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Stalin

 

Leo en la prensa que Barcelona, la hermosa y señorial, está que arde; los turcos bombardean y atacan a los kurdos abandonados por Trump; este último señor declara –como solo lo puede hacer él- que “los EEUU no necesitan preocuparse por unos terroristas que están a 7.000 millas de distancia”, a lo cual le responde Liz Cheney, la jefa del partido Republicano en la Cámara Baja (o sea, del propio partido del presidente), que “los terroristas que mataron a casi 3000 norteamericanos el 1 de septiembre de 2001, vinieron de 7.000 millas de distancia”. Además, Díaz-Canel aumenta la represión en Cuba. En Chile, el presidente Piñera afirma que existe un “estado de guerra”. La ONU una vez más se hinca de rodillas ante las dictaduras y autoritarismos y escoge al régimen de Maduro sobre la democracia de Costa Rica como nuevo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿Lo anterior no será suficiente material geopolítico del cual ocuparse?

Aparentemente sí, menos para ciertos compatriotas autodenominados “guerreros de las redes sociales”, cuyo ombligo analítico debe ser del mismo tamaño de su ego, ya que seguramente piensan que combinan el genio estratégico de Bonaparte con la intuición táctica del Duque de Wellington. La agenda opositora a Maduro solo la pueden definir ellos, así como los asuntos que merecen atención y rebote. Aparece entonces una imagen de Stalin González en un juego de pelota de Grandes Ligas.

Es el momento de sincerarme con usted, amigo lector, acerca del señor González. No lo conozco personalmente; eso sí, no me gusta su partido (Un Nuevo Tiempo), y pocas veces me han gustado sus declaraciones. Pero debo aceptar que es el actual segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, electa democráticamente. En materia de colores, conviene aceptar que en el mundo político predominan los grises, ya que moverse por esas aguas de la decisión sobre el Estado, el Gobierno y la administración de la cosas pública no puede hacerse exclusivamente escogiendo entre el blanco y el negro; la vida solo es así de fácil y clara para los fundamentalistas y radicales.

Pero para molestia de algunos opositores, el señor González decidió ir, en Washington, a un juego por el campeonato de la Liga Nacional de la pelota gringa (el equipo de la capital resultó justo campeón, con tres criollos en el roster: Aníbal Sánchez, Gerardo Parra y Asdrúbal Cabrera). Ello bastó para que las redes sociales “radicales” le quisieran ver el hueso al diputado porque ¿quién les dio permiso para ir a un juego de béisbol?

Hay quienes incluso elaboraron pseudo-encuestas improvisadas en Twitter, preguntando cómo se evaluaba su presencia en el estadio; en una mezclaron criterios psicológicos (‘perfectamente normal”), con éticos “(inmoral” ) y jurídicos (‘no soy juez”). Y es que una de las características de estos verdugos analíticos, Robespierres de la resistencia, es su ignorancia muy notoria sobre aquello sobre lo que quieren opinar. Una característica esencial de todo fundamentalismo.

Por desgracia, en la oposición hay gente de todo tipo, y algunos no opinan sino que insultan, no evalúan, solo linchan. Los corroe una oposición al régimen que alimentan con envidia e hipocresía. Olvidan que ser antichavista no califica automáticamente con ser demócrata.

Miles y miles de tuits se enviaron atacando al diputado-fan del béisbol; esas mismas personas ¿no tenían nada que decir ni opinar sobre el extraordinario discurso que diera otro joven diputado, Miguel Pizarro, en el reciente congreso nacional (Deutschlandtag) de la Junge Union (la Juventud de la Unión Demócrata Cristiana Alemana, CDU)? Solo unos cientos de retuits sobre la presencia de Pizarro. ¿Es que lo positivo no merece ser publicado y enviado? Ver la realidad exclusivamente con anteojos negativos es entregar el alma a la más negra de las pesadumbres, a pesimismos que impiden ver la realidad razonablemente.

En nota reciente, Edgar Cherubini afirma lo siguiente, que merece ser meditado: “En Venezuela, la única voz en los medios es el lenguaje reduccionista, ofensivo, altanero, vulgar y onomatopéyico del régimen. Es un lenguaje falaz, pervertido que conduce a la sociedad a espacios pre-políticos, pre-sociales, salvajes. Es el triunfal reino caótico del Joker”.

Algo que desea, sin duda, el G2 cubano, que de seguro tiene penetradas muchas de las redes “opositoras”.

No asumamos las maneras expresivas del chavismo; lo dice Cherubini: es un lenguaje falaz, pervertido, pre-político, salvaje.

Hace un par de meses (‘La oposición sí pero…”) afirmé lo siguiente, que creo vale la pena recordar: “en las luchas contra la dictadura chavista nace la hoy robusta oposición “sí pero…”. Para colmo hoy guapa y apoyada en unas redes sociales – Twitter y Whatsapp son campos minados favoritos – donde se gastan energías en injuriar, en atacar, en muchas ocasiones más al propio que al rival. Conciencias rígidas, negadoras de matices, objetan toda opinión o postura que no les satisfaga un 100%. No buscan persuadir, solo imponer. Estemos claros: es obvio que la angustia ante la tragedia muchas veces lleva a situaciones emocionales extremas; pero precisamente por ello debemos buscar sobreponernos, tener mecanismos de resiliencia analítica. Y, sobre todo, tener siempre claro quiénes son nuestros verdaderos enemigos. La emoción, por sí sola y desbocada, sin frialdad estratégica, puede terminar sirviendo al enemigo”.

Entiendo que González viajó a Washington cumpliendo con sus labores; y como buen venezolano, aprovechó para ir a un juego de pelota, nada menos que en la final de un campeonato, con dos grandes equipos. ¿La verdad? Yo hubiera hecho lo mismo.

La ironía final: y quien tomó la imagen de la transmisión del juego ¿dónde estaba? ¿qué hacía? ¿No estaba acaso viendo el partido?

 

 

 

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