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Trump, Putin y Zelensky: Una narrativa que podría redefinir el equilibrio mundial

Ukraine's best hope for peace looks a lot like Donald Trump | Responsible  Statecraft

 

 

La profundización del acercamiento entre Trump y Putin no solo ha generado incertidumbre en Europa y Ucrania, sino que también plantea riesgos significativos para el orden mundial liberal basado en reglas, un sistema que Estados Unidos ayudó a construir. Aunque muchos consideran que dicho orden se ha quebrado, también es cierto que ha sido fundamentalmente formal y algunos creen que nunca existió realmente. El sistema internacional que surgió tras la Segunda Guerra Mundial, con las Naciones Unidas, los Acuerdos de Bretton Woods que dieron origen al FMI y el BM, y el GATT, dio la apariencia de un multilateralismo que culminó en la creación de la OMC. Sin embargo, siempre lo he llamado un multilateralismo formal, casi solo para la fotografía. 

Siempre he tenido la percepción de que la Guerra Fría, por ejemplo, acabó conformando un sistema bipolar donde primaban los intereses de las superpotencias de la época: Estados Unidos y la URSS. Estas dos naciones se involucraron en la carrera armamentística y en la conquista del espacio, deslocalizando conflictos bélicos e interviniendo unilateralmente donde consideraban necesario, sin que los organismos de la postguerra pudieran evitarlo. 

El acercamiento entre Trump y Putin podría repetir este patrón, poniendo en peligro la estabilidad global. Este riesgo se destacó cuando el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, participó en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, instando a los europeos a seguir el ejemplo de Trump y amenazando con retirar la garantía de seguridad transatlántica si no lo hacían.

Uno de los mayores temores es que Trump, al adoptar una postura permisiva con Moscú, haría que otros actores expansionistas como China en el Pacífico o Irán en Medio Oriente podrían interpretarla como una señal de impunidad. Un posible relajamiento de las sanciones a Rusia no solo reforzaría su maquinaria bélica, prolongando el conflicto en Ucrania, sino que también podría alentar nuevas agresiones en otras regiones. Los países bálticos, como Estonia, Letonia y Lituania, ya han expresado su preocupación por un eventual desinterés de Estados Unidos por la OTAN, lo que dejaría a Rusia libre para intentar desestabilizar la región.

Si Trump sigue enviando señales de no estar dispuesto a defender a sus socios estratégicos, podría alentar a China a incrementar su presión sobre Taiwán o incluso adoptar medidas más agresivas. En América Latina, la falta de una respuesta firme ante la agresión rusa podría influir en conflictos regionales como la disputa entre Venezuela y Guyana por el Esequibo. Además, un deshielo en las relaciones entre Washington y Moscú podría tener consecuencias económicas graves, entre otras, el debilitamiento en la confianza en el dólar como moneda de referencia, impulsado por iniciativas de cambio promovidas por Rusia y China, lo que afectaría el sistema financiero global y podría desencadenar crisis económicas en mercados emergentes.

Las declaraciones de Trump, en las que acusa a Ucrania de haber iniciado la guerra con Rusia, han generado una intensa polémica. Estas afirmaciones no solo distorsionan la verdad histórica, sino que socavan principios fundamentales del derecho internacional, como la integridad territorial y la soberanía nacional. Este tipo de postura podría sentar un peligroso precedente, justificando agresiones militares bajo la reinterpretación de hechos, lo que debilitaría el marco legal internacional diseñado para prevenir conflictos entre naciones.

En Europa, estas declaraciones de Trump generaron desconcierto y preocupación entre los aliados debido al temor de que, si líderes influyentes promueven narrativas que exculpan a Rusia y responsabilizan a la víctima de la agresión, se podría debilitar la unidad europea en apoyo a Ucrania, lo que favorecería los objetivos geopolíticos de Rusia. Para Ucrania, las acusaciones de Trump representan un golpe a su legitimidad internacional. Además de enfrentarse a la agresión militar rusa, el país debe lidiar con una narrativa distorsionada que podría afectar tanto la moral de su población como la de sus fuerzas armadas.

La desinformación generada por estas acusaciones complica los esfuerzos diplomáticos de Ucrania para obtener apoyo internacional y resolver el conflicto de manera justa. La relación entre Trump y Putin añade una capa adicional de complejidad. 

El impacto de estas dinámicas en la comunidad internacional es preocupante. Si figuras influyentes empiezan a cuestionar la realidad de la agresión rusa, se corre el riesgo de profundizar la desconfianza en las instituciones internacionales que fueron creadas para mantener la paz y la seguridad. La desinformación y la reinterpretación de hechos debilitan la respuesta colectiva ante violaciones del derecho internacional, sentando precedentes peligrosos para futuros conflictos.

Las declaraciones de Trump culpando a Ucrania de iniciar la guerra con Rusia tienen graves implicaciones para el derecho internacional, la estabilidad europea y la posición de Ucrania en la comunidad internacional. La guerra ha subrayado la necesidad de contar con mecanismos efectivos para hacer cumplir las normas internacionales y responsabilizar a los agresores. Aunque la comunidad internacional ha respondido con sanciones y condenas, la efectividad de estas medidas sigue siendo un tema de debate.

El impacto en Europa y Ucrania será significativo en los próximos años. La guerra ha alterado la dinámica geopolítica en la región, planteando cuestiones cruciales sobre seguridad, soberanía y el papel de las instituciones internacionales en la resolución de conflictos. La relación entre Putin y Trump seguirá siendo un factor determinante en la evolución de este conflicto y en los esfuerzos para lograr una paz duradera.

El desenlace de la guerra en Ucrania es vital tanto para Europa como para Ucrania. Un acuerdo de paz que refuerce a Rusia dejaría al continente europeo frente a un enemigo más fuerte, justo cuando Estados Unidos amenaza con abandonar 80 años de garantías de seguridad a sus aliados.

Me pregunto: ¿Es este el nuevo orden global?

Luis Velásquez

 

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