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Straka: Cartas de exilio y amor

Raúl Leoni y su esposa en acto protocolar. Fotografía de la Fundación de Fotografía Urbana

El próximo 5 de julio, con ocasión de los cincuenta años de la muerte de Raúl Leoni, se presentará la obra Raúl Leoni. Democracia en la Tormenta, coordinada por Tomás Straka (Caracas, Universidad Católica Andrés Bello/Asociación Civil Raúl y Menca de Leoni/Fundación Rómulo Betancourt, 2022). El primer volumen, titulado El hombre y su tiempo, es una aproximación biográfica al personaje de mano de Straka. El texto que sigue es un extracto del mismo.

Leoni pasó ocho meses en la Cárcel Modelo, hasta que el 19 de julio de 1949 es expulsado del país, rumbo a La Habana[1]. Fue afortunado, y por partida doble. Primero, porque el castigo fue relativamente suave, pero, en segundo lugar, porque en ese período conoce, o en todo caso se enamora, de la que será la mujer de su vida: Carmen América Fernández, conocida por todos como Menca.  Raúl, el “solterón incorregible”, como se llamó a sí mismo, que “trataba de defender mi independencia”[2] a toda costa; el cuarentón que vio a sus hermanitos casarse y tener hijos que lo llamaban “tío”; el compañero -de partido y de vida- de Ana Luisa Llovera, que llevaba ya una década con ella, pero que por algo no se había resuelto a cambiar el estado civil. Ese hombre, en suma, remiso al matrimonio, salió de la cárcel con dos resoluciones: una, obvia, seguir luchando por la Revolución democrática.  La otra que habrá dejado a más de uno boquiabierto: casarse.  Ya en Washington, el 26 de julio de 1949, le escribe una carta manuscrita, como obligaba la etiqueta que fuera con cosas de muy especial consideración, en la que leemos en una letra apresurada, pero muy legible:

Mi querida amada:

Desde que me despedí de ti no has estado ausente de mi corazón ni un solo minuto. Me siento en plena adolescencia tal es la fuerza de amor que tú has prendido en mí. No te había querido escribir antes, porque quise que madurara serenamente el impulso que me lleva hacia ti. Y como ya ha madurado no solamente serena sino también reflexivamente, ahora sí puedo decirte, plenamente seguro de mí mismo y de mi amor para ti, que he decidido casarme contigo, si tú no te opones a ello, sino que lo deseas tanto como yo.[3]

A lo que agrega: “ahora quiero que sepas, mi amor querido, que esto es para realizarlo ya, de inmediato, sin esperar mucho, porque ya hemos esperado demasiado…” Razón por la que “lo más conveniente es que tú te vengas a Nueva York o a aquí, y dos horas después de que hayas llegado seremos legalmente marido y mujer, pues tú sabes que aquí eso de la licencia es cosa rápida, como todo lo yanqui.”[4]  Incluso llega a afirmar que “no estoy dispuesto a esperarte más de quince días, porque la cárcel me ha tornado impaciente.[5] Dos días después, el 28, le escribe otra carta más grande, ya mecanografiada, en la que, por una parte, parece aflorar el hombre más o menos tímido que siempre fue, un poco preocupado por lo que se había precipitado a decir (“estamos enamorados, hace un tiempo inmenso. ¿No es cierto, amor querido, que es así?[6]), mientras le ratifica algunas cosas: que sea muy, pero muy, discreta, que por favor le haga el favor de decirle a su madre y que sabe que “para tu mamá y tu gente también esta resolución les habrá caído como una bomba atómica”[7]. No hemos podido comprobar si fue así, pero Leoni tenía buenas razones para pensarlo: Menca era hija de aquel General Juan Fernández Amparan del que ya hemos hablado varias veces, ese primo de su mamá y gobernador gomecista de Trujillo a quien dejaron en custodia a sus hermanos Tancredo y Clemente cuando salieron de la cárcel en 1929 o 30[8]. Es decir, venía de una familia gomecista, muy católica, con un papá que había sido uno de los héroes de la batalla de Ciudad Bolívar en 1903 y que por vía materna estaba emparentada con la más rancia élite oriental, la familia Amparan, llegada a la región nada menos que con el Capitán General Vicente Emparan a finales del siglo XVIII[9]. ¿Cómo esta mujer bien educada, Miss Bolívar en la Feria Campesina de 1941, miembro del equipo de voleibol femenino de Los Dos Caminos[10], dada a ir a misa y a la práctica cristiana de la caridad, se va a enamorar de su pariente comunista, cuarentón, solterón, sin dinero y, además, exiliado? Leoni, que siempre supo lo que costaba cada uno de los (pocos) bolívares o pesos que se ganó, no eludió el punto de la pobreza, a la que Menca se enfrentaría por primera vez en su vida si aceptaba la propuesta matrimonial: “…quizás tu gente y la mía se preguntará de qué vamos a vivir.  Con lo que aquí tengo y con lo que quedó en casa y tú me traerás, hay suficiente para que vivamos modesta, pero decentemente, por unos cuatro meses, tiempo más que suficiente para procurarse medios de vida segura. Sobre esto, no creo necesario decirte nada más, pues tú misma me comprenderás que la vida del turista contra su voluntad no siempre se desliza sobre hojas de miel. Pero tú y yo juntos echaremos hacia adelante y triunfaremos. No te quepa la menor duda, de (sic) será así. De ahora en adelante, tú serás mi inspiración y salvación”.[11] Muy romántico, sin duda, pero como para asustar a cualesquiera padres y tíos responsables.

