Treinta minutos para el traspaso de poder entre Netanyahu y Bennet
El tradicional encuentro se produjo a puerta cerrada, sin apretón de manos ni fotografías
Fue un encuentro a puerta cerrada, sin apretón de manos ni fotografía oficial. La cita apenas duró treinta minutos. Así fue el traspaso de poder en la residencia oficial de Jerusalén entre el nuevo primer ministro israelí, Naftali Bennet, y el líder de la oposición, Benjamín Netanyahu.
Tradicionalmente, este simbólico acto iba acompañado de buenos deseos y brindis con champán. Pero “Bibi”, receloso de su antiguo jefe de gabinete que el domingo le relevó en el cargo, ya anticipó que invertirá todos sus esfuerzos en torpedear el tándem formado por Bennet y Yair Lapid. “Tenemos una oposición fuerte con 53 parlamentarios, preparados para tumbar a este gobierno izquierdista y peligroso. Salvaremos al pueblo de Israel”, vaticinó el líder del Likud, que por tercera vez liderará la oposición.
Netanyahu evitó usar la palabra “primer ministro” para referirse a Bennet, a quien considera que dirige un “gobierno temporal”, basado en el “fraude, el odio y el deseo de poder”. Y presagió: “lograremos derribarlo si actuamos unidos, con disciplina de hierro”.
A excepción de dos carteras, en el resto de ceremonias de traspaso de poder entre ministros entrantes y salientes sí que se convocaron actos públicos. El más destacado, el de Yair Lapid (Yesh Atid) en la sede del ministerio de exteriores, desde donde dirigirá la cancillería hasta su relevo con Bennet en el cargo de primer ministro, previsto para 2023.
El primer mensaje del líder centrista –quien trabajó alejado de los focos para fraguar la unidad de ocho dispares partidos-, fue dirigido al aliado número de Israel. “El manejo de las relaciones con el Partido Demócrata fue peligroso. El gobierno saliente hizo una apuesta terrible, enfocándose exclusivamente en el Partido Republicano y abandonando el bipartidismo”, apuntó Lapid. En su criterio, el estado judío lidia con una “Casa Blanca, Senado y Congreso demócratas, y están cabreados. Debemos cambiar los métodos de trabajo con ellos”.
Tomando el testigo de los “Acuerdos de Abraham” firmados por “Bibi” con estados árabes y musulmanes, Lapid recalcó la importancia de consolidar los nuevos acuerdos, así como las viejas alianzas con Egipto o Jordania. La frágil paz con Amán se tambaleó en los últimos años, especialmente cuando la tensión en torno a la mezquita de Al-Aqsa volvía a incendiar el conflicto palestinoisraelí. “Trabajaremos para firmar acuerdos con nuevos países de la región”, apuntó el líder de Yesh Atid.
Quien evitó perder el tiempo en actos oficiales es el ministro de seguridad interna (policía) Omer Bar Lev, del laborista Avodá. “No son tiempos para ceremonias”, alegó citando el reciente estallido en Jerusalén y la violencia sin precedentes entre árabes y judíos en Israel durante la guerra en Gaza. Para este martes hay convocada una nueva “Marcha de las banderas” en la ciudad santa, donde jóvenes nacionalistas judíos marcharan por el barrio musulmán. Todo el establishment de seguridad alertó del potencial incendiario del acto, que el pasado mayo, en el “Día de Jerusalén”, hizo estallar la olla a presión. “En una democracia está permitido manifestarse bajo los parámetros de la ley. Operaremos acorde a las recomendaciones de la policía”, aseguró Bar Lev. Hamás advirtió que la marcha “será el detonador de un nuevo estallido”. Por si las moscas, el ejército israelí desplegó unidades extra de la batería antimisiles “Cúpula de Hierro”.
Ante los vaticinios de que vendrán tiempos complicados, Lapid y Bennet se conjuraron en la primera reunión del ejecutivo tras la votación definitiva del domingo. “Lo que levantó este gobierno es la amistad y la confianza. Esto es lo que nos mantendrá unidos. Si nos reconocemos el uno al otro, y creemos que podemos triunfar, triunfaremos”, auguraron.
Para el columnista Anshel Pfeffer, de Ha’aretz, Bennet es el “primer ministro más israelí que jamás tuvimos”. Lo dijo por los múltiples sectores que representa: “no solo viene del sionismo religioso. Es símbolo de la industria de la alta tecnología. También ex soldado de unidades de combate especiales. Como ex residente de Haifa y ahora en Ra’anana, representa a residentes en suburbios bien estantes”. Por último, destacó que “como nacionalista dispuesto a aliarse con la izquierda y Mansour Abbas (islamista), se convirtió en representante de la derecha suave, que defiende posturas duras pero a la práctica es más pragmático”.