Susana Seleme: El ADN democrático
El demócrata expresidente norteamericano, Barak Obama, afirmó que “Sapiens”, el primer éxito editorial del israelita Noah Harari, “da cierta perspectiva del poco tiempo que llevamos en la tierra… y de por qué no debemos dar nada por sentado”.
¿Lo habrá leído alguien del oficialismo? Lo dudo. Su lectura indicaría rasgos de inteligencia política de la que carecen, aunque sean políticos que llevan 13 años continuos de ejercicio del poder. Sin concesiones, buscan su reproducción “para toda la vida”, dice Evo Morales, también presidente corporativo cocalero. Aspiran a la dominación total y apropiación no solo de los excedentes económicos bajo un capitalismo de Estado centralista a rajatabla, sino de la conciencia social de la sociedad, como todo totalitarismo con partido único.
Habrá que recordarles que “no debemos dar nada por sentado”, pues de todos los años que la democracia ha vivido peligrosamente desde 2006 hasta hoy, no han podido borrar la identidad democrática que constituye el ADN de gran parte la sociedad boliviana. Por eso el binomio Morales-García está inhabilitado a una cuarta reelección ilegal e ilegítima, pues se lo prohíbe el Art. 168 de la Constitución, que solo permite dos continuas. Y porque nada -las elecciones primarias, por ejemplo, maquilladas como “democratización interna”, cuando todos los partidos políticos tenían solo un binomio- puede estar por encima del voto soberano de la sociedad.
Ese es el voto popular del Referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F) que dijo NO a la modificación del 168 y, de suyo, NO a la reelección indefinida. El binomio también está rechazado por las mismas inéditas ‘primarias’, en las que votó solo el 40% de la militancia del partido oficialista, y cerca de 10 % votó en blanco o anuló su voto.
La dupla de marras echó mano de las primarias para dar curso a su ilegal candidatura, bajo la interpretación que hizo un Tribunal Constitucional sumiso al poder de Morales, que lo habilitó como candidato a las elecciones de octubre de 2019. Se basó en el Art. 23 de la Convención de DDHH de San José, Costa Rica, para concluir de manera antojadiza, que esa norma ampara los ‘derechos humanos’ de Morales de ser reelecto. La Convención más bien busca frenar los abusos de dictadores y autócratas castrochavistas y populistas.
El ADN democrático se impuso en la primera elección de Magistrados para los 4 órganos del Poder Judicial en 2011, cuando el voto nulo, ganó por mayoría. Como la segunda vez, en 2017, pese a lo cual, con solo 5% a 10% de votos, fueron posesionados quienes están sometidos al Poder Ejecutivo y no a la defensa de la sociedad.
En los hechos, no existe independencia de dicho Poder. Tampoco de los otros. Todos los procesos electorales están sospechados por la ausencia de credibilidad en el Poder Electoral, dada su sumisión al oficialismo. Es tan evidente, que una misión de la Unión Europea ha señalado que “la confiabilidad es un tesoro que debe resguardar el Tribunal Electoral, porque está en sus manos la reputación democrática de Bolivia”, hoy por los suelos. Como el padrón electoral, sin saneamiento, con duplicación o triplicación de cédulas de identidad, con muertos que votan, con militantes de un partido, inscritos en otro, y un voto ‘comunitario’ en zonas campesinas e indígenas, donde se impone el candidato oficialista.
El Referéndum del 21 F y su NO a la modificación de la Constitución y reelección indefinida, es una de las más nobles expresiones del ADN democrático de Bolivia, como lo fue el rechazo dela sociedad civil, las plataformas ciudadanas, profesionales de la medicina y partidos politicos a un criminoso Código Penal. El regimen tuvo que abrogarlo.
Es muy difícil que los hombres y mujeres del MAS comprendan que “no debemos dar nada por sentado”. Aparte de que nunca fueron demócratas –me remito a su práctica social antes y ahora- tampoco han asimilado que el ‘cambio’ es una ley de la historia y de la dialéctica. Negar la alternancia política en el poder, los convierte en usurpadores del mismo, como el írrito Nicolás Maduro y otros, a los que Morales defiende sin pudor.
Él y los suyos practicaron con fruición la premisa del milenario chino Sun Tzu: “Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño”. Y convirtieron la lucha democrática en guerra contra la democracia, contra el Estado de Derecho y los/las demócratas. Descartaron la institucionalización democrática, luego de tantos años de su difícil construcción, antes de la llegada al poder de su llamado “proceso de cambio”. ¿Cambio? ¡Qué paradoja! Sus ideólogos comunistas olvidaron las leyes de la dialéctica.
Al cabo de 13 años, Bolivia carece de una salud y educación dignas para todos, mientras la corrupción, el despilfarro y el enriquecimiento de los afines al régimen se han masificado gracias a hiperprecios de materias primas, ya en declive total. En tanto, la violencia política suma más 100 víctimas mortales, amén de presos, perseguidos y exiliados políticos.
Que Morales y los suyos no den “nada por sentado”. El ‘ADN’ de nuestra identidad democrática estará presente en las elecciones de octubre. Antes, se hará escuchar, entre el 7 y 15 de febrero, en las jornadas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Sucre. El 21F es nuestro ‘ADN’ democrático.