 

Monumento a Raúl Leoni y doña Menca de Leoni. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich | Wikimedia Commons

 

Según se ha dicho, a Menca comenzó a llamarle la atención el primo del que tanto se hablaba y poco a poco comienza a admirar sus aventuras[12]. La cárcel fue la oportunidad de oro para frecuentarlo. Además, eso coincidió con el muy probable hecho de que lo de Ana Luisa Llovera estuviera yendo ya bastante mal. Detenida y desterrada con el golpe, se exilió primero en Cuba y después en México, de modo que la distancia se encargaría de hacer el resto. No obstante, suele decirse que nunca superó del todo la ruptura. De modo que, mientras una relación zozobraba, como relatará su otro primo Miguel Otero Silva, a la cárcel “acude a visitarlo la madre, doña Carmen de Leoni, a quien todavía sus amigas llaman ‘La Quinta’, como en su juventud. Sigue siendo, y lo será hasta su muerte, una mujer alta y erguida, decidida y entera. La madre entra a las visitas acompañada de Menca Fenández, una prima inteligente y atractiva que siempre le ha demostrado simpatía y afecto a Raúl. Menca le lleva pañuelos, dulces guayaneses y palabras de ternura al preso.”[13] Poco a poco lo enamora, o se enamoran los dos. Leoni lo describirá con un tono muy acorde a un tiempo en el que los boleros y Agustín Lara moldeaban el amor de los latinoamericanos: era ella, afirma, la que en “mi celdita de recluso que me llevaba siempre el rayo de luz de tu sonrisa y de tu visita.[14] Hay una foto en la que, ya como pareja presidencial, aparecen bailando un bolero. Tal vez al oído seguía diciéndole cosas así o canturreándole, como se hace con todas las novias, los versos en los que Lara fue tan prolijo. Esas expresiones públicas de amor simplemente asombraban -¡y volvían locos!- a los venezolanos de los sesentas, una época en la que ningún padre de familia serio se mostraba demasiado cariñoso y un presidente seguía siendo un señor de rictus serio, como Gómez o Pérez Jiménez, o hasta el mismo Leoni salvo en esos momentos familiares que ya filtraba la prensa y buscaban los fotógrafos.

