Stanley Tucci: «¿Sexo o comida? Es la pregunta más cruel que me han hecho nunca»
Stanley Tucci es el eterno actor secundario. Y, a pesar de ello, se ha convertido en una auténtica estrella y en icono ‘sexy’ a los 60 años. Escritor y excelente cocinero, acaba de publicar un libro donde su pasión, la gastronomía, se entrevera con la vida: el cáncer, la muerte de su primera mujer, sus hijos… De todo eso hablamos con él.
Siempre elegante, Stanley Tucci desprende un magnetismo sexual discreto pero sólido. A los 60 años se mueve con la elegancia de un bailarín de ballet (nunca lo ha sido) y, nada más hacer acto de presencia, la sala entera se gira en su dirección. «¿Dónde quiere que hablemos? ¿Le parece bien aquí?», pregunta.
«¿Qué es lo que quiere saber?», añade Tucci. «¿Cómo se las arregla para no estar gordo?», pregunto. Ríe de forma estruendosa al oírlo.
Mi pregunta no es absurda. Stanley Tucci es una estrella, protagonista de películas taquilleras (El diablo viste de Prada, Los Juegos del Hambre y Capitán América), de superproducciones de HBO (Winchell, Fortitude) y de su propia serie de cocina y de viajes. También es escritor, guionista, barman, ganador de varios premios Emmy y, además, acaba de escribir un libro de memorias que gira en torno al amor que siente por la comida.
«Cuando me diagnosticaron el cáncer, hace tres años, perdí quince kilos. No podía comer. Fue terrible»
Nacido en 1960 en Nueva York, sus padres eran inmigrantes italianos de primera generación. Su niñez estuvo marcada por la comida. Por las cenas siempre imaginativas que su madre preparaba, a pesar de los recursos económicos limitados de la familia.
«Durante mi niñez y adolescencia, la comida era la principal actividad y tema de conversación en casa. Cómo había que prepararla, cómo había que servirla, cómo había que comerla…», escribe en Taste: my life through food (‘Gusto: mi vida a través de la comida’). Esta pasión culinaria fue intensificándose con los años. Tanto que empezó a decantarse por un papel u otro en función de las oportunidades gastronómicas que le ofrecían las localizaciones del rodaje.
El confinamiento lo pasó en casa, junto con su segunda mujer, la agente literaria Felicity Blunt, y sus cinco hijos (el mayor tiene 21 años y el menor, 3). La pandemia supuso un paréntesis en su trabajo como actor, pero las tareas domésticas se multiplicaron… ¡y venga a comer! Por eso, me ha parecido oportuno preguntarle:
-¿Cómo se las arregla para no estar gordo?
-Lo lógico sería que estuviese hecho un tonel. Pero tengo la suerte de que mi metabolismo es rápido. Practico ejercicio seis o siete veces por semana desde que tenía 18 años. Nunca he dejado de hacerlo. Ahora mismo vengo de una sesión con nuestro entrenador personal. Siempre he sido delgado, pero después del cáncer, hace tres años, perdí casi quince kilos, no podía probar bocado.
-En 2017, los médicos descubrieron un gran tumor en la base de su lengua. La quimioterapia y la radioterapia fueron un éxito. Pero no comer por el tratamiento debió de ser terrible.
-Fue horrible, sí. Al escribir el libro, me di cuenta de que la comida –y todo lo que gira a su alrededor: comprar los ingredientes, cocinarlos, comerlos en compañía– son parte integral de mi persona. De hecho, me definen, más que casi cualquier otra cosa.
Tras estudiar Arte Dramático en la Universidad estatal de Nueva York a finales de los setenta, Tucci hizo de modelo en un anuncio de Levi’s y pasó a encarnar a un violador asesino, un director de moda, un presentador diabólico… Paradójicamente, nunca llegó a hacer de galán. «Siempre hacía de malo, de gay, de gracioso, del padre de la chica. Pero nunca era el protagonista, el guapo de la peli», explica.
Stanley Tucci inspira simpatía, parece un buenazo, un hombre íntegro. Tanto que nadie se mete con él en las redes sociales. ¿Nunca? «Nunca jamás», responde. Me cuesta creerlo. Pero su libro lo explica. Sus páginas desprenden amabilidad, aunque hable de la muerte –su primera mujer murió de cáncer–, de su viudedad, de tres niños pequeños que echaban en falta a su madre, de su segundo gran amor, Felicity Blunt…
«Mi primera mujer sigue acompañándome (murió de cáncer). Parte de tu cerebro sigue pensando que está viva y se niega a asumir lo contrario»
A Felicity, hermana de Emily Blunt, la conoció en la costa de Amalfi durante la boda de su amiga y actriz con el actor John Krasinski. Stanley se quedó prendado de Felicity nada más verla, porque comió como una lima durante el banquete. «De una forma asombrosa de veras; lo primero que pensé fue que tenía una enfermedad. La encontré divertida, encantadora, hambrienta…».
