ReligiónViolencia

Trump provoca una guerra en la Iglesia

Después de una semana de caos trumpista, los evangélicos blancos lidian con lo que se han convertido.

«En las últimas 72 horas, he recibido múltiples amenazas de muerte y miles y miles de correos electrónicos de cristianos diciendo las cosas más sucias y vulgares que he escuchado sobre mi familia y mi ministerio. He sido etiquetado como un cobarde, un vendido, un traidor al Espíritu Santo, y maldecido al menos 500 veces.»

Este es el comienzo de una publicación en Facebook del domingo por el predicador conservador Jeremiah Johnson. El 7 de enero, el día después del asalto al Capitolio, Johnson había emitido una disculpa pública, afirmando que Dios removió a Donald Trump de su cargo por su orgullo y arrogancia, y para humillar a aquellos, como Johnson, que lo habían apoyado fervientemente.

La respuesta fue rápida y despiadada. Como añadió en ese posterior post de Facebook, «He quedado atónito por el aluvión de teorías de conspiración continuas que se envían cada minuto y el odio puro que se ha desatado. Para mi gran pena, estoy convencido de que partes del movimiento profético/carismático están más ENFERMAS de lo que jamás podría haber soñado.»

Esto es lo que está sucediendo en este momento dentro del cristianismo evangélico y dentro del conservadurismo. Como dijo un amigo mío cristiano conservador, hay conflictos dentro de cada familia, dentro de cada congregación, y puede llevar generaciones recuperarse.

Por un lado, están aquellos que están arreciando su fanatismo por Trump y su idea falsa de que una presidencia de Biden destruirá  América.

«Repruebo estas noticias en nombre de Jesús. Pedimos que esta falsa basura llegue a su fin», el pastor conservador Tim Remington predicó desde el púlpito en Idaho el domingo. «Son las mentiras, el comunismo, el socialismo.»

El violento «Know-Nothingism« [Nota del Traductor: Es una actitud política históricamente caracterizada por un antiintelectualismo, un patriotismo exagerado y temor de posibles influencias extranjeras subversivas], que siempre ha estado presente en la historia norteamericana, vuelve a ser un torrente, amenazando con más violencia en los próximos días.

Por otro lado, muchos partidarios de Trump han sido sacudidos hasta la médula por la visión de una muchedumbre sacrílega que escuchaba una ruidosa música pop cristiana y coreaba «Colguemos a Mike Pence». Ha habido deserciones y dudas. El reverendo Samuel Rodríguez, que pronunció una oración en la inauguración de Trump, dijo a su congregación el domingo, «Todos debemos arrepentirnos, incluso la iglesia necesita arrepentirse».

John Hagee, pastor de Texas que apoyaba a Trump, declaró: «Esto fue un asalto a la ley. Atacar el Capitolio no fue patriotismo, fue anarquía».

Después de permanecer básicamente igual durante cuatro años, los índices de aprobación de Trump cayeron aproximadamente 10 puntos en varias encuestas en una semana. El artículo más popular en la página web de Christianity Today es el titulado, «Adoramos con los Reyes Magos, no con MAGA». En el mundo del conservadurismo secular, la página editorial del Wall Street Journal pidió a Trump que renunciara. Dirigiéndose a los partidarios de Trump, el presentador del programa de entrevistas conservador Erick Erickson escribió, «Todo – desde el asalto al Capitolio, la gente asesinada, las redes sociales que te prohíben, las corporaciones que ahora no te darán dinero – todo es una consecuencia lógica de  la gente que ha mentido implacablemente durante dos meses y que ha buscado sacar provecho de los patriotas norteamericanos.»

Un rasgo esencial del trumpismo es que te obliga a traicionar cualquier otro compromiso que puedas tener: con la verdad, el carácter moral, el Sermón de la Montaña, los principios conservadores, la Constitución. En la derrota, algunas personas finalmente no están dispuestas a sacrificar todo lo demás en el altar de Trump.

La división que estamos viendo no es teológica ni filosófica. Es una división entre aquellos que se han separado de la realidad y aquellos que, siendo de derecha, siguen en el mundo real.

Por lo tanto, no es un argumento. No se puede discutir con gente que tiene su propio conjunto de hechos inventados. No puedes discutir con gente que está trastornada por la rabia eufórica de lo que Erich Fromm llamó narcisismo de grupo – el rugido irreflexivo de aquellos que creen que su grupo superior está siendo contaminado por grupos extranjeros.

Es una pura lucha de poder. Las armas en esta lucha son la intimidación, el asalto verbal, las amenazas de muerte y la violencia, real y retórica. Los mafiosos de la tierra de la fantasía tienen una ventaja porque les gusta usar estas armas, mientras que sus compañeros cristianos sólo quieren vivir sus vidas.

Un problema es, ¿cómo se puede traer de vuelta a la gente a la realidad?

David French, un escritor cristiano conservador que luchó en la guerra de Irak, dice que la manera de construir un Partido Republicano sano es tomar prestada una página del manual de contrainsurgencia: Separar a los insurgentes de la población.

Eso significa procesar a los agitadores, impugnar al presidente y no tolerar el ciberterrorismo dentro de una comunidad o congregación.

