Democracia y Política

Suecia y Finlandia: el fin de la inocencia antimilitarista

Ambos abandonan la equidistancia de la Guerra Fría y apoyan de forma mayoritaria la entrada en la OTAN

                          Un grupo de soldados suecos patrulla en la isla de Gotland EPA

 

El cruel asesinato de Olof Palme, en febrero de 1986, un caso nunca resuelto, convirtió al socialdemócrata sueco en una suerte de mártir del pacifismo y contribuyó seguramente a que la neutralidad, entendida como una posición de equidistancia entre Estados Unidos y Rusia, arraigase en la identidad nórdica desde la Guerra Fría hasta la invasión de Ucrania. En febrero de 2022, el eco de las bombas rusas en Kiev puso sin embargo fin abruptamente a esa asociación entre la idea de seguridad y el principio de no alineamiento, que se había aposentado entre las bases incontestables de la política de Suecia y Finlandia.

En la primera encuesta sobre la posibilidad de adherirse a la OTAN, como respuesta a la nueva situación de seguridad que había creado la invasión rusa de Ucrania, ya se percibía el seísmo sociológico. Realizada por el instituto sueco Novus entre el 10 y el 16 de marzo de 2022, apenas un par de semanas después de que Putin iniciase la invasión, indicaba que solo el 30 por ciento de los suecos estaba en contra de la adhesión a la OTAN, mientras que el 47 por ciento se manifestaba abiertamente a favor de lo que solo un mes antes seguía siendo todo un tabú. Hoy ese porcentaje asciende hasta el 62 por ciento y en las elecciones del pasado 11 de septiembre, en el tradicional bastión socialdemócrata, los votantes entregaron el Gobierno al conservador Ulf Kristersson.

Cambio de postura

«Para los votantes burgueses, superar el veto turco y lograr entrar en la OTAN es un objetivo demasiado importante como para fracasar», explicaba el politólogo Tobias Etzold. En Finlandia, el péndulo se inclinó aún con más fuerza a favor de la adhesión, impulsado seguramente por los 1.300 kilómetros de frontera que el país comparte con Rusia. Si antes de la invasión no llegaba al 20 por ciento el porcentaje de partidarios de la OTAN, hoy solo un 6 por ciento de los encuestados por Citizens Pulse considera que su sensación de seguridad ha disminuido con la solicitud de membresía a la Alianza Atlántica. Más de un 80 por ciento de los finlandeses se declara a favor de entrar en la OTAN en las encuestas publicadas por Yle, el 62 por ciento de los votantes de la Alianza de Izquierda defienden que es la decisión correcta. El apoyo es aún más fuerte entre los mayores de 65 años, el 90 por ciento, «personas con memoria viva de la guerra y el Ejército ruso», aclaran los autores del sondeo.

«Durante mucho tiempo pensé que pertenecer a la OTAN habría sido una forma de provocar a Rusia, que lo mejor que podíamos hacer por la paz era mantenernos como país neutral, pero con el ataque a Ucrania me ha quedado claro que Rusia no necesita provocaciones y que tenemos que defendernos», decía a la televisión sueca Tuva Arrhenius, en una encuesta callejera del 22 de julio, el día en que los dos países formalizaron la solicitud. Su evolución tiene paralelismos al más alto nivel gubernamental. «Cambié de opinión el 11 de abril a las 8:15 horas», confesó el ministro de Defensa sueco, Peter Hultqvist, que cayó en la cuenta de que «Rusia quiere ejercer una influencia directa sobre los países vecinos y su derecho a tomar sus propias decisiones de seguridad, hasta el punto de utilizar la fuerza militar para lograr sus objetivos políticos… Es necesario pensar de forma realista».

«El apoyo es fuerte, tanto entre los ciudadanos como entre los políticos», constató Albert Weckamn, del Instituto de Investigación Social Åbo Akademi. Pero también hay voces críticas.

«La nación sueca ha sido estafada, debería haberse celebrado un referéndum», se queja Gabriella Irsten, de la Asociación de Paz y Arbitraje de Suecia (Svenska Freds, en sueco). Irsten teme que el ingreso del país en la OTAN pueda resultar en el uso de armas nucleares, en el «posible asesinato masivo de civiles». Recuerda que Suecia no ha estado alineada desde 1814 y no ha estado involucrada oficialmente en ningún conflicto militar: «La política de los socialdemócratas fue actuar como mediador entre los bloques, el gobierno de Magdalena Andersson rechazó una discusión sobre la membresía en la OTAN y el punto de inflexión llegó en abril. Dado que Suecia quería completar el proceso de adhesión junto con Finlandia, no hubo un amplio debate social y eso es una traición a sus votantes».

Svenska Freds tiene unos 2.000 nuevos miembros desde el inicio de la invasión, hasta un total de 9.000. «Hay mucha frustración», dice Agnes Höllström, su presidenta, que reconoce que «Ucrania tiene derecho a la autodefensa y puedo incluso entender el envío de armas, pero soy muy crítica con el apoyo al regimiento nacionalista ucraniano Azov y no creo que la OTAN esté contribuyendo a la paz en este conflicto».

Sin referéndum

«Se prometió un referéndum que después no se ha celebrado», denuncia el bloguero finlandés Tommi Lievemaa, «se pisotea descaradamente la democracia y los políticos de Helsinki se han apresurado a acelerar la ratificación antes de las elecciones». La primera ministra finlandesa, Sanna Marin, «se asegurará de que la entrada en la OTAN pueda ser completada sin la desagradable interferencia del pueblo».

El tradicional pacifismo sociológico sueco, del que quedan todavía vivos rescoldos, no eclipsa por lo demás el hecho de que Suecia cuente con un Ejército con más de 50.000 soldados en un país de 10 millones de habitantes, ni de que haya venido siendo el tercer mayor exportador de armas per cápita después de Israel y Rusia. El país de nacimiento de Alfred Nobel y adalid de la neutralidad no ha tenido reparos en vender armas a regímenes cuestionados por violaciones de los derechos humanos como Arabia Saudí, Tailandia, Baréin o Egipto. Aunque más modestamente, Finlandia también ha estado fabricando armamento de forma lucrativa. En la lista de productos más exportados por este país, el apartado de «Armas, municiones y accesorios» ocupa el puesto 19.

A la hora de ratificar su entrada en la OTAN, los dos Gobiernos se han encontrado con el obstáculo de Turquía, que exigía a cambio dejar de estar vetada como comprador del armamento que fabrican, y ninguno ha mostrado mayor resistencia al respecto.

 

 

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