UJC: ¿Quién está para eso?
Lo único que comparte Damián con Carlos Marx es quizás la poblada barba. En todo lo demás, el habanero estudiante de ingeniería se diferencia mucho del filósofo alemán que escribiera El Capital. Y el principal contraste entre ambos se halla en la forma de pensar, porque este joven que gusta de andar al estilo lumberjack –la moda del «leñador» se halla extendida por la capital– de lo menos que quiere oír hablar es de lucha de clases, reivindicaciones históricas o comunismo. «¿Quién está pa’eso?», pregunta.
A juzgar por su tono, parece que pocos. En su lugar, los jóvenes como Damián y su novia, o los amigos con los que suelen reunirse en lugares como el café teatro Bertold Brecht o la Fábrica de Arte Cubano, prefieren hablar de las ligas europeas de fútbol mientras beben cervezas pagadas en moneda fuerte. Cosas como el Décimo Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) no asoman por ninguna parte en sus conversaciones, pese a que la propaganda oficial ha desatado una intensa campaña alrededor del evento. Según la prensa permitida en Cuba, este «será un congreso que se parezca a la juventud cubana».
De apegarse estrictamente a esa máxima, para empezar, una buena parte de los delegados al Congreso debería provenir del exterior, dada la cantidad de gente que está abandonando Cuba. Del casi medio millón que ha emigrado en los últimos diez años, un alto porcentaje son jóvenes buscando oportunidades que su país es incapaz de ofrecerles. Damián habla de eso también, sus ganas de irse, y de algo curioso: la mayoría de sus amigos que lo han logrado pertenecían a la UJC. «Es la doble moral», analiza. De militantes de la izquierda más radical y excluyente pasaron a vivir en el «cruel» capitalismo.
La creciente emigración de los jóvenes constituye un tabú en las actuales asambleas municipales previas a la magna reunión de las juventudes comunistas
Sin embargo, la creciente emigración constituye un tabú en las actuales asambleas municipales previas a la magna reunión de las juventudes comunistas. Según una dirigente de la organización entrevistada este lunes por la televisión nacional, dichas asambleas se encuentran en su etapa final y de ellas debe salir un documento con «los principales problemas planteados» por sus miembros, para luego volver a discutirlos en los «comités de base». Sólo entonces se escogerán aquellos temas que se llevarán finalmente al Congreso, y esto a través de mecanismos tal vez demasiado arbitrarios, como suele hacerse en un país dirigido por una élite que dejó de ser joven hace muchísimo tiempo.
Entre esos «planteamientos» previos al Congreso, expresó la dirigente, tienen un protagonismo «las propias transformaciones de la organización». Aunque también están «la recreación como necesidad» y los cada vez mayores retos que supone el consumo cultural globalizado contra los valores «propios»; o la búsqueda de espacios para divertirse, cuya disponibilidad en Cuba ya sólo depende de cuánto dinero –esa bestia que el comunismo pretendía erradicar con el tiempo– los clientes sean capaces de ofrecer.
Asimismo, se dice que otros temas de la cita oficial serán el empleo juvenil y las oportunidades de estudio. Este Congreso va a efectuarse en un contexto en el que el sector privado va ganando atractivo frente al antes omnipresente Estado, y donde las carreras universitarias no sirven de mucho para devengar un salario decente. La «actualización del modelo económico» no ha evitado el fenómeno de la emigración laboral desde puestos calificados a otros de menor categoría pero más paga.
No podía faltar, entre los «planteamientos realizados» que mencionó la dirigente comunista, la «responsabilidad de la juventud con la continuidad de la Revolución». Algo lógico viniendo de quien se autodefine como la «vanguardia» de los jóvenes cubanos y cuya principal función es la de adoctrinamiento. «La UJC no sólo tiene la responsabilidad de la formación revolucionaria y comunista de las nuevas generaciones, sino que también (…) esa es la organización que los representa, los encamina, los guía y los conduce hacia cada una de las transformaciones de nuestra sociedad», dijo la entrevistada en el informativo de la mañana.
El vínculo con la UJC se ha vuelto un estigma e incluso un motivo de burla entre los jóvenes. A los militantes suelen llamarlos “militontos”
Acusada de elitista por atribuirse el derecho de hablar en nombre del amplio espectro de la sociedad joven, la Unión está evidenciando una falta de monolitismo que contrasta con el discurso de la continuidad histórica asegurada. Pocas veces se oye a cubanos de la calle en la televisión oficial expresar desconfianza hacia una institución que solía ser sagrada. Este es el motivo por el que los propios dirigentes de la organización se están planteando trabajar más de cerca con el «universo juvenil», clasificación con la que suelen referirse a los no militantes.
El rasgo más novedoso alrededor de este Congreso es el nuevo panorama surgido tras el 17 de diciembre y la consecuente visión de acercamiento con EE UU, destino geográfico predilecto de los jóvenes que, como el descreído Damián, persiguen el sueño de prosperar fuera de Cuba.
La pertenencia a la UJC ya no es una garantía para acceder a la meritocracia estatal. Incluso, los cantantes más populares, si bien guardan una distancia prudente respecto a la oposición política abierta, no han enseñado jamás un carné de miembro de la juventud comunista. ¿Con qué íconos cuenta o qué ofertas tiene la UJC?
Tradicionalmente, formar parte de la organización suponía una ventaja para quien aspirase a un reconocimiento en los avales, obligatorios para una carrera universitaria o un empleo, la garantía de pertenecer a una casta más favorecida. Hoy, con los jóvenes cubanos compitiendo por ver quién tiene el teléfono celular más valioso, ya no es así. Sin haberse reconocido oficialmente, los principales enemigos hoy de la juventud comunista son la apatía política, la pérdida de su significado y de su función de comodín social.
El vínculo con la UJC se ha vuelto un estigma e incluso un motivo de burla entre los jóvenes. A los militantes, el universo juvenil suele llamarlos «militontos» en sus conversaciones privadas. En una sociedad donde la intransigencia dejó de ser una virtud y todos recurren a la ilegalidad para vivir, el papel de «correcto» ha perdido demasiado impacto y es inclusive satirizado por los medios oficiales. «¿Quién está pa’eso?«, repite una y otra vez Damián, quien definitivamente «no está para eso».