Democracia y Política

Trump no puede ganar la guerra demográfica

Una pregunta propuesta en el censo de 2020 sobre la ciudadanía revela la dependencia que existe entre los votantes blancos mayores y la creciente población joven y minoritaria de Estados Unidos.

Comenzando ya en los primeros días de su campaña, desde que propusiera construir un muro a lo largo de la frontera mexicana hasta su desacreditado comité contra el fraude electoral, el presidente Trump ha declarado la guerra a la cambiante demografía de Estados Unidos. Su administración ha seguido esa estrategia al presentar una propuesta para añadir una pregunta sobre ciudadanía en el censo de 2020. Si la pregunta permanece en el formulario, millones de hogares, particularmente hispanos y asiático-americanos, podrían pasar por alto el censo, lo que llevaría a una sobre-representación de estadounidenses blancos en este cómputo que se realiza una vez cada diez años.

Seis demandas que buscan eliminar la pregunta planteada se encuentran en tribunales federales, y es probable que el primer juicio tenga lugar este otoño.

Si se añade al formulario del censo, la pregunta sobre la ciudadanía distorsionará nuestra comprensión de quién reside en el país. Lo que esta sub-enumeración selectiva no hará es hacer que las crecientes poblaciones de minorías raciales en Estados Unidos desaparezcan. Los perdedores de esta sub-cuenta incluyen a miembros de la base blanca de más edad que apoyan a Trump, quienes sufrirán por la pérdida de inversiones en una generación más joven, cuyos éxitos y contribuciones a la economía serán necesarios para mantener grande a Estados Unidos.

Las tendencias demográficas así lo demuestran. La población blanca de Estados Unidos está creciendo poco debido a los descensos sustanciales de ciudadanos blancos más jóvenes. Desde el año 2000, la población blanca menor de 18 años se ha reducido en siete millones, y se proyecta una disminución de ciudadanos blancos  en sus 20 y 30 años en las próximas dos décadas, incluso más allá. Esto se debe tanto a las bajas tasas de fertilidad entre los jóvenes blancos como a la modesta inmigración de blancos, una tendencia que probablemente no cambiará a pesar del deseo de Trump de tener más inmigrantes de Noruega.

La fuente probable de ganancias futuras entre la población nacional infantil, de adolescentes y de adultos jóvenes que trabajan, son las minorías – hispanos, asiáticos, negros y otros – la mayoría de los cuales han nacido en los Estados Unidos.

De hecho, la única parte de la población blanca que está creciendo de manera apreciable son las personas mayores, el mismo grupo al que Trump está apelando. Gracias al envejecimiento de la generación nacida en la última posguerra mundial (los llamados
«baby boomers«), la población blanca en edad de jubilación crecerá en un tercio en los próximos 15 años y, con ello, la necesidad de que el gobierno apoye al Seguro Social, Medicare, hospitales e instituciones similares. El financiamiento de estos programas tendrá que provenir de la población minoritaria más joven. Si el censo no calcula con precisión el número de esta población, entonces todos los servicios que apoyan a los niños y a los futuros trabajadores, como la educación pública, Head Start, el Programa de Seguro de Salud para Niños y Medicaid, se verán negativamente afectados.

Aunque la población blanca, que crece lentamente y envejece rápidamente, será contada con precisión, las poblaciones minoritarias de rápido crecimiento en edad escolar y las poblaciones de adultos jóvenes que representan el futuro de la nación no recibirán lo que se merecen, ni desde el punto de vista demográfico, ni desde el punto de vista político ni económico.

Un análisis interno de la Oficina del Censo basado en los datos de la encuesta de 2010 encontró que la inclusión de una pregunta sobre ciudadanía redujo la tasa de respuesta entre los hogares que tienen al menos una persona no ciudadana. Mientras que el 7 por ciento de los residentes en los Estados Unidos no son ciudadanos, el 14 por ciento vive en hogares que incluyen a uno o más no ciudadanos. Esta última cifra se eleva a 46 por ciento entre todos los hispanos y a 45 por ciento entre los asiático-americanos, en comparación con sólo 8 por ciento entre los negros y 3 por ciento entre los blancos.

Supongamos que una de cada tres personas en hogares hispanos y asiáticos no ciudadanos se niega a contestar el censo. Si ese fuera el caso, la participación hispana en la población de Estados Unidos se reduciría en 2,1 puntos porcentuales (de 17,3 a 15,2 por ciento) y la participación total de la población blanca aumentaría en 2,2 puntos porcentuales (de 62 a 64,2 por ciento).

Este desequilibrio influiría en la redistribución presupuestaria del Congreso, perjudicando a los estados grandes con gran cantidad de inmigrantes. También determinará la forma en que el Congreso y los distritos legislativos estatales serán trazados, favoreciendo a las áreas rurales y pequeñas a expensas de las grandes áreas metropolitanas, ya que los hogares no ciudadanos son mucho más frecuentes en estas últimas.

