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Terremoto político en Francia: Macron, incapaz de frenar el avance de los extremismos

Su coalición logra una frágil victoria en la segunda vuelta de las legislativas francesas y tendrá que pactar

Francia abre una nueva página de su historia política muy dividida, con un jefe del Estado malquerido y un hundimiento histórico de las fuerzas políticas tradicionales, sustituidas por una extrema izquierda y una extrema derecha populistas, creciendo el rechazo social de las instituciones. Con una abstención histórica del 54%, la segunda vuelta de las elecciones legislativas dio ayer domingo una victoria frágil al presidente de la República: sin mayoría sólida; sin que haya ninguna mayoría alternativa.

Cuando estaban escrutados el 98% de los votos, el Ministerio del Interior anunciaba estos resultados oficiales. Renacimiento, el partido de Macron, y Juntos, la coalición de partidos amigos, tendrán mayoría relativa en la nueva Asamblea Nacional (AN), primera cámara del Parlamento nacional, habiendo obtenido 237 escaños en un Parlamento de 577 diputados.

En la Asamblea saliente, la coalición macroniana tenía 359 escaños. Pierde más de un centenar de escaños: un desastre político personal. Queda muy lejos de la mayoría absoluta de 289 asientos que necesitaba para poder aplicar sus políticas sin sobresaltos.

Macron podrá gobernar con negociaciones de geometría variable entre su coalición y la derecha tradicional, minoritaria: el presidente tendrá que negociar todos sus proyectos con una coalición que integra un abanico de sensibilidades muy diversas del conservadurismo tradicional a la socialdemocracia rosa pálida, pasado por el centro, la derecha moderada, los liberales y los independientes.

La Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (Nupes), una coalición dominada por La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda populista), liderada por Jean-Luc Mélenchon, ha conseguido 130 diputados, haciendo una entrada espectacular en la vida parlamentaria. En la AN saliente, no existía la Nupes y los partidos que hoy la integran solo tenían 72 diputados. Esa entrada excepcional de la coalición de izquierdas en la Asamblea dará un rumbo imprevisible a la política francesa. Mélenchon no será primer ministro. Pero estará al frente de una oposición de extrema izquierda populista, antieuropea, anti Alianza Atlántica, hostil al ingreso de Ucrania en la UE.

Oposición radical

El presidente de La Francia Insumisa (LFI), simpatizante de Cuba y Venezuela, reaccionó de este modo a las primeras estimaciones: «El partido del presidente ha sufrido un desastre absoluto y total. No tiene mayoría parlamentaria. Para poder gobernar tendrá que hacer todo tipo de equilibrios. Nosotros estaremos en una oposición radical, absoluta, total».

Por su parte, Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), el partido de Marine Le Pen, ha atrapado 89 asientos. Irrupción igualmente espectacular, con subidón de 80 escaños de un partido ultranacionalista, antieuropeo, anti OTAN, veladamente pro-Putin. Visiblemente feliz y radiante, Le Pen fue la primera personalidad política en reaccionar al cambio de rumbo de la política francesa: «Hemos conseguido el grupo parlamentario más grande de la historia. Lo pondremos al servicio de Francia, contra quienes destruyen nuestra patria, desde arriba, Macron y sus amigos; contra quienes la amenazan desde los suburbios, Mélenchon y sus amigos. Nuestra familia política está en la vanguardia de la Francia que viene».

El PS quedará provisionalmente «desaparecido» en la coalición Nupes. Ha desaparecido el antiguo socialismo europeísta. Los Republicanos (LR, derecha tradicional) consigue 63 escaños. Resultado modesto, menos catastrófico de lo temido para la gran familia política que construyó la V República. La derecha tradicional solo puede aspirar a servir de comodín a Macron, ocasionalmente. Diversos grupúsculos de variada ideología suman 47 escaños.

 

«El partido del presidente ha sufrido un desastre absoluto y total. No tiene mayoría parlamentaria. Para poder gobernar tendrá que hacer todo tipo de equilibrios. Nosotros estaremos en una oposición radical, absoluta, total», ha dicho Mélenchon

 

Entre 2017 y 2022, Macron pudo gobernar en solitario. Aún así, no consiguió hacer pasar grandes proyectos, como la reforma del sistema nacional de pensiones. Con una mayoría relativa, y una oposición ultra radical de extrema izquierda y extrema derecha, el presidente tendrá que negociar a toda hora, con los distintos miembros de su propia mayoría, aspirando a repartirse distintas cuotas de poder e influencia relativa.

La abstención como protesta

El hundimiento histórico del socialismo europeísta, el crecimiento espectacular de la extrema izquierda y la extrema derecha populistas coinciden con otro dato inquietante sobre el penoso estado de salud cívica de Francia.

Según las estimaciones oficiosas, la segunda vuelta de las elecciones legislativas marcó un nuevo récord de abstención, que llegó al 54 %: más de la mitad del cuerpo electoral, 48,9 millones de inscritos, más de 24 millones de franceses, consideraron inútil ejercer su derecho al voto.

Pascal Perrineau, profesor en Sciences Po., la escuela de las elites políticas francesas, comenta a ABC el alcance devastador de ese crecimiento inquietante de la abstención: «Hay una abstención protesta: electores que no se reconocen en ningún partido; y consideran inútil ir a votar. Hay una abstención de indiferencia: más del 70% de los jóvenes no votaron en las últimas elecciones. Un desastre creciente. Ese crecimiento de la abstención, entre indiferencia y protesta, coincide con la desaparición de los sindicatos y partidos tradicionales. Ante esa realidad social, Macron está solo. Su única fuerza es la debilidad de los otros. Se trata de una crisis de fondo. Son de prever movimiento sociales de protesta, cuando se agrave la crisis económica ligada a la guerra en Ucrania».

La indiferencia y/o el rechazo social que confirma la abstención agrava las divisiones sociales y políticas de fondo. En el terreno social, los sindicatos esperan recuperarse radicalizándose. Ya están previstas un rosario de jornadas de protesta de muy diversa naturaleza.

Una Francia dividida

En el terreno político, la Francia ha quedado dividida en tres grandes familias antagónicas. La Francia moderada tradicional, conservadora, centrista, reformista, socialista, liberal, apuesta por Macron: pero es víctima de esa fragmentación.

La Francia rupturista de los suburbios, las periferias multiculturales, los trabajadores del sector público más modestos, las familias ‘descompuestas’, han apostado por Mélenchon, sin otro proyecto que la ‘ruptura’.

La Francia ultra nacionalista, los obreros menos calificados, las regiones víctimas de la desindustrialización, las regiones con mayor presencia de inmigrantes, apuestan por la extrema derecha de Marine Le Pen.

Jérôme Fourquet, sociólogo eminente, autor de varios ensayos de referencia, comenta esa evolución de Francia de este modo: «Será muy difícil gobernar la nueva Francia, que se ha convertido en un archipiélago de comunidades que no siempre se entienden entre ellas».

 

 

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