Pero vamos a otra foto, anterior. En ella aparece un Leoni mucho más joven sentado junto a Menca en un carro. Dice la leyenda que iba rumbo al exilio y unas personas se le acercan a saludarlo, lo que no era un gesto carente de riesgos en aquel momento. Tal vez por eso, o porque ya todos saben que son novios, ambos están muy sonrientes, más de lo que se espera de alguien en trance al extrañamiento[15]. ¿Qué responde Menca a las cartas? Leoni se asusta: a pesar del casi ultimátum de no darle más de quince días, no recibe ninguna. Así que el 2 de agosto vuelve a escribirle a “Mi querida Menquita”: “te he puesto dos cables y te he escrito dos cartas, pero no he sabido nada de ti, me temo que no los hayas recibido[16]. Seguramente temía algo peor (“yo tengo no la esperanza, sino la segura confianza, de que tú no me harás esperar mucho, a menos que me hayas olvidado[17]), pero prefirió la elipsis más elegante.  Como sea, muy pronto Menca dejó de hacerlo sufrir, seguramente le puso un clave y tomó un vuelo -¿otro clipper?- a los Estados Unidos, porque tan pronto como el 20 de agosto de 1949[18] se están casando en la residencia de Carlos D’Ascoli en Washington, teniéndolo a él y a Rómulo Betancourt como testigos.

“Casarse es un acto grave y trascendental”, afirmó Leoni en otra de las cartas a su novia[19]. Se refería a la importancia que le daba a la institución en sí misma -tal vez la causa de su temor a ella: a la misma Menca le dice que lo ha pensado mucho- pero nunca se imaginó que esto, como todo en su vida, terminará también desembocando en la política.  Si las bellas esperanzas de que “tú y yo juntos echaremos hacia adelante y triunfaremos”, que “tú serás mi inspiración y salvación”, tenían que ver con los retos de unos recién casados que apenas tienen ahorros para vivir cuatro meses, la vida y los triunfos que, en efecto, tendrían en los siguientes años abarcaban un espectro mucho más amplio que lo hogareño: Menca de Leoni, o Doña Menca, como pasará a la historia, se convirtió en la llave de Leoni, en la primera de las esposas de un presidente con liderazgo propio, en una referencia al mandatario y a su administración que ha logrado incluso opacarlo en la memoria de muchos venezolanos. Y Leoni, el solterón incorregible, logró pasar a la historia justo por lo contrario: por ser un ejemplo de hombre de familia. Con los Leoni, Venezuela tendrá una familia presidencial, y no en el sentido de un clan adherido al poder, como los Gómez o los Monagas, sino del hogar en el que el primer mandatario no se diferencia esencialmente de cualquier otro ciudadano que debe salir todas las mañanas al trabajo y, después de ocho o nueve horas, cena con sus hijos, les pregunta por sus tareas, habla con su esposa. El impacto que esto tuvo en la sociedad venezolana fue muy grande, cosa que se reforzó con el programa de “Regularización de la Familia” que impulsó Doña Menca organizando matrimonios colectivos de parejas que vivían en concubinato.

Pero todo eso era apenas una probabilidad en 1949. Había, primero, que ganarse el pan y, segundo, “recuperar el tiempo tan inútilmente malgastado[20]. Optan por mudarse a Costa Rica, donde vive otra vez Betancourt y hay una colonia de exiliados venezolanos muy amplia; y de inmediato comienzan a tener hijos. Carmen Sofía, la mayor, nace en Washington; Luisana, Raúl Andrés y Lorena nacen en Costa Rica; y, finalmente, Álvaro, en Caracas, cuando la dictadura ya había caído. La decisión de mudarse a Costa Rica pudo deberse al hecho de que era un país mucho menos costoso que Estados Unidos, a que era más sencillo conseguir el permiso de trabajo[21] y, sobre todo, que había allí una red de compatriotas dispuestos a colaborar entre sí. Son años duros, muchas veces aliviados por la solidaridad de las hermanas de Menca, que mandaban ayudas desde Venezuela.  Gracias al líder sindical norteamericano Serafino Romualdi, Leoni finalmente consiguió en 1955 un buen empleo como experto en relaciones laborales de la Organización Internacional del Trabajo. Eso lo lleva a vivir un año en Bolivia, donde se desempeñó como asesor del ministerio del trabajo y seguridad social del gobierno de Hernán Siles Zuazo. Si contamos la Revolución en Marcha que vio en Colombia durante su segundo exilio, y la de octubre, de la que fue uno de los líderes en Venezuela, la Revolución Boliviana fue la tercera revolución que conoció y la segunda a la que contribuyó con sus conocimientos técnicos como laborista. Comoquiera que se trata de uno de los períodos con más fuentes guardadas en su archivo[22], merecería un estudio detenido, incluso una tesis: ¿qué tanto influyó Leoni, si llegó a hacerlo, en las políticas y leyes laborales en Bolivia? ¿De qué modo las dinámicas de aquel país impactaron en sus ideas? La etapa boliviana de Leoni queda consignada en informes técnicos, asesorías jurídicas y cartas que aguardan por el análisis de un especialista en relaciones laborales y en historia de Bolivia.