La sub-enumeración de las minorías raciales también haría que se distribuyeran erróneamente miles de millones de dólares en fondos estatales y federales para asistencia de vivienda, capacitación laboral, desarrollo comunitario y una variedad de servicios sociales que deberían distribuirse sobre la base de los datos del censo. Proporcionaría un marco defectuoso para las encuestas que servirán de base a miles de decisiones políticas y empresariales, como, por ejemplo, dónde ubicar durante la próxima década escuelas, hospitales, centros de empleo o establecimientos de venta al por menor que atienden a diferentes grupos de población.

A través de su retórica y sus acciones, Trump defiende mantener a Estados Unidos blanco, apelando a su base al prometer implícitamente preservar el statu quo racial. Pero los partidarios del presidente, y el país en general, no deben ignorar la dependencia generacional entre blancos mayores y minorías más jóvenes. Forzar una contabilidad inexacta de quién reside en la nación tendrá consecuencias negativas a largo plazo para todos.

William H. Frey, miembro de la Brookings Institution y profesor de estudios poblacionales en la Universidad de Michigan, es el autor de «Explosión en Diversidad: Cómo las nuevas demografías raciales están reconstruyendo América».

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The Washington Post

Trump Can’t Win the War on Demography

William H. Frey 

A proposed citizenship question on the 2020 census reveals the dependency between older white voters and America’s growing young minority population.

Since the early days of his campaign, from his proposal to build a wall along the Mexican border to his discredited committee on voter fraud, President Trump has declared war on America’s changing demography. His administration has followed through on that strategy with a proposal to add a question to the 2020 census asking about citizenship. If the question remains on the form, millions of households, particularly Hispanic and Asian-American, could skip the census, leading to an overrepresentation of white Americans during this once-a-decade count.

Six lawsuits seeking to remove the proposed question are moving through the federal courts, with the first trial likely to take place this fall.

If it is added to the census form, the citizenship question will distort our understanding of who resides in the country. What this selective underenumeration will notdo is make America’s growing racial minority populations disappear. The losers from this undercount include members of Mr. Trump’s older white base, who will suffer from lost investments in a younger generation, whose successes and contributions to the economy will be necessary to keep America great.

The demographic trends make this plain. America’s white population is growing tepidly because of substantial declines among younger whites. Since 2000, the white population under the age of 18 has shrunk by seven million, and declines are projected among white 20-somethings and 30-somethings over the next two decades and beyond. This is a result of both low fertility rates among young whites and modest white immigration — a trend that is not likely to change despite Mr. Trump’s wish for more immigrants from Norway.

The likely source of future gains among the nation’s population of children, teenagers and young working adults is minorities — Hispanics, Asians, blacks and others — most of whom are born in the United States.

Indeed, the only part of the white population that is growing appreciably is older people, the same group to whom Mr. Trump is appealing. Thanks to aging baby boomers, the older retirement-age white population will grow by one-third over the next 15 years and, with it, the need for the government to support Social Security, Medicare, hospitals and the like. Revenue for these programs will have to come from the younger minority population. If the census does not accurately count this population, then all the services that support children and future workers, such as public education, Head Start, the Children’s Health Insurance Program and Medicaid, will be shortchanged.

Although the slowly growing, rapidly aging white population will be accurately counted, the fast-growing minority school-age and young adult populations that represent the nation’s future will not get their due — demographically, politically or economically.

An in-house Census Bureau analysis based on 2010 survey data found that the inclusion of a citizenship question reduced the response rate among households that have at least one noncitizen individual. While 7 percent of United States residents are themselves noncitizens, 14 percent live in households that include one or more noncitizens. The latter figure rises to 46 percent among all Hispanics and to 45 percent among Asian-Americans, compared with just 8 percent among blacks and 3 percent among whites.

Let’s assume that one in three people in Hispanic and Asian noncitizen households refuses to answer the census. If that’s the case, the Hispanic share of the United States population would drop by 2.1 percentage points (from 17.3 to 15.2 percent) and the total white population share would rise by 2.2 percentage points (from 62 to 64.2 percent).

This imbalance would influence congressional reapportionment, hurting large, immigrant-heavy states. It will also shape how congressional and state legislative districts are drawn, favoring rural and small areas at the expense of large metropolitan areas, since noncitizen households are far more prevalent in the latter.

The underenumeration of racial minorities would also misallocate billions of dollars in state and federal funds for housing assistance, job training, community development and a variety of social services that should be distributed on the basis of census counts. It would provide a faulty framework for surveys that will inform thousands of policy and business decisions, such as where to locate schools, hospitals, employment sites or retail establishments catering to different population groups, over the next decade.

Through his rhetoric and actions, Mr. Trump stands for keeping America white, appealing to his base by implicitly promising to preserve the racial status quo. But Mr. Trump’s supporters, and the country in general, must not ignore the generational dependency between older whites and younger minorities. Forcing an inaccurate accounting of who resides in the nation will have long-term negative consequences for everyone.

William H. Frey, a fellow at the Brookings Institution and a population studies professor at the University of Michigan, is the author of “Diversity Explosion: How New Racial Demographics Are Remaking America.”

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