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Sorpresas del fútbol argentino

Menotti vuelve a la AFA cuarenta años después del Mundial 78. Es un fútbol argentino que critica pero al que pertenece.

Cuando voy, es porque vengo… Cuando vengo, es porque voy…

Los conceptos del Flaco Menotti en los comerciales de una petrolera quedaron a fuego en la generación de adolescentes futboleros de los 80 que lo seguían como a un tótem. Menotti era entonces el titular de cátedra que había llevado a la principal materia nacional -el fútbol- al sitial que siempre creímos merecer. En el país de los campeones que pensamos que somos, Menotti nos hizo campeones del mundo.

En nuestra creencia colectiva, fue el capitán del barco que al fin llegaba al puerto asignado por el destino de grandeza que siempre nos está esperando. Que el logro fuera obtenido de local y en plena dictadura fue primero relativizado, luego cuestionado y finalmente diluido.

De volante destacado en la Primera de Rosario Central (luego Racing, Boca y el Santos de Pelé) a técnico campeón con Huracán en un equipo que aún se recuerda, Menotti militó en el Partido Comunista y siempre fue referente de ese modo de vivir el fútbol afuera de la cancha, con la pasión por la política y los libros. Así, patentó un punto de vista.

Menotti es el fútbol argentino. O una parte enorme de lo que entendemos por él en los últimos 40 años. Referencia obligada por luz propia y por orilla de la grieta precursora que protagonizaron con Carlos Bilardo en los años en que ambos estuvieron en plenitud.

Esa grieta excedía las diferencias futbolísticas -el fútbol bello contra el utilitario, el de la estética contra el de la ventaja, el lírico contra el rústico, por poner encasillamientos caprichosos y simplistas– y se estiraba a la vida.

Encajabas en la Mirada Menotti de las cosas si te gustaba jugar lindo, sacrificarte poco, usar el pelo largo, leer a los clásicos y ser creativo. Y entrabas en la Mirada Bilardo si preferías revolear la pelota, sacudir a los rivales, correr mucho, usar el pelo corto, mirar videos en vez de leer libros y ser obsesivo.

Todo tan simplificador e injusto como intrínsecamente argentino: finalmente, Bilardo también fue campeón del mundo con un equipo que jugó igual o mejor que el de Menotti. El Flaco potenció antes a jugadores Tipo Bilardo -Passarella o Gallego-, como El Narigón lo hizo luego con jugadores Tipo Menotti, como Maradona o Valdano.

Menotti vuelve ahora de su sitial de Patriarca Consultor para encabezar un proyecto que Chiqui Tapia anuncia a 10 años, buscando rejuvenecer su mandato con un hombre que ya tiene 80. Y que vuelve a un fútbol argentino que dio la nota ya no por un nuevo Mundial -el de Rusia fue otro de los fracasos recurrentes- sino por un bochornoso superclásico organizado por la Conmebol pero detonado por los vicios incurables de la impronta local, como los invencibles barrabravas.

Parece una movida de la conducción de la AFA para amortiguar en el símbolo que aún es Menotti los problemas serios de los últimos tiempos, incluído el desacierto multimillonario de Sampaoli, las dudas inexorables con Scaloni y los titubeos eternos con Gallardo, a quien Menotti elogió hace poco como «medido y con mucha trayectoria»¿Habrá una puerta ahora para el laureado técnico de River?

A los 80, Menotti elige volver a exponerse en un contexto bravo. Como explicaba en aquellos cortos de la petrolera: Sorpresa es un concepto que debe manejarse individual y colectivamente.

Tapia tratará de aplicarlo para refundar su gestión, justo cuando llega a la mitad de un mandato gris, con muchas penas y ninguna gloria.

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