-¿Fue un amor ‘al primer canapé’?
-La verdad es que yo no las tenía todas conmigo. No estaba muy convencido de volver a embarcarme en una relación amorosa (el año del encuentro fue 2010, uno después de la muerte de Kate). Felicity también era más joven que yo… Sigue siéndolo, claro. Todo fue sorprendente. De forma inconsciente, me digo que un día va a tener los mismos años que yo.
Justo después de la boda en Amalfi, a Tucci –que por entonces vivía en Nueva York– le salió un trabajo en Londres. De forma natural, Blunt y él empezaron a salir «a comer». Una de sus primeras citas fue en Ledbury, un restaurante de la capital con estrella Michelin. El cocinero, Brett Graham, los invitó a visitar la cocina y les regaló dos faisanes. La mañana siguiente estuvieron desplumándolos juntos mientras veían un programa de cocina en la televisión. Desde entonces, el actor y ella piden siempre faisán cuando lo ven en la carta, «porque nos recuerda aquel momento bonito en el que estuvimos desplumando aquellas dos piezas juntos».
-¿Y Emily Blunt qué pensaba de todas esas citas?
-Era todo un poco raro, sí. Emily y yo éramos muy amigos y, de pronto, estaba saliendo con su hermana. Ella se olía algo de todas maneras.
-¿Llevaban la relación en secreto?
-Sí, pero todos terminaron por enterarse cuando rodaba Capitán América en Londres. Una noche salimos de marcha con Hayley Atwell y Chris Evans, dos de los actores. Fuimos a muchos clubs, ni me acuerdo cuáles. ¡Una juerga a lo grande! Acabamos todos jugando a la mímica en la habitación de mi hotel.
-¿Qué es eso de jugar a la mímica?
-Un juego que le encanta a Chris Evans. Fue quien lo organizó. Y bueno, no me acuerdo muy bien… Se me ha olvidado. Pero, en fin, mientras estábamos en un club me acerqué a Emily y le dije: «Que sepas que tu hermana y yo estamos saliendo». Felicity se giró y dijo: «¡Acabas de contárselo!». «Pues sí», contesté. Felicity protestó, quería decírselo ella misma. «¡Yo soy su hermana!», decía. «Ya, pero yo la conocí antes que a ti», argumenté.
Uno de los aspectos más llamativos del libro es el lugar principal que ocupa Kate, su primera mujer. Murió en 2009, 14 años después de su boda con Stanley, a causa de un cáncer diagnosticado en fase terminal. El dolor de Tucci tan solo se vio atemperado por saber que sus tres hijos –los mellizos Isabel y Nicolo, y Camilla– estaban pasándolo aún peor que él.
-Sigue siendo muy duro de asimilar […]. Y siempre va a seguir siéndolo. Pero lo que no podemos hacer, y a ella no le gustaría, es dejar que el dolor nos impida vivir. A Kate no le gustaría nada en absoluto.
-Kate aparece mencionada una y otra vez en las páginas del libro, pero de forma alegre y natural.
-No voy a negarlo. Kate sigue acompañándome en todo momento. La muerte te confunde, porque parte de tu cerebro sigue pensando que la persona está viva y se niega a asumir lo contrario. Y eso hace que a veces pienses cosas absurdas. «¡Qué ganas tengo de contarle a Kate eso que Felicity me ha enseñado!», te dices. Lo que no tiene ni pies ni cabeza. Pero como estás prendado de la una y de la otra das por sentado que se conocen entre sí. «¡Tengo que contarle a Kate la última trastada de Matteo! (el hijo de 6 años que tiene con Felicity)». ¡Emilia está saliendo igualita que Kate! (Emilia es su hija de 3 años). Te paras a pensarlo y te dices: «¿Y cómo puede ser igualita que Kate?». Igual es que estoy loco de remate, pero he oído que otras personas experimentan cosas parecidas. Sigo soñando con Kate cada dos por tres. Pero, en los sueños, Kate se muestra disgustada conmigo.
-¿Habla en serio?
-Hablo en serio. Y es terrible.
-¿Y a qué viene su disgusto?
-Ni idea. Pero el hecho es que siempre se muestra muy fría y distante, por mucho que yo esté contentísimo de verla otra vez.
«A Felicity, mi segunda esposa, le dije que no quería tener hijos, que se fuera con otro si quería tenerlos. Fue una estupidez. Mis hijos son maravillosos»
-Con Felicity y usted viven Isabel y Nicolo (21), Camilla (19), Matteo (6) y Emilia (3). Una imponente diferencia de edades.
-Después de la muerte de Kate, daba por sentado que no volvería a tener hijos, pero entonces conocí a Felicity, que ansiaba ser madre. Yo me resistía, le dije que no quería tener más hijos, que lo que ella debía hacer era irse con otro que sí quisiera tenerlos.
-¿Y llegaron a separarse?
-Bueno, la separación duró un minuto o así porque al momento comprendí que todo aquello era una estupidez.
