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Suiza prohíbe por referéndum el burka y ocultar el rostro en público

El país helvético se suma así a otros estados europeos, como Holanda y Dinamarca, que impiden el uso de velo integral, vestimenta tradicional islámica

Suiza ha aprobado este domingo por referéndum, aunque por un mínimo margen, una ley que prohíbe que las mujeres utilicen en cualquier lugar público el velo integral o el burka, elementos de la vestimenta tradicional islámica.

La iniciativa presentada al pueblo fue denominada “Sí a la prohibición de esconder el rostro” y ha salido adelante con un 52% de votos, sumándose así a una política que desde hace años aplican otros países europeos, como Holanda o Dinamarca.

Su objetivo declarado era promover la igualdad, la libertad y, en particular, la seguridad, ya que los proponentes afirmaban que evitaría que mujeres sean obligadas a ocultar su rostro o que otros lo hagan con un propósito criminal o terrorista.

El turismo árabe, en riesgo

También el Gobierno y el Parlamento suizos estaban contra esta prohibición por considerar que se trata de un fenómeno marginal en Suiza, que podría tener efectos negativos en el turismo y, finalmente, no ayudaría realmente a las mujeres afectadas.

Suiza recibe cada año una clientela turística procedente de países árabes y de alto poder adquisitivo.

«Ninguna mujer puede aceptar caminar por la calle con una tela sobre el rostro que le impide respirar, mostrarse como persona y como mujer, y decirlo en voz alta no es ni sexista ni racista», declaró hoy al conocerse el resultado del referéndum la parlamentaria Jaqueline de Quattro, en declaraciones a la radio-televisión pública suiza RTS.

La ley aprobada en este referéndum también se aplicará a los participantes en manifestaciones y marchas, que no podrán ocultarse el rostro, lo que en ocasiones ocurre cuando grupúsculos violentos actúan de forma violenta y realizan destrozos en las calles.

Su principal promotor fue el partido UDC, el más conservador del espectro político suizo, pero la nueva norma también recibió el apoyo de otros partidos de derecha.

Entre sus oponentes no solo figuraban partidos políticos, sino movimientos sociales como reconocidos colectivos feministas, que juzgaban que esta prohibición era «racista y sexista».

 

 

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