Los problemas que la altura le generó a su corazón marcaron su traslado a Perú, pero allí la dictadura de Manuel Odría, cercano aliado de Pérez Jiménez, lo obligó a regresarse a Costa Rica. Ya es un ir y venir de casi treinta años, con más sinsabores que triunfos, pero ahora incrementados por la responsabilidad de tener hijos. Para cuando las elecciones pautadas para 1957 se acercan en Venezuela, nada parecía poner en duda que la dictadura las ganaría sin contratiempos. Sin partidos de oposición y sin un ente comicial imparcial, cualquier otra cosa hubiera sido un milagro.  No obstante, nadie sabe exactamente en víspera de qué anda, y Leoni lo comprobará muy pronto, cuando, en la aurora de 1958, puede retornar al país y al sueño, ahora sí definitivamente alcanzado, de echar a andar su revolución.

***

[1] Manuel Vicente MAGALLANES, “Leoni, Raúl”, Diccionario de historia de Venezuela, 2da. Edición, Caracas, Fundación Polar, 1997, Tomo II, p. 930

[2] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 28 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 3, p. 1

[3] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 26 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 2, p. 1

[4] Idem

[5] Ibídem, p. 2

[6] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 28 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 3, p. 1

[7] Idem

[8] Se habla ampliamente del tema en el Capítulo I.

[9] Al parecer, después de su destitución como Capitán General de Venezuela el 19 de abril de 1810, la familia cambió el apellido a Amparan. Sobre esta familia, véase: Kimberly J. Morse, “Quisiera ser un rey, sino, un príncipe, sino… La formación de las elites de Aragua de Barcelona, 1820-1858”, Tierra Firme, No. 97, 2007, pp. 37

[10] Datos tomados del folleto Menca: mujer de Venezuela, s/c, J.M. Rodríguez Otero Editor, c1973

[11] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 28 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 3, p. 1

[12] Freddy FREYTES GRILLET, “Evocación de una trayectoria”, en Menca: mujer de Venezuela, s/c, J.M. Rodríguez Otero Editor, c1973, p. 35

[13] Miguel OTERO SILVA, “Dr. Raúl Leoni entrevistado por Miguel Otero Silva”… p. 124

[14] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 28 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 3, p. 1

[15] Menca: mujer de Venezuela, s/c, J.M. Rodríguez Otero Editor, c1973, p. 9

[16] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 2 de agosto de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 4, p. 1

[17] Idem

[18] Certificate of Marriage Numero 337532, of marriage between Raul Leoni Otero and Carmen America Fernandez Alcala. 1949.  Archivo Leoni. Carpeta 9, Documento 1.

[19] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 28 de julio de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 3, p. 1

[20] Carta de Raúl Leoni a Carmen Fernández, Washington, 2 de agosto de 1949, Archivo Leoni,  Carpeta 8, documento, documento 4, p. 1

[21] Por muy “vendidos a los yanquis” que los acusaran los comunistas (y después los medinistas), la verdad es que en general tenían dificultades para conseguir visas en Estados Unidos. Aún resultaban demasiado “comunistas” para los servicios de inteligencia.  Incluso un hombre tan moderado como Mariano Picón-Salas tuvo que regresarse a Venezuela por eso.  El viaje de Rómulo Betancourt a Estados Unidos fue producto de una ardua negociación diplomática, en la que al final terció su amigo Luis Muñoz Marín (Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación… pp. 291-292)

[22] Archivo Leoni, Caracas, Carpeta 198

 

 

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