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Transacción a la sombra del oportunismo

Cubanos en evento de solidaridad con Cuba en Bélgica. Foto Internet

LA HABANA, Cuba.- Es fácil apoyar el socialismo cubano con el Atlántico por el medio, con suficiente dinero para comprar en los supermercados, bajo el techo de un inmueble confortable y libre de disfrutar cada uno de los derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La lejanía borra los malos recuerdos pegados a la memoria como lamparones de chapapote puro en el transcurso de la agobiante convivencia en un solar, el pugilato para comprar yogurt de soya, el baño con medio cubo de agua, los apagones, programados y sorpresivos, y los agobios de un ineficiente y caótico sistema de transporte.

Tal conclusión se desprende del apoyo incondicional de cientos de coterráneos, asentados en la geografía del Viejo Continente, a los gerentes del manicomio con visos de república y soberanía echa a la medida del partido comunista.

De esos lares llegan a la Isla torrentes de solidaridad, gestos de amor que son el anverso del oportunismo, pero que los representantes del poder central, como diestros prestidigitadores, convierten en evidencias del apoyo de los que se fueron a ver el gradual derrumbe de la revolución desde las gradas del primer mundo.

Esta vez la tertulia fue en Bruselas. Allí como de costumbre se trajo el monigote del embargo norteamericano para lanzarle los correspondientes dardos, exigir su levantamiento y reiterar que es la causa única del desastre socioeconómico en Cuba.

Con este performance, donde la parcialidad y el olvido se vistieron de gala, el régimen se agenció una nueva dosis de legitimidad ante el mundo.

Y es que en la sombra quedaron las tropelías e incongruencias protagonizadas por los mandamases y sus colaboradores, entre las que aparecen, el entorpecimiento de las iniciativas no estatales en el ámbito laboral, el parasitismo y las corruptelas asociados a la extrema burocratización, el drama de los presos políticos, las agresiones físicas y los arrestos arbitrarios ejercidos contra los críticos más beligerantes, todo eso y más, fueron temas sustituidos por los encomios a Fidel, Raúl Castro y Díaz-Canel, y el compromiso a continuar fieles del legado de una revolución que en vez de verde como las palmas, es decir auténtica y con democracia, resultó ser tan roja y disfuncional como la bolchevique.

La Asociación de Cubanos residentes en Bélgica (Cubabel), se anotó un punto frente a los capataces del poder, al liderar el encuentro, celebrado el pasado fin de semana, y que reunió a unos 200 participantes procedentes de 20 países europeos.

La iniciativa se inserta dentro de una estrategia que tuvo su debut en aquel Diálogo de 1978, que involucró a algunos sectores de la emigración radicados en los Estados Unidos y al gobierno cubano, entre cuyos desenlaces se cuentan la flexibilización de los permisos de viajes de estas personas a la Isla.

Un detalle que la prensa oficial omite y que esclarece las causas de esta afinidad entre los llamados emigrados y la élite verdeolivo, es el intercambio de favores entre ambos.

Los primeros saben que la credencial para entrar y salir de la Isla, sin percances de ningún tipo, radica en esa sumisión a quienes provocaron su partida debido a la suma de disparates y excesos en materia económica, que a la postre imposibilitaron su progreso y por otro lado el ejercicio sistemático y flagrante de medidas coercitivas con características de terrorismo de Estado.

De esta manera es que el poder recibe a cambio, el material para sellar las grietas ideológicas, al contar con una tropa obediente que va por el mundo defendiendo su agenda.

Lo mismo van al Parlamento Europeo a denunciar la política hostil de Washington que organizan un guateque revolucionario en cualquier lugar emblemático de París, Madrid, Amsterdam, Bruselas o Estocolmo para amplificar el impacto.

Estas cuadrillas de aprovechados les han vendido su alma a los protagonistas del desastre nacional.

¿Qué tiene que ver el embargo con las más de 200 cárceles y campos de trabajo que existen a lo largo y ancho del país, el auge de las corruptelas, las fallas crónicas del sistema educativo, el extendido ejercicio de la doble moral y el boicot permanente al trabajo por cuenta propia?

Los integrantes de la comparsa a favor de la dictadura forman parte de la vanguardia encargada de confeccionar las cortinas de humo allende los mares.

Son los obreros sagaces que se ganaron el ticket, sin fecha de vencimiento, para entrar cuando les dé su realísima gana, por cualquiera de las puertas del Parque Jurásico que vienen a ver un rato, siempre pensando en el regreso a la normalidad en los predios de la vieja y atractiva Europa.

Jorge Olivera Castillo. Ciudad de la Habana, 1961. Periodista, escritor, poeta y editor de televisión. Durante 10 años trabajó como editor en la televisión cubana (1983-1993). A partir de 1993 comienza su labor en las filas de la disidencia hasta hoy.

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