Gente y Sociedad

Umberto Eco, las jubilaciones y el desafío de Uruguay como sociedad envejecida

“No tenemos ideas precisas sobre cómo conciliar el porvenir de los jóvenes, la superpoblación en el mundo y la prolongación de la vida”, dijo hace casi veinte años el pensador italiano.

Umberto Eco (1932 – 2016) es uno de los principales intelectuales italianos de los últimos cincuenta años. Para el especialista en la Edad Media, semiótico, novelista y filósofo, reflexionamos poco sobre «el mayor progreso de la humanidad… la prolