Suben a 18 los muertos en las protestas contra el golpe de Estado en Myanmar
La brutal represión del Ejército no acobarda a los manifestantes, que se enfrentan a los antidisturbios montando barricadas en las principales ciudades
Cuando se va a cumplir un mes del golpe de Estado en Myanmar, nombre oficial de la antigua Birmania, los manifestantes redoblan su lucha por la democracia y el Ejército la represión. Según denuncia la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, al menos 18 personas han muerto abatidas a tiros por la Policía en las protestas que se han vuelto a repetir este domingo en numerosas ciudades del país. Filmadas bastantes de ellas por los medios locales, dichas muertes han tenido lugar en Yangón (Rangún), Dawei, Mandalay, Myeik, Bago y Pokokku.
«Condenamos enérgicamente la escalada de la violencia contra las protestas en Myanmar e instamos a los militares a detener inmediatamente el uso de la fuerza contra manifestantes pacíficos», ha criticado en un comunicado la portavoz de dicha Oficina, Ravina Shamdasan. Además de denunciar que este domingo han sido detenidos 85 médicos y estudiantes, así como ha recordado que más de mil personas han sido arrestadas desde que el Ejército llevó a cabo el golpe de Estado el pasado 1 de febrero.
En Yangón (Rangún), donde se ha desatado una auténtica batalla campal desde por la mañana, los antidisturbios abrieron fuego y dispararon pelotas de goma y gases lacrimógenos para dispersar a la multitud, que se atrincheraba tras barricadas montadas en las calles y se protegía con escudos improvisados. Resistiendo, los manifestantes se han enfrentado a la Policía y el Ejército arrojándoles cócteles Molotov, adoquines, piedras y todo lo que podían.
Tal y como muestran las imágenes que llegan a través de las redes sociales, ha habido heridos de bala en ciudades como Yangón y Mandalay, donde las fuerzas de seguridad han abierto fuego de forma indiscriminada. En una de las fotos que pueden verse en Twitter, los militares esparcen sacos de arena sobre la calle para tapar un charco de sangre. Pero ni siquiera esta brutal represión ha acobardado a los birmanos, que siguen oponiéndose en masa a la asonada del Ejército y apoyando al Gobierno democrático de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, bajo arresto domiciliario.
Con el pretexto de que su aplastante victoria en las elecciones de noviembre había sido fraudulento, los militares volvieron a recuperar el 1 de febrero su vieja tradición de dar golpes de Estado en este bello pero paupérrimo país del Sudeste Asiático. Con su alzamiento, han acabado con la transición democrática que se vivía desde 2010 después de medio siglo de dictadura. Hace poco más de una década, después de pasarse 15 de los últimos 20 años encerrada en su mansión, era liberada Aung San Suu Kyi, quien ganaba las primeras elecciones libres celebradas en 2015 y también las segundas el pasado mes de noviembre. Pero, en esta ocasión, su triunfo no ha sido reconocido por el general Min Aung Hlaing, el nuevo «hombre fuerte» de Birmania. Aunque el Ejército ha prometido nuevos comicios, no ha anunciado ninguna fecha y los birmanos no se lo creen por su larga tradición autoritaria. Tampoco Occidente, que ha condenado el golpe mientras los principales países de la región, como China, piden una solución negociada entre ambas partes. A la vista de la brutal represión de hoy, parece imposible.
Restaurar la democracia
Desde que empezaron las protestas y la campaña de desobediencia civil y huelgas justo tras el golpe, habían muerto cinco manifestantes y, según las autoridades, un policía. A tenor de la Asociación para la Asistencia a los Presos Políticos, más de 850 manifestantes habían sido detenidos o sentenciados, pero solo este sábado hubo 479 arrestos más, según recoge la televisión estatal MRTV. Entre ellos figuran varios periodistas, al parecer alguno occidental.
El rechazo al golpe es tal que el propio embajador birmano en la ONU, Kyaw Moe Tun, instó el viernes a «usar todos los medios necesarios contra el Ejército» para restaurar la democracia. Según informa Reuters, aseguró en su discurso ante la Asamblea General que «necesitamos las acciones más fuertes posibles de la comunidad internacional para acabar con el golpe militar y la represión sobre la gente inocente, devolviendo el poder del Estado al pueblo y restaurando la democracia». Furiosos con su intervención, los militares le destituyeron el sábado, pero la ONU no ha recibido todavía ninguna notificación. Un mes después del pronunciamiento militar, la represión de este fin de semana aísla aún más a los golpistas mientras la sangre vuelve a correr por Birmania.