Técnica de un golpe de Estado
El gran relato sobre la trama de la rebelión secesionista lo ha escrito la jueza Carmen Lamela en su informe al Tribunal Supremo. En sólo veinte folios bien documentados, la magistrada de la Audiencia explica lo que Curzio Malaparte llamaría la técnica de un golpe de o contra el Estado. Una organización ramificada, «compleja y heterogénea», unida en el propósito de la secesión con una precisa coordinación interna. Un ajustado reparto de papeles diseñado con minuciosa sincronización de la estrategia. Un «concurso de voluntades» aglutinadas para cumplir la estricta planificación del designio unilateral de la independencia.
Es la existencia de ese plan articulado la que aconseja unificar en un solo tribunal la investigación, según el criterio de la jueza que ha mandado a prisión a los Jordis y a Oriol Junqueras. Porque de su análisis documental se desprende una actuación combinada de numerosos elementos concomitantes al servicio de una finalidad idéntica. Lo que describe es una conspiración de ruptura institucional, una revolución coral proyectada para su ejecución acompasada como la partitura de una orquesta. Sólo desde esa perspectiva de conjunto puede entenderse la estructura de una empresa que cometió, a juicio de Lamela, diversos delitos concurrentes: sedición, malversación de caudales públicos, prevaricación y desobediencia.
La atribución de papeles resulta esencial en el desarrollo del proceso. Los líderes de la Generalitat y del Parlamento como autores intelectuales del proyecto, creadores de una legalidad paralela, ejecutores administrativos y proveedores del dinero. Las asociaciones civiles, ANC y Omnium, como agentes de desestabilización social encargados de la agitación de masas, de las redes de propaganda y de la extensión de un clima de rechazo antiespañol para favorecer el levantamiento. Y los Mozos de Escuadra como factor de intimidación, espionaje (sic) a las fuerzas de seguridad nacionales y protección del referéndum; 17.000 efectivos armados actuando con la disciplina de un ejército. Cada brazo de la trama con sus jefes: Puigdemont, Forcadell, Junqueras, los consejeros de su Gobierno, los dos Jordis y el mayor Trapero.
Ése es el plano de la insurrección, el guión del motín y la nomenclatura del movimiento. La prosa judicial detalla la hoja de ruta de las leyes inconstitucionales, la consulta ilegal, la asonada callejera y la declaración parlamentaria que proclamaba la república y el Estado nuevo. La clave de comprensión es la de que los presuntos quebrantamientos de la ley obedecían a un objetivo común y formaban parte de un sistema conexo; de ahí que la instructora solicita que sea una sola instancia la que entienda sobre ellos. Veinte folios de descripción de situaciones y hechos más otros nueve de antecedentes investigativos y relación de documentos. Ahí está todo: la revuelta de octubre contada para escépticos.