Tres caras y tres posibles estrategias en PJ
“Los precandidatos se están promocionando con fundamento en temas como su trayectoria previa y planes de gobierno, lo cual tendría perfecto sentido si en Venezuela hubiera democracia, pero que en el contexto autoritario actual es, insisto, algo secundario”.
La estrategia antisistema de la oposición venezolana murió sin que le hicieran un réquiem. Otra expresión de la falta de voluntad en la dirigencia para reconocer fracasos. Ahora la insondablemente decaída política venezolana está dominada por la perspectiva de un diálogo, en el que el chavismo tiene todas las de ganar sin ceder en nada importante, y el proceso electoral, si así puede llamársele, de 2024 (¿o 2023?). Idealmente, el liderazgo disidente llevaría meses confeccionando una estrategia común para competir en unos comicios no democráticos, única forma de hacer que el proceso sirva como catalizador de un cambio político. No es lo que ocurre. En vez de eso, los reflectores apuntan a la determinación de un candidato unitario, paso previo obviamente indispensable, pero no tan relevante como la cuestión estratégica. No conforme con ello, los precandidatos se están promocionando con fundamento en temas como su trayectoria previa y planes de gobierno, lo cual tendría perfecto sentido si en Venezuela hubiera democracia, pero que en el contexto autoritario actual es, insisto, algo secundario.
La oferta de precandidatos no es poca y, además, en un solo partido hay al menos dos aspirantes confirmados y uno que casi seguramente buscará la nominación también. Se trata respectivamente de Juan Pablo Guanipa, Carlos Ocariz y Henrique Capriles. Todos de Primero Justicia (PJ). Los dos primeros ya anunciaron inequívocamente sus intenciones, mientras que el exgobernador de Miranda la indicó, sin haberla hecho oficial al momento de la redacción de este artículo. Dado que hablamos de uno de los partidos de mayor peso en el seno de la oposición, y que al parecer será la identidad del candidato unitario lo que en última instancia determinará cuál será la estrategia para lidiar con el sistema electoral sometido al chavismo, conviene revisar los contrastes entre estos tres individuos en la materia. Uno de ellos bien pudiera terminar siendo el abanderado de toda la oposición.Lo primero que hay que decir es que PJ, a diferencia de otros partidos opositores prominentes como Voluntad Popular y Vente Venezuela, nunca se caracterizó por un liderazgo altamente individualizado y personalista. Algo positivo, en un país que se ha dejado seducir a lo largo de su historia por figuras caudillescas con ambiciones desmedidas que terminan pasando factura. Pero también puede ser una espada de Damocles en las circunstancias de la Venezuela actual, al provocar un faccionalismo que dificulta que el partido siga un curso estratégico consistente y exija otro tanto de sus “socios” en la dirigencia opositora.
Un secreto a voces, bastante incómodo para PJ, es la existencia de dos facciones desde hace varios años. Una tuvo en Capriles su rostro más visible y presunto líder. La otra, más discretamente, giraba en torno de Julio Borges, fundador del partido y por largo tiempo su autoridad máxima con el título de coordinador nacional (desconozco qué influencia tendrá ahora, en la facción y en el partido en general, luego de la renovación de jerarquías este año). Probablemente las diferencias entre facciones antecedan a la creación del “gobierno interino” de Juan Guaidó, el colofón del plan antisistema opositor. Pero se volvieron bastante visibles cuando dicha estrategia se estancó. Mientras que Capriles se deslindó de ella en 2020 y empezó a clamar por el regreso a la “vía electoral”, la otra tendencia del partido siguió apostándole por otro año. Puede que Capriles nunca haya visto con buenos ojos al interinato. Nunca desempeñó un cargo en él, mientras que Borges fungió como su “canciller”.
Ahora bien, ¿dónde pintan Guanipa y Ocariz en todo esto? Pues, en el caso del zuliano, considero que al menos por un tiempo se inclinó hacia la facción de Borges. Guanipa en su momento se refirió a las elecciones parlamentarias de 2020 como una farsa que no se podía legitimar con participación. En cambio, Capriles sugirió que se debía tomar parte, en vista de que el interinato no avanzaba y ello implicaba una suerte de pasividad con la que había que romper. Hasta insinuó que podía fomentar la inscripción de candidatos a título propio y en contra de la posición oficial de PJ. No lo hizo al final porque no fue capaz de brindar un mensaje convincente sobre por qué en aquella ocasión sí habría mayor efectividad enfrentando los vicios del sistema electoral. ¿Y Ocariz? Si Capriles y Guanipa representan dos polos dentro de PJ, me parece que el exalcalde de Sucre (Miranda) está en una zona gris entre ambos, con posturas menos definidas.
Tener en cuenta estas diferencias es importante porque pudiera determinar cuál será finalmente la estrategia de la oposición para unas elecciones no democráticas. Como van las cosas, preveo que el candidato unitario se erigirá como una especie de líder de facto de la oposición dispuesta a participar en los comicios, y por lo tanto será quien marque la pauta estratégica. Entonces, si termina siendo Capriles, probablemente la estrategia sea una menos sensible al contexto autoritario, a juzgar por sus posturas más conciliadoras hacia el Gobierno (rechazo a las sanciones, participación electoral sin importar las condiciones, etc.). En cambio, si Guanipa es consistente con su posición pasada, su candidatura presidencial ha de incluir un plan con mayor preparación para los vicios de dicho sistema. El panorama es más difícil de avizorar con Ocariz, dado su relativo bajo perfil desde que dejó la Alcaldía de Sucre y hasta que se interesó por una segunda nominación para gobernador de Miranda, que finalmente no se dio.
Queda por verse cómo hará PJ para lanzar un solo precandidato para las Primarias. ¿Elecciones internas o un consenso? La decisión debería ser determinada por el juicio sobre el aspirante con más oportunidad de prevalecer tanto en las Primarias como en la elección general. Capriles tiene la ventaja de ser un defensor más constante de la “ruta electoral”, así que puede tener más apoyo entre los ciudadanos con mayor disposición a votar en 2024. Algunas de esas personas le reprochan a Guanipa, y a todo aquel que haya tenido que ver con el interinato de Guaidó, el haber dejado “la ruta”. Pero Capriles por otro lado carga con el desgaste de dos candidaturas presidenciales fallidas. Y si Guanipa juega bien sus cartas en comunicaciones, podría presentarse como un rostro fresco para ese desafío y que además puede superar los obstáculos autoritarios con mayor facilidad que quienes llaman a votar sin saber cómo defender el voto.
De los tres, Ocariz me parece el que menos margen de maniobra tiene. Carece del capital político que Capriles se granjeó (hoy reducido, pero existente). A diferencia de Guanipa, quien obtuvo en la Gobernación de Zulia en 2017 pero se negó a juramentarse a cambio de la sumisión al chavismo vía la “Asamblea Nacional Constituyente”; Ocariz no tiene una victoria electoral en su haber por casi una década. Su entrega a regañadientes de la candidatura opositora a la Gobernación de Miranda el año pasado a David Uzcátegui, luego de una contienda engorrosa y amarga, tampoco lo ayuda.
Más temprano que tarde sabremos. A PJ no le queda mucho tiempo para sacar a relucir a su candidato de cara a las Primarias.