Torreblanca: El órgano de Podemos
Desde las elecciones de junio pasado, Podemos se ha convertido en un oscuro sótano de conspiradores donde se corta el humo
Llegaron, dijeron, para regenerar la política, representar a los no representados, abrir un camino para que los jóvenes comprometidos pudieran hacer política, y hacerla de forma distinta. Esa era la función de Podemos. Y el órgano importaba poco, o seguía sin más a la función.
Pero tras un breve periodo en el que, entre las elecciones europeas de 2014 y las generales de 2015, abrieron las ventanas y ventilaron la indignación ciudadana con la crisis, los líderes de Podemos decidieron cerrar puertas y ventanas y sumergirse en una discusión sobre sí mismos imposible de comprender para, precisamente, la gente corriente a la que decían querer representar.
Si hay un momento en el que el forense puede certificar la muerte de un partido es aquel en el que la discusión sobre el órgano sustituye a la discusión sobre la función. Así le ocurrió a Izquierda Unida cuando en un momento dado las facciones que coexistían dentro de la organización dejaron de poder ser atribuidas a diferencia ideológica alguna. Y así le viene ocurriendo a Podemos desde hace tiempo pues ya no se sabe exactamente cuál es su función y a qué responden sus diferencias organizativas.
La desorientación de Podemos tiene múltiples causas pero la más relevante es, sin duda, la renuncia a ejercer el poder. Si en cualquiera de las dos oportunidades que tuvo el año pasado Podemos se hubiera involucrado en la gobernabilidad del país, prestando su apoyo, con mayor o menor grado de implicación, a la formación de un Gobierno liderado por el PSOE, sus discusiones sobre el órgano, de producirse, hubieran estado dominadas por la necesidad de servir a una función. Pero los líderes de Podemos decidieron apartar de sí el cáliz de la función y emborracharse con el cáliz del órgano. Y un órgano sin función está condenado a la extinción. @jitorreblanca