Sube y baja
En la Venezuela de Nicolás Maduro solo sube lo malo o lo que resulta malo. Suben de una semana a la otra, por ejemplo, los presos políticos, de 894 a 901; sube el dólar día a día, con lo cual se encarece lo más necesario, la comida, y se hace si es posible aún más exiguo el valor del dinero que entra. El salario mínimo, de 1,9 dólares, ya no es mínimo sino ínfimo, minúsculo, irrisorio.
Lo que baja es la certeza de que se podrá vivir mejor. Para la inmensa mayoría. Este año de 2025, del que ya se va el tercer mes, solo pinta para peor. Con el escenario de las sanciones sobre los jerarcas del régimen y las operaciones económicas de las empresas del Estado, y sobre quienes negocien con ellas, lo que está mal puede resultar muy malo. La proyección de Ecoanalítica indica que la economía nacional caerá entre 2% y 3% y el PIB petrolero se reducirá 20%. El tipo de cambio por dólar cerraría el año entre 130 y 160 bolívares y la inflación seguiría creciendo hasta los 3 dígitos.
El escenario, si se cumple, será catastrófico. Maduro celebró el desempeño económico de 2024 cuando la inflación cedió en su alza y creció el PIB, aunque lejos del 9% en que lo cifró según “datos científicos, estadísticos y técnicos”. Más prudente y certero es hablar de un crecimiento de 5,5% reconocido por mediciones independientes y organismos internacionales.
Para este año, el ilegítimo mandatario avizoró un futuro promisorio. “Frente a las amenazas, las sanciones, que ellos creen que nos asustan: no hay sanción, no hay amenaza que hoy por hoy le haga daño al esfuerzo de construir un nuevo modelo económico productivo”, afirmó Maduro a principios de febrero. La realidad lo está contradiciendo y extremadamente rápido.
Está visto que las sanciones, como en el caso cubano, no obligarán a Maduro a negociar en términos políticos. Porque, como explican los expertos, los costos de salida son más altos que los costos de quedarse, de atrincherarse en el poder. ¿Se ha perdido por completo la sensatez en la cúpula al mando? ¿Importa el sufrimiento de la gente, del pueblo al que tanto se ha mencionado y glorificado cuando respaldaba al oficialismo? ¿Qué confianza tienen en recuperar la confianza popular si se diera, hipótesis negada por ahora, una negociación que supondría su alejamiento del poder?
El costo de quedarse, así sea por las malas, contra la voluntad de la mayoría expresada en las urnas, es extremadamente alto. El supuesto voluntarismo del discurso oficial no detendrá ni el alza del dólar y la inflación ni la propagación de la pobreza. Las siete transformaciones anunciadas por Maduro el año pasado -economía productiva, independencia plena, paz y seguridad ciudadana, protección social, repolitización, combatir el cambio climático y el liderazgo de Venezuela en la nueva configuración mundial- es un plan fantasioso. ¿A quién puede liderar hoy Venezuela en el mundo?
El plan tiene una falla de origen porque se argumenta sobre una base falsa. “Los venezolanos tenemos una visión, un proyecto y una bandera”, dice Maduro. Los venezolanos votaron contra esa visión y contra ese proyecto. Y la bandera ondea a media asta.