A otros hay que recordarles las reglas básicas para percibir la realidad. Tener presente que toda la verdad es la verdad de Dios; que el estudio e investigación fortalecen la fe, que es una autoidolatría narcisista pensar que puedes crear tu propia verdad basada en lo que «sientes«. Probablemente tendrá que haber pastores y líderes locales que modelen y admiren el razonamiento basado en la evidencia, luchando con las ideas.

En la izquierda, líderes y organizaciones se han levantado para defender la investigación abierta, para hacer frente a las turbas cerradas. Han comenzado a cambiar las normas.

El problema de la derecha es mucho peor. Hemos visto que la irracionalidad es una bestia voraz. Si no se la enfrenta, devora no sólo a tu partido, sino también a tu nación y a tu iglesia.

 

Traducción: Marcos Villasmil

 

+++++++++++++++++

NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Trump Ignites a War Within the Church

After a week of Trumpist mayhem, white evangelicals wrestle with what they’ve become.

David Brooks

 

“Over the last 72 hours, I have received multiple death threats and thousands upon thousands of emails from Christians saying the nastiest and most vulgar things I have ever heard toward my family and ministry. I have been labeled a coward, sellout, a traitor to the Holy Spirit, and cussed out at least 500 times.”

This is the beginning of a Facebook post from Sunday by the conservative preacher Jeremiah Johnson. On Jan. 7, the day after the storming of the Capitol, Johnson had issued a public apology, asserting that God removed Donald Trump from office because of his pride and arrogance, and to humble those, like Johnson, who had fervently supported him.

The response was swift and vicious. As he put it in that later Facebook post, “I have been flabbergasted at the barrage of continued conspiracy theories being sent every minute our way and the pure hatred being unleashed. To my great heartache, I’m convinced parts of the prophetic/charismatic movement are far SICKER than I could have ever dreamed of.”

This is what is happening inside evangelical Christianity and within conservatism right now. As a conservative Christian friend of mine put it, there is strife within every family, within every congregation, and it may take generations to recover.

On the one hand, there are those who are doubling down on their Trump fanaticism and their delusion that a Biden presidency will destroy America.

“I rebuke the news in the name of Jesus. We ask that this false garbage come to an end,” the conservative pastor Tim Remington preached from the pulpit in Idaho on Sunday. “It’s the lies, communism, socialism.”

The violent Know-Nothingism, which has always coursed through American history, is once again a torrent, threatening more violence in the days ahead.

On the other hand, many Trump supporters have been shaken to the core by the sight of a sacrilegious mob blasting Christian pop music and chanting “Hang Mike Pence.” There have been defections and second thoughts. The Rev. Samuel Rodriguez, who delivered a prayer at the Trump inaugural, told his congregation Sunday, “We must all repent, even the church needs to repent.”

The Trump-supporting Texas pastor John Hagee declared: “This was an assault on law. Attacking the Capitol was not patriotism, it was anarchy.”

After staying basically level for four years, Trump’s approval ratings dropped roughly 10 points across several polls in a week. The most popular piece on the Christianity Today website is headlined, “We Worship With the Magi, Not MAGA.” In the world of secular conservatism, The Wall Street Journal editorial page called on Trump to resign. Addressing Trump supporters, the conservative talk show host Erick Erickson wrote, “Everything — from the storming of the Capitol to people getting killed to social networks banning you to corporations not giving you money — everything is a logical consequence of you people lying relentlessly for two months and taking advantage of American patriots.”

One core feature of Trumpism is that it forces you to betray every other commitment you might have: to the truth, moral character, the Sermon on the Mount, conservative principles, the Constitution. In defeat, some people are finally not willing to sacrifice all else on Trump’s altar.

The split we are seeing is not theological or philosophical. It’s a division between those who have become detached from reality and those who, however right wing, are still in the real world.

Hence, it’s not an argument. You can’t argue with people who have their own separate made-up set of facts. You can’t have an argument with people who are deranged by the euphoric rage of what Erich Fromm called group narcissism — the thoughtless roar of those who believe their superior group is being polluted by alien groups.

It’s a pure power struggle. The weapons in this struggle are intimidation, verbal assault, death threats and violence, real and rhetorical. The fantasyland mobbists have an advantage because they relish using these weapons, while their fellow Christians just want to lead their lives.

The problem is, how do you go about reattaching people to reality?

David French, the conservative Christian writer who fought in the Iraq warsays the way to build a sane G.O.P. is to borrow a page from the counterinsurgency handbook: Separate the insurgents from the population.

That means prosecuting the rioters, impeaching the president and not tolerating cyberterrorism within a community or congregation.

Others have to be reminded of the basic rules for perceiving reality. They have to be reminded that all truth is God’s truth; that inquiry strengthens faith, that it is narcissistic self-idolatry to think you can create your own truth based on what you “feel.” There will probably have to be pastors and local leaders who model and admire evidence-based reasoning, wrestling with ideas.

On the left, leaders and organizations have arisen to champion open inquiry, to stand up to the cancel mobs. They have begun to shift the norms.

The problem on the right is vastly worse. But we have seen that unreason is a voracious beast. If it is not confronted, it devours not only your party, but also your nation and your church.

 

 

 

Botón volver arriba