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Tana French: “Matar es fácil, lo difícil es lo de antes y lo de después”

La escritora se abisma en la complejidad de la identidad personal y la culpa en su nueva novela ‘El secreto del olmo’, un policiaco psicológico alabado por Stephen King

Ardua misión buscar olmos en Dublín de noche y con lluvia, y más aún si eres de fuera. Cuando se le explica al día siguiente a Tana French que solo ha sido posible encontrar uno, cerca de la catedral de la Santísima Trinidad (Christ Church) —edificada por cierto encima del templo de madera del rey vikingo Sitric—, y tan discreto que difícilmente cabría en su tronco una calavera y no digamos un esqueleto completo, se sorprende de que alguien se haya podido tomar tan a pecho su última novela. En el centro de la trama de la estupenda e hipnótica El secreto del olmo -en inglés The Wych Elm, el ominoso nombre (también se escribe witch, como bruja) de la especie más común de olmo en el norte de Europa, Ulmus glabra), publicado en castellano por Alianza y en catalán por Capital Books, hay precisamente uno de esos árboles, un ejemplar majestuoso que se alza en un jardín familiar y en cuyo interior unos niños encuentran un cráneo humano. El descubrimiento lleva a revelar un crimen y despierta viejos fantasmas en el seno de una familia al tiempo que desata un terrible conflicto en la mente de uno de sus miembros, Toby, el protagonista y narrador de la novela.

La escritora estadounidense residente en Dublín Tana French (Vermont, 1973), buena conocida de los amantes de la novela negra por títulos como El silencio del bosque, Faithful Place, o Intrusión, se aleja esta vez de sus historias protagonizadas por detectives de la Brigada de Homicidios de Dublín para encerrarnos en una vieja mansión, Villa Hiedra, y su misterioso jardín y escarbar con la misma intensidad en las raíces y la tierra húmeda y agusanada y en las profundidades del alma humana. Ahí está en fin este mediodía gris irlandés la escritora, sentada frente a un té en uno de sus sitios favoritos, el Library Bar del Central Hotel de Dublín, con su aspecto de entre Puck y Hamlet y una amable sonrisa. Hay referencias a Hamlet, precisamente, en la novela, desde la cita del principio del libro a la dolorosa introspección del protagonista y sus disquisiciones sobre la identidad, el crimen y la culpa, y la familia. “Adoro Shakespeare, como actriz que soy además de escritora, me fascina cómo todo en sus obras está cargado de significado y cómo cada palabra puede leerse como si fuera una pista”. Por no hablar de la calavera. La autora ríe con ganas. “Sí, ¡me encanta Shakespeare!, cuando trabajas con sus obras el trabajo ha de ser casi detectivesco también”.

 

 

 

 

El secreto del olmo está lleno de sorpresas hasta el mismísimo final, inesperado. “A mí también me sorprendió; por la manera en la que escribo no sé quién es el asesino hasta acabar”. French insiste al ver la cara de escepticismo de su interlocutor. “De verdad, no lo sé. Todo viene del personaje, de ahí procede la historia en mis novelas. Tengo que conocer bien a los personajes antes de saber quién hizo qué. Incluso a veces he de reescribir pasajes enteros. Algo que descubro al escribir el capítulo décimo hace que no tenga ya sentido lo del tercero”. El protagonista de El secreto del olmo, Toby, presenta características muy especiales, aparte de haber recibido un golpe en la cabeza durante una agresión y que le provoca una grave confusión mental. “Es un carácter condicionado por la suerte, por haber sido siempre una persona muy afortunada. Eso cambia de un día para otro”.

«La idea de que nuestra mente no es un lugar seguro, que no es inviolable, me impresiona mucho. Eso es terrible y creo que se refleja en mis novelas”.

French subraya que en su novela todos los personajes tienen buenas razones para hacer lo que hacen. “No me interesan los simplemente malos. Espero haberles dado espacio a todos para exponer sus razones. Nadie es malo porque sí. Igual que nadie piensa de sí mismo que es malo”. El secreto del olmo es una novela policiaca, pero a la vez una inmersión tremenda en la conciencia humana. “Eso espero, lo central es preguntar quiénes somos cuando nos arrebatan todo lo que somos”, reflexiona la novelista. “El pasado es nuestra identidad”. El protagonista descubre “que su propia mente que debía ser el lugar más seguro ya no lo es” a causa de la lesión en la cabeza. Con ese tema de las dudas sobre uno mismo no es raro que a Stephen King le haya gustado tanto el libro. Tana French vuelve a reír. “Leí It de adolescente y me asustó mucho. No tanto por el payaso malvado sino por cómo los personajes quieren recordar el pasado y alguien trata de arrebatárselo. La idea de que nuestra mente no es un lugar seguro, que no es inviolable, me impresiona mucho. Eso es terrible y creo que se refleja en mis novelas”. La autora define su novela como “las dos cosas, novela policiaca y novela psicológica; en realidad, la novela policiaca siempre ha sido un marco perfecto para el estudio psicológico”. Cuando se le cita a Dostoyevski, French prefiere relacionar su obra con El secreto, de Donna Tartt.

