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También puede pasar aquí

No somos mejores que los argentinos o los venezolanos. Simplemente tenemos detrás a la UE

Eso no puede pasar aquí’ es una novela distópica escrita por Sinclair Lewis en 1935. Su trama gira en torno a la llegada al Gobierno de Estados Unidos de un presidente que quiere crear un Estado fascista tras el ‘crack’ del 29. En él hay dos aspectos interesantes: el primero es el que permite detectar esa superioridad moral del americano, que da por hecho que el fascismo es algo de lo que deben preocuparse solo los demás. Y especialmente si los demás son esas viejas naciones europeas, enfrascadas perpetuamente en extrañas guerras tribales. El segundo aspecto es la percepción de que, para el autor, el fascismo sólo puede darse si surge de la izquierda, con esa mezcla explosiva de populismo, progresismo y sindicalismo. Es decir, el fascismo sería la consecuencia lógica de una oleada de estatismo y surgiría, en ese caso, tras la madre de todas las crisis.

Similar sensación tenemos hoy en España, desde donde miramos a América Latina, y especialmente a Venezuela y a Argentina, con esa conmiseración idiota que nos hace sentirnos superiores, como si nosotros estuviéramos protegidos ‘in natura’ para evitar ese declive, que sería, según parece, algo reservado para países de chichinabo, algo subdesarrollados y con votantes irracionales como ‘hooligans’ de equipos de fútbol. No como nosotros, claro. «Eso no puede pasar aquí», decimos. Y desde Venezuela nos recuerdan que exactamente eso mismo pensaban ellos cuando eran el país más rico y desarrollado de Hispanoamérica. Ahora se mueren de hambre, emigran y se ven en manos de una dictadura que comenzó en el preciso momento en el que el pueblo no supo evitar que todo el poder acabara en manos de un Chávez que se reía a carcajadas de las exageraciones de quienes desenmascaraban sus intenciones.

Bien, pues ya estamos ahí. Pueden reírse lo que quieran, pero el PSOE ha abandonado el Estado de derecho y la separación de poderes y habilita abiertamente a Sánchez para que tenga bajo su mando los tres poderes del Estado, como un Rey Sol que solo diera sombra. Por supuesto que puede pasar aquí. De hecho, está pasando. No somos mejores que los argentinos o los venezolanos. Simplemente tenemos detrás a la Unión Europea. El PSOE está acabando con el Estado de derecho y nos lleva de cabeza al club de Polonia y Hungría. Esperemos que tanto el Consejo como la Comisión intervengan para evitar, también aquí, ese retroceso democrático.

Pero, al contrario de lo que pensaba Sinclair, el riesgo no se encuentra solo en la izquierda. Estos días hemos visto que en la derecha hay también un alma ultra, contraria a la Constitución, a la democracia liberal y al Estado de derecho. Y no se trata de decir a ‘los nuestros’ que no usen la violencia, sino de dejar claro que, si usan la violencia, no son ‘los nuestros’. La pulsión totalitaria se encuentra latente en toda sociedad. Que la necesaria indignación contra el totalitarismo sanchista sea el inicio de un reforzamiento liberal y no el Caballo de Troya de un totalitarismo simétrico.

 

 

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