Todo está en Google (menos tu vida)
«Vivir es ir alejándote de la vida poco a poco, y la escritura apenas es una pequeña rebelión contra el olvido: a la historia le sobran testigos, pero a ti te faltan»
El 21 de octubre de 1967, miles de personas se movilizaron en Washington contra la Guerra de Vietnam. Primero gritaron sus consignas frente al monumento a Lincoln, después avanzaron a paso firme hasta rodear el Pentágono (lo que no es tradición es plagio), y así protagonizaron uno de los capítulos del pasado ya no tan reciente de Estados Unidos. Se suponía que Nora Ephron, por entonces una periodista de veinticinco años, debía estar allí, observando todo atentamente para después entregar una crónica que pasara a la posteridad, pero a la mujer le pareció mejor plan marcharse a una habitación de hotel a gastar las sábanas con un abogado, porque el sexo siempre es mejor que la actualidad, y cansa menos. « Norman Mailer escribió un libro entero sobre esa marcha. Se titula ‘Los ejércitos de la noche’. Tiene 336 páginas. Ganó el premio Pulitzer. Y yo no soy capaz de redactar siquiera dos párrafos sobre el tema», asegura ella al principio de ‘No me acuerdo de nada’ (Libros del Asteroide), una recopilación de ensayos que publicó 2010 y que acaba de traducirse al español.
Hay en el reverso de esa confesión algo dramático: nadie va a escribir tus intimidades, nadie va a poder contarte qué pensaste en ese momento, desnudo (desnuda) en la cama, y sin embargo hay cientos de textos que cuentan la misma cantinela, aquella lucha pacifista (qué feliz oxímoron) por lo que ocurría en Indochina. Nadie podrá narrar tu infancia cuando te quedes sin abuelos, cuando te quedes sin padres, cuando te quedes solo (sola). No volverás a escuchar esa anécdota. Te costará recordar el verano que cumpliste dieciocho. Te inventarás los detalles de tu primer beso. Los creerás ciertos. Vivir es ir alejándote de la vida poco a poco, y la escritura apenas es una pequeña rebelión contra el olvido: a la historia le sobran testigos, pero a ti te faltan. También las fuerzas. Ephron lo describe con dolorosa lucidez: en Google puedes encontrar cualquier cosa, desde el nombre de ese actor impronunciable (ese que salía en esa película) hasta la carta que un soldado herido en Stalingrado le envió a su novia, pero no encontrarás tu vida. Ahí no llega la tecnología.
En ‘ Black Mirror ’ imaginaron la posibilidad contraria. En un futuro cercano unos pobres desdichados tienen la posibilidad de grabar todo lo que ven y oyen a lo largo del día gracias a un microchip que les han implantado en la sien. Cada noche, al volver a casa, revisan alegremente los detalles de la jornada o vuelven a sus pequeños paraísos artificiales. Esto en las buenas, claro. En las malas lo que sucede es que repasan obsesivamente la discusión que han tenido con su pareja para confirmar qué han dicho y qué no. O que analizan hasta el delirio las miradas que se cruzan en una cena de amigos. El capítulo (el tercero de la primera temporada) se titula ‘Toda tu historia’, y retrata un deseo tan doloroso como inútil. Como humano. Es igual que aquello que soñó Borges, un imperio en el que los cartógrafos querían ser tan exactos, tan detallistas, que terminaron creando un mapa tan grande como el mundo, completamente inservible. Lewis Hyde sentenció que todo acto de memoria es un acto de olvido. Es una afirmación que tiene el peso de lo inevitable, como las grandes historias. La vida lo es.