En El secreto del olmo, el protagonista no es policía como Antoinette Conway, Rob Ryan, Frank Mackey o Cassie Maddox, pero ¡vaya equipo de detectives que aparecen! “Hasta ahora había escrito más desde el punto de vista de los detectives, pero aquí ha disfrutado haciéndolo desde el de los demás, y resulta muy diferente. Si uno es policía, el proceso es tratar de poner orden en el caos, eres el motor, como el director en teatro, puedes ir donde quieras. Pero si estás en el otro lado, la investigación es como un tren que arrolla tu vida. No tienes el control y no sabes cuál es tu papel”. En El misterio del olmo los detectives parecen aves rapaces, depredadores. “Es como los ve él, el protagonista, le aterrorizan; para mí ha sido difícil escribir así porque no tengo mucho en común con el narrador”. También ha sido complicado, dice, salirse del terreno conocido de sus otras novelas con la Brigada de Homicidios, “donde tienes el marco establecido, el grupo, el edificio…”.

La familia, su importancia, siempre ha desempeñado un papel en las novelas de French. En El secreto del olmo la que aparece no es una familia de clase baja sino media alta. “Eso lo marcaba el personaje principal, debía ser alguien al que la vida lo hubiera tratado muy bien. Me interesaba el tema de cómo el tener suerte te puede mermar la empatía con la gente que lo pasa mal. Así que mi protagonista debía tener una vida afortunada, sin problemas, ser hombre, blanco, heterosexual, con estabilidad económica y con mucho amor”. No obstante, el alcoholismo vuelve a aparecer. “Es una de las formas en que la gente en Irlanda afronta los problemas”.

«El jardín es lugar de los primeros miedos. Un espacio en el que se juega y hay belleza pero también algo que nos intimida. Estamos divorciados de la naturaleza y de todo lo que significa”.

 

Tana French considera que, contra lo que solemos creer -y nos han mostrado los hermanos Coen, por ejemplo-, es fácil matar. “Sí, es fácil físicamente, pero no psicológicamente. Es complejo vivir con ello si no eres un sociópata. El momento de matar es fácil, lo devastador es lo de después, y lo anterior, cuando no encuentras otra salida que hacerlo, eso hace cosas terribles a la mente. En realidad, lo interesante no es el asesinato, sino lo que empuja a cometerlo”. En la novela, ella hace que parezca fácil asesinar, incluso demasiado fácil. “Eso es intencionado, para resaltar lo difícil del aspecto psicológico. Me preocupé mucho de que funcionara el sistema que describo. Me documenté a fondo. En Internet puedes encontrar cosas muy oscuras…”.

La naturaleza vuelve a mostrar su lado tenebroso en El secreto del olmo. “Siempre tiene algo inquietante. En nuestra relación con ella hay algo oscuro y una tensión”. Eso del cráneo en el árbol resulta escalofriante, feérico. “¡Es real! Mi hermano me escribió contándome la historia. Unos niños encontraron una calavera en un hueco en un árbol. Era parte del esqueleto de una mujer. Aparecieron luego grafitis en la zona que rezaban ‘¿quién puso a Bella en el olmo?’, que parece algo de una pesadilla infantil. Mi hermano añadía, ‘¡esto es para un libro de Tana French!’ Tenía razón”. ¿Tiene los olmos algo de especial? “Mitológicamente, para los griegos marcaban la entrada del inframundo, como una frontera entre la vida y la muerte, una tierra de nadie espectral”. Los jardines también tienen su ambivalencia. “Son los lugares de los primeros miedos. Un espacio en el que se juega y hay belleza pero también algo que nos intimida. Estamos divorciados de la naturaleza y de todo lo que significa”. El secreto del olmo tiene algo del reto detectivesco del caso clásico de la habitación cerrada. “Sí, me gusta ese género de espacio cerrado en el que todos son sospechosos y se desarrolla la pesquisa”. De hecho hay una llave que suena a puro Agatha Christie, “Me encantan las historias de misterio y las convenciones del género, pero probando a la vez cosas nuevas, saltándome las reglas”.

La enfermedad es otra protagonista de la novela. “Sí, quería explorar todo lo que puede minar nuestra seguridad en quiénes somos, sobre todo en el aspecto mental”. Hay una línea en la novela que casi deriva hacia el relato espectral. “Adoro a James y sus historias de fantasmas. Me gusta que cosas muy mundanas puedan ser terroríficas, la sensación de que hay otro nivel, una realidad paralela”. ¿Se está desplazando hacia lo fantástico, en plan King? “No, lo que escribo ahora, una novela sobre un detective estadounidense jubilado que vive en el oeste de Irlanda y al que un niño le pide que investigue la desaparición de su hermano –la entregaré en febrero-, no tiene nada de fantástico, y lo sobrenatural en El secreto del olmo es solo una preocupación del protagonista y su constatación de la fragilidad de la realidad cuando tu mente se vuelve insana”. Es peor aún porque fuma porros. “Sí”, ríe French, “no debería fumar”.

La amistad representa un papel central en la novela. “La amistad es muy importante en la vida y habría que darle más espacio en la ficción. Nuestras amistades nos definen”. Hay menciones al acoso en la novela, más significativos aún al ser la novelista también actriz. “El abuso de género es síntoma de un tema aún mayor que es el abuso de poder”. ¿Ha sufrido alguno? “Todo el mundo ha tenido casos, en teatro son corrientes los malos tratos con connotaciones sexuales por parte de directores. Lo que ha cambiado hoy es que la gente empieza a sentir que puede alzar la voz contra eso, y no solo las víctimas, sino los testigos”.

 

 

 

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