llamaba con desprecio una ‘hija ilegítima’. Su padre, Riccardo Scicolone, accedió a darle su apellido, pero se negó a casarse con su madre y no reconoció a la segunda hija que tuvo con ella porque la relación que mantenían era intermitente y adúltera: Riccardo tenía otra familia con otra mujer. Ese ‘estigma’ no minó en nada a su madre, Romilda Villani, que sacó adelante a sus hijas muchas veces pasando penurias y hasta hambre. La pequeña Sophia tenía una relación tortuosa con Romilda. «Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada», recuerda la actriz.
Hermanas en lo bueno y en lo malo
Aquella madre tan exótica resultó, sin embargo, decisiva en la carrera artística de Sophia. Había querido ser una estrella de cine ella misma y decidió que sus hijas (Sophia y María, en la foto) lo serían. Las presentó a todas las pruebas y concursos que pudo. Con 14 años Sophia fue elegida Princesa del Mar, con 15 participó en el concurso de Miss Italia y con 16 se plantó con su madre en los estudios de Cinecittà para ver si le daban un papelito en Quo vadis. Y se lo dieron. Le pagaron 50.000 liras (unos 800 euros hoy), con lo que la familia pudo comer durante semanas. Sophia era un filón para los fotógrafos en busca de primicias provocadoras. Posaba exuberante y sensual. O, como en la imagen de apertura, besando a su desprevenida hermana, que también intentó hacer carrera en la música aunque no llegó a triunfar. Pero también tuvo su momento de fama: por casarse con un hijo de Mussolini.
Una violación para la historia del cine
La historia de una madre y una hija adolescente violadas por soldados durante la Segunda Guerra Mundial y su huida de Roma ocupada por los alemanes, el valieron a Sophia Loren un Oscar, el primero para un papel no hablado en inglés. Dos mujeres es una película revolucionaria para su época, 1960, por abordar la violencia sexual contra la mujeres. La dirigió Vittorio de Sica, a quien ya conocía desde los 15 años, y con quien rodaría doce películas. Sophia recuerda que en su primer encuentro con él, el director le dijo: «Este mundo es una jungla, ¡abra bien los ojos!».
Un amor a primera vista
Sophia recuerda la primera vez que vio a Marcelo Mastroianni, en lo alto de una escalera: «Nos enamoramos de inmediato. Cinematográficamente hablando, se entiende». Su amistad duró toda la vida. Protagonizaron doce películas memorables, entre ellas ‘Ayer, hoy, mañana’, el mismo título que ella usaría para su autobiografía. En la película Loren alteró los cimientos de la Italia de los 60 con un strip-tease que luego Robert Altman recrearía 30 años después en Prêt-à-Porter. «La química era tan palpable que la gente se preguntaba si había algo entre nosotros. La respuesta es no».
«El padre que nunca tuve»
Carlo Ponti fue el hombre de su vida. Se conocieron en 1951, en un concurso de belleza. Él tenía 39 años; ella, 17. «Me transmitió, desde el primer momento, una sensación de seguridad y familiaridad como si nos conociéramos de toda la vida». El amor no surgiría hasta 1954, en el rodaje de La chica del río. «Vi en él al padre que nunca tuve», reconoció ella. Pero el matrimonio fue una aventura difícil: él estaba casado y con dos hijos y el divorcio no era legal en Italia en aquella época. En un intento por formalizar su relación, en 1957 la pareja contrajo matrimonio civil en México, pero en Italia acusaron a Ponti de bigamia y el caso llegó a los tribunales. Solo en 1966 lograron convertirse en marido y mujer.
Orgullo, pasión… y una bofetada
Con Carlo Ponti no todo fue un camino de rosas. Al poco de iniciar su relación, el director de cine abofeteó a Sophia en público, en un avión lleno de periodistas. La versión de ella la detalló en su autobiografía: «Ya dentro del avión, se me escapó una frase inocente. O quizá no lo era tanto. ‘Cary me ha mandado un ramo de rosas amarillas antes de partir. Es un encanto…’. Carlo se volvió hacia mí de golpe y me dio un bofetón delante de todo el mundo. Me sentía morir, pero en lo más profundo de mi ser sabía que me lo había buscado. Y no me arrepentía. Por otra parte, tenía veinte años pero no era tonta. Comprendía que esa bofetada, que hoy en día es difícil comprender, era el gesto de un hombre enamorado que se había visto amenazado por otro hombre, que había corrido el riesgo de perderme y se estaba reponiendo del susto, de la amargura». Sí, Cary Grant, aunque se le relacionaba sentimentalmente con su amigo Randolph Scott, cortejaba a Sophia, incluso le había pedido matrimonio, fascinado por ella desde que la conoció en el rodaje de Orgullo y pasión. Pero la italiana solo tenía ojos para Ponti…
«Una teta en mi plato»
La foto de la exuberante Sophia mirando con desaprobación a la todavía más voluptuosa Jayne Mansfield es ya un icono de Hollywood. La escena tuvo lugar en el restaurante Romanoff y así lo recuerda la actriz en sus memorias: «Parecía un volcán en erupción. Mientras gesticulaba, me encontré de repente su teta en mi plato. La miré fijamente, aterrorizada. No le dio ninguna importancia, recobró la compostura y se fue. La rapidez de reflejos de un fotógrafo inmortalizó la escena, que dio la vuelta al mundo». Dice Sophia que le han pedido cientos de veces que firme la foto pero que siempre se ha negado, por respeto a Jayne.
Madre por encima de todo
«Tienes buenas caderas, pero no tendrás jamás un hijo», le soltó un ginecólogo italiano a Sophia Loren cuando ya llevaba años intentando quedarse embarazada y después de haber tenido dos abortos. Pero ella no desistió. Con la ayuda de un médico de Ginebra y un tratamiento hormonal entonces novedoso, logró tener dos hijos. El 29 de diciembre de 1968, Ponti y Loren mostraban a su primogénito, Carlo, al mundo. Sophia siempre afirmó que por encima de sus roles cinematográficos estaban el de esposa y madre y no dudó en aparcar su carrera para criar a sus dos hijos.
Sophia, Sofía… y Sara
Sophia Loren grabó varias películas en España. En julio de 1963 estaba en Las Matas, un municipio de Madrid, rodando La caída del imperio romano cuando se presentaron los entonces príncipes, Juan Carlos y Sofia, en el set. El encuentro fue orquestado por Franco, que quería aprovechar la repercusión internacional del rodaje. Pero la artífice de que ‘la Loren’ estuviese en España era Sara Montiel que entonces estaba casada con Anthony Mann, el director de La caída del imperio romano. Fue Sara, según contó ella misma, la que convenció a Mann de que contara con Sophia Loren para protagonizar El Cid dos años antes. Según la cantante ella no aceptó el papel de doña Jimena porque tenía otros compromisos cinematográficos. El resumen de Sara Montiel de la película es memorable: «Charlton Heston estaba estupendo y Sophia Loren, en su papel de tonta, como aquel que dice, pues también estaba bien. Más que nada aportaba un nombre, pero ¡vamos!, su papel de esperar al marido con sus dos hijas… pues es eso ¡nada!»