-¿Al final está contento de haber tenido más hijos?
-Oh, por Dios, claro. Son maravillosos. A veces, el sábado o el domingo por la mañana, me entra alguna duda. «¿Y ahora tienes que hacer caquita?». Porque, claro, lo que yo en ese momento quiero es sentarme a leer un libro, la verdad. Pero pronto podrán hacer caquita por su cuenta y todo arreglado.
-¿Diría que hoy es un padre diferente?
-Hoy ando siempre cansado. A ver, ya tengo mis años. Soy un viejo. A veces vamos al parque y me piden que juguemos a los monstruos, que yo les haga de monstruo. ¡Pero tengo las rodillas hechas polvo! ¡Para hacer de monstruo estoy yo!
-¿No le gusta envejecer?
-No me gusta nada. Lo detesto. Porque soy muy vanidoso.
-¿En serio?
-Ya lo creo que sí.
Pues durante el confinamiento se reinventó como el nuevo fenómeno viral, un icono sexual de la era de la COVID.
-Bueno, eso es verdad.
Sucedió por accidente, como pasa con todos los fenómenos virales. Tucci acababa de firmar el contrato de su libro y su mujer lo convenció de que grabara un vídeo con recetas de cócteles para sus compañeros de trabajo en la agencia literaria Curtis Brown. «Porque resulta que Felicity es mi representante», recalca Stanley. «¡De manera que se lleva su comisión por las ventas!».
El vídeo tuvo tanta aceptación que Blunt sugirió que Tucci lo subiera a Internet. En el vídeo, el actor aparece vestido sexy y elegante, con un polo negro ajustado, vaqueros estrechos y gafas con montura negra mientras enseña a los espectadores a mezclar el negroni perfecto. Stanley subió el clip a su cuenta de Instagram y la gente se volvió loca. Los ceñidos vaqueros negros del actor despertaban la libido por doquier. «Stanley Tucci se las arregla para que el negroni te ponga caliente», apuntaba un titular de periódico, de periódico «serio», ojo al dato. No está nada mal, observo.
Stanley subió el clip a Instagram y la gente se volvió loca. Sus ceñidos vaqueros negros despertaban la libido a tal punto que un periódico tituló: «Stanley Tucci se las arregla para que el ‘negroni’ te ponga caliente»
Al actor se le ilumina el rostro. «Y eso que no ha leído todas las cosas que me escriben… Uno se queda con la boca abierta. No sabes si llorar o desternillarte de risa».
-Seguro que estuvo encantado al leer esos comentarios.
-¡Pues claro que sí! ¡Tengo 60 años! No puedo sentirme más halagado. ¿Por qué tardasteis tanto?
A nuestro entrevistado le encanta la comida y la familia, pero otra de sus pasiones es el actor británico Colin Firth, a quien conoce desde hace 20 años, de cuando trabajaron juntos en la película Conspiracy.
«¿Amor a primera vista? Pues no le digo que no. Colin es un hombre maravilloso». Firth vive a corta distancia de Tucci en el sur de Londres. «Siempre lo pasamos bien juntos. Es un buen amigo. El mejor amigo que puedes tener. Cuando estuve enfermo, Colin se encontraba en Nueva York y venía a verme al hospital. Coincidimos en el vuelo de regreso a Londres, Livia (la exmujer de Firth, con quien sigue llevándose muy bien), Colin, Felicity y los niños. Livia me dejó su asiento en primera clase porque necesitaba estar tumbado. Colin después estuvo acompañándome al hospital. Venía a visitarme y hablaba conmigo».
«Ya sé que haría mejor en callarme. Pero, vamos a ver, ¿por qué tengo que callarme? No soy partidario del veganismo»
-Volviendo al tema de la comida. ¿Es partidario del veganismo?
-No. Ya sé que haría mejor en callarme. Pero, vamos a ver, ¿y por qué tengo que callarme? Después de haberme pasado seis meses sin poder ingerir alimentos sólidos, con lo que me ha costado volver a comerlos, a tragarlos y a saborearlos, lo que quiero es comer de todo. ¡De todo! Me entran ganas de comerme una vaca viva y coleando, hablo en serio.
-He estado guardando la pregunta más escabrosa para el final. Supongamos que tiene que escoger para el resto de la vida. ¿Sexo o comida?
-¡Es usted cruel! ¡En la vida me habían hecho una pregunta tan cruel!
Se quita las gafas, limpia los cristales. Parpadea, hace guiños. Está pensando. Casi puedo ver el engranaje cerebral en movimiento, sopesando los pros y los contras.
-Pero… ¿Y si…? ¿Y si quizá…?
-O lo uno o lo otro.
-¿Quizá sería posible comer alguna cosa mientras disfruto del sexo…?
-No.
-Bueno, pues que sepa que no tengo respuesta a esta pregunta. No puedo responder, literalmente. Porque yo siempre tengo hambre y siempre estoy cachondo.
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