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Sudán revive la pesadilla de la guerra civil veinte años después de Darfur

Los combates que libran el Ejército regular y los paramilitares de las RFA causan 413 muertos y miles de heridos

Soldados del Ejército sudanés leales a Al Burhan en Puerto Sudán AFP

 

Cuando se interrumpen los caminos que conducen a la democracia, suele ser para que la violencia campe a sus anchas. Así lo demuestra lo que sucede en Sudán, donde el Ejército regular y los paramilitares de las Fuerzas de Asalto Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) se enfrentan desde hace más de una semana para hacerse con el poder. Según datos del viernes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 413 personas han muerto y más de 3.551 han resultado heridas durante los choques, una situación agravada por el hecho de que los centros sanitarios también son diana de los ataques.

«El conflicto se enmarca dentro del proceso de transición en el que está inmerso Sudán, y que comenzó a raíz de la revolución popular que estalló a finales de 2018 y principios de 2019, cuando se produjo una oleada de protestas contra el régimen de Omar al Bashir», explica Elsa Aimé, profesora de la Universidad Pontificia de Comillas. «Eso abrió un período de cambio, un proceso de transición política que ha conocido varios altibajos. En 2019, en el contexto de estas movilizaciones, se dio un golpe de Estado que provocó la caída de Al Bashir y la creación de un consejo militar de transición. Lo que acaba de estallar es un enfrentamiento dentro de esa junta, que tendría que haberle pasado el poder a un gobierno civil».

Antes de continuar, hay que conocer quién lidera cada una de las facciones que amenazan con desestabilizar definitivamente a una tierra con sus sueños de libertad hechos añicos: por un lado, se encuentra el Ejército y el presidente del país, el general Abdelfatah al Burhan, un militar de carrera que ha recibido formación en Jordania y Egipto; por otro, las RSF y el vicepresidente, el general Mohamed Hamdan Dagolo, llamado Hemedti, procedente de una familia de pastores de camellos que cambió las bridas por los kalashnikov y logró hacer fortuna durante la guerra de Darfur, de la que se cumplen veinte años.

Dos cara y un fondo

En cierta forma, las biografías de Burhan y de Hamedti simbolizan uno de los aspectos del conflicto en marcha: mientras que Al Burhan es un militar al uso, un hombre que mantiene buena relación con El Cairo y mira con simpatía a la dictadura de Al Sisi, Hemedti hizo carrera como jefe de grupos armados, se entiende con el dictador de Eritrea, Isaías Afewerki, y con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, y apenas posee instrucción; según han publicado varios medios, abandonó la escuela muy temprano.

«Los militares de Sudán sí que han tenido una educación. Aunque no alcanzan el nivel del Ejército egipcio, hay una academia militar sudanesa y pasan un recorrido formativo», señalan las fuentes de la cooperación internacional. «Los soldados de los paramilitares son gente que viene de Darfur, que por lo general no tiene estudios y que ha pasado toda su vida en contextos de guerrilla», añaden.

«Hemedti no tiene estudios, ni siquiera fue a la escuela. Los hombres de la RSF han hecho cosas muy malas, porque a veces están borrachos y usan armas pesadas», cuenta un ciudadano sudanés que ha pedido proteger su identidad con el anonimato. «La gente prefiere ahora al Ejército, pero tampoco están satisfechos con sus líderes».

«Los soldados de los paramilitares son gente que viene de Darfur, que por lo general no tiene estudios», cuentan fuentes de la cooperación internacional

Lo cierto es que hay que evitar los espejismos de la propaganda. Ambos hombres llegaron a la primera línea de la política sudanesa gracias a Al Bashir, al que más tarde derrocaron durante el golpe de Estado de abril de 2019. Aunque ahora Hemedti intenta distanciarse de Al Burhan y presentarse como un político cabal, dialogante y próximo a los ciudadanos, estrategia que la cadena Al Jazira ha descrito como una campaña de «poder blando» para convencer a Occidente de que las RSF solo desean proteger a los civiles de la violencia del Ejército regular, la realidad, como siempre, es más gris y desalentadora.

«Durante años, el Ejército y las RSF cooperaron para cometer graves abusos contra los derechos humanos en todo Sudán», se lee en la citada noticia de Al Jazira. «El Ejército tiene más apoyo entre los islamistas y los viejos partidos tradicionales», confirman las fuentes de la cooperación. «La mayor parte de la población quiere un gobierno civil y está cansada de los militares. La cúpula ascendió con Al Bashir, pero el discurso de Hemedti sobre los civiles está vacío», explican. «Cuando se convirtió en vicepresidente, Hemedti creyó que podía convertirse en el hombre del futuro e intentó construir una imagen que resultara aceptable».

En cierta manera, se puede decir que en Sudán luchan dos viejos conocidos. «El enfrentamiento se está produciendo entre Burhan, el presidente de la junta, y el vicepresidente, Hemedti, líder de unas fuerzas paramilitares vinculadas a unas milicias que existían en la década del 2000 y participaron en el genocidio de Darfur», recuerda Aimé, en referencia a los Janjaweed, el grupo armado que cometió crímenes de guerra en ese castigado territorio a principios de este siglo. «Estas luchas por el poder político enfrentan a un general militar con fuerzas paramilitares, ambos vinculados al período de Al Bashir».

Tentáculos de Wagner

«Los paramilitares controlan los lugares donde se produce el oro, una fuente fundamental de ingresos», comentan las fuentes de la cooperación. Se trata de una actividad que el grupo Wagner también lleva a cabo en África, pero resulta que las conexiones con los paramilitares rusos no terminan ahí.

Según una noticia publicada el viernes por la CNN, los mercenarios de Wagner han suministrado misiles a los paramilitares de la RSF; los vínculos entre Hemedti y Moscú son sólidos, pues el líder miliciano viajó a la capital rusa el 23 de febrero de 2022, solo un día antes de la invasión de Ucrania, para «estrechar lazos» entre Sudán y Rusia.

«La gente de Sudán quiere democracia y son los grandes perdedores del conflicto», lamenta un ciudadano que pide mantener el anonimato

«Si el Ejército regular recupera el control de la capital, puede haber dos escenarios: que los paramilitares se retiren a Darfur, que podría convertirse en una región independiente en la práctica, o que se reduzca la intensidad del conflicto pero se alargue por tiempo indefinido», concluyen las fuentes de la cooperación, exponiendo las posibilidades sobre el futuro de la guerra.

«La gente de Sudán es gente de paz. La gente de Sudán quiere democracia y son los grandes perdedores del conflicto. Ningún líder de Sudán actúa como los sudaneses, que son pacíficos y no quieren la guerra», añade el mencionado ciudadano anónimo, crítico con la imagen de la población de su país que se transmite en los medios internacionales de comunicación. «Va a ser muy duro, pero vamos a luchar pacíficamente por la democracia», concluye esperanzado. Lo que suceda en los próximos días definirá el futuro de una tierra demasiado golpeada por la violencia.

«Había tensiones porque se debía formar un comité para supervisar la integración de los paramilitares de Hemedti en el Ejército regular», cuentan fuentes de la cooperación internacional, que han pedido mantener el anonimato. «Los militares querían que esa transición se produjera en dos años, mientras que los paramilitares deseaban que fuera en diez. Además, los militares querían que el comité fuera presidido por un militar, pero que los paramilitares querían un civil», explican.

 

 

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