Torpedos en el Béisbol
Desde luego que luce excesiva la polémica provocada por el nuevo bate que los Yankees de Nueva York introdujeron al inicio de la temporada de Grandes Ligas, frente al desmadre de la guerra arancelaria declarada al planeta por el presidente estadounidense.
¿Con el torpedo (así bautizado por la protuberancia que se ajusta a las normas en vigor y añade potencia a los batazos) estamos ante un destructor apocalíptico o es la salvación largamente esperada por el beisbol? preguntó el corresponsal del Guardian londinense.
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El coronel Abner Doubleday |
Aficionados auto-calificados de conservadores, como Marcos, mi amigo mexicano, lo rechazan por introducir una distorsión artificial en el pasatiempo que el coronel Abner Doubleday echó a andar en 1839 en el suburbio neoyorkino de Coopertown, mientras que otros como mi hijo, fanático de los Mulos de Manhattan, asegura que así se contrarresta de alguna manera un pitcheo cada vez más mortífero, gracias a un carreraje que animará los encuentros, contribuyendo a dinamizar un juego que precisa con urgencia expandir su popularidad.
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Di Maggio fue grande sin Torpedos |
El resultado fue una marca récord de jonrones en la serie inicial contra los Cerveceros de Milwaukee, que motivó la reacción contra lo que se considera una nueva intromisión de innovaciones técnicas, capaces de arruinar el sofisticado juego que Babe Ruth impuso como deporte nacional, con su simple fuerza física y su avasallante simpatía, en los albores del pasado siglo.
Una preocupación que es tal vez exagerada, porque el béisbol ha sido objeto de sucesivas adaptaciones desde su origen y llegó a la versión actual como los otros pasatiempos, según el tradicional método de ensayo y error, presionado por los cambios societales y la incesante búsqueda de la rentabilidad.
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También el Bambino Ruth |
También por avances tecnológicos, como las pértigas de los saltos olímpicos, desde las primeras de bambú a las de fibra de vidrio y las actuales de carbono, responsables de marcas cada vez superiores; los bañadores aerodinámicos que imprimen a las competencias un ritmo vertiginoso, igual que los zapatos en las pruebas de atletismo; o los balones de futbol, de un material sintético que los hace más contundentes.
Y en el caso específico del beisbol, muchas han sido las modificaciones para combatir picardías tan humanas, como, por ejemplo, la práctica usual en los primeros tiempos de esconder pelotas en la hierba alta de los jardines para ahorrarse la búsqueda de los imparables y sorprender a los adversarios, la manipulación de la esférica con escupitajos o ralladuras con hojillas ocultas para alterar su trayectoria y hacerla más indescifrable, o el robo de las señas cruzadas entre jugadores, que tras el escándalo de la Serie Mundial de 2017 ha propiciado la comunicación inalámbrica entre receptor y lanzador.
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Fábrica de Torpedos en Pennsylvania – Foto Matt Rourke |
Ahora, mientras se disparan las cotizaciones de los fabricantes Marucci y Louisville Slugger, hay quienes prefieren restar importancia al torpedo, arguyendo que el factor humano fue y seguirá siendo lo primordial y que, en el ya histórico juego de la catarata de jonrones, fue el gigantón Aaron Judge quien sacudió el más largo con un bate normal.
Y, de todas formas, si tras un lapso de semanas de experimentación, el uso generalizado del nuevo implemento se transformase en boomerang, haciendo aún más aburridas las acciones por la rutina de los vuelacercas, quedaría la opción de legislar para suspender su uso y retornar a los bates tradicionales.
Varsovia, abril de 2025