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Traducciones on the road

Gipuzkoa tapará a Navarra en sus señales | País Vasco | EL MUNDO

 

El viajero poco avisado que llega al País Vasco en automóvil se encuentra con más de una sorpresa, provocada no ya por las infinitas pintadas que invaden paredes, montes y diques, sino por los propios carteles indicativos oficiales que jalonan la geografía del golfo de Vizcaya. Pero si, como en este caso, ese viajero es una traductora, la perspectiva es considerablemente distinta, y la previsible perplejidad deviene en reflexiones más o menos inconexas, desde el bilingüismo hasta la traducción de los topónimos, pasando por un torbellino de inferencias e hipótesis que ríete tú de Molly Bloom.

En los tiempos que corren, la connotación y la denotación se antojan una inocente oposición estructuralista en comparación con las consideraciones ideológicas, políticas y sociales a las que se somete hoy día cada vocablo. Un simple adjetivo, pongamos por caso vasco-a, significa una cosa distinta casi para cada hablante. Para empezar, según cuál sea la carretera elegida, nuestra traductora viajera se encontrará con «Euskadi», con «Euskal Herria», con «País Vasco», con «Eskual Herria», o con diversas combinaciones de estos nombres. La culpa de este caos la tiene, por supuesto, la traducción, o quizá también el propio término, que no quiere prestarse a un equivalente unívoco. Las connotaciones históricas y culturales del complemento del nombre euskal van mucho más allá de un simple vasco. Algunos dirán que «Euskal Herria» o «Euskalerria», que se refieren a los ámbitos territoriales de lengua y/o cultura «vasca», no son nombres oficiales. Sin embargo, estos términos se obstinan en aparecer en el Título Preliminar del Estatuto de Autonomía (1979), donde se menciona a Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra como territorios con derecho a formar parte de «Euskal Herria». Según el ensayo de definición anterior, bien podían haber sido incluidos los territorios vascofranceses y, por qué no, otros como Reno (NV) o Boise (ID).

El carácter del bilingüismo en las tierras del euskera, a diferencia de otras comunidades autónomas más «vernáculas» en la materia, ha conducido a otras duplicidades de no siempre fácil interpretación, como «Donostia/San Sebastián», donde la barra separa las denominaciones en euskera y castellano, o «Vitoria-Gasteiz», donde el guion suma dos nombres geográficamente contiguos. Aquí la traductora viajera, que en realidad es una estudiante de último curso del Grado de Traducción e Interpretación, y está en posesión del permiso de conducir desde hace solo dos años, se plantea el problema ya mencionado de la traducción de los topónimos y su ortografía, reflexión que debería ser incluida por la DGT en el listado de distracciones al volante junto con la manipulación del teléfono móvil. Como traductora, ¿debería respetar en sus traducciones las formas oficiales de los topónimos de un determinado país? Es sabido que una cosa es cómo decides denominarte a ti mismo, y otra cómo te llaman los demás. ¿San Sebastián o Donostia?, ¿Vizcaya o Bizkaia? ¿Puede depender de quiénes sean los receptores potenciales del texto? La traductora todavía no sabe que la acaba de cazar un radar.

Más adelante, la viajera se cruza con un cartel que indica que ha entrado en Francia, o Frantzia, y casi a continuación con otro que señala la provincia vascofrancesa de Lapurdi, así, sin pareja. La bella ciudad de Bayona (Bayonne/Baiona) depara nuevas sorpresas a nuestra protagonista; por ejemplo, cuando lee «Centre ville/Hiri barnea/Còr de vila», y, poco más delante, «Hôtel de Ville/Herriko Etxea/Mayretat» y «Office de Tourisme/Turismo bulegoa/Ofici de Torisme». La tercera lengua en discordia es, por supuesto, el gascón, lengua romance variedad del occitano, endémica del pirineo navarroaragonés, cuya oficialidad en el País Vasco francés fue reconocida solo en 2018 (¡junto con la del euskera!), y que cuenta con no pocos topónimos en Guipúzcoa, como el monte Urgull, de San Sebastián, o la ciudad de Mondragón.

Un año después, la joven traductora guarda un grato recuerdo de aquel accidentado viaje que le procuró el tema de su Trabajo de Fin de Grado, en el que, a pesar de los dos puntos restados por Tráfico, obtuvo la calificación de sobresaliente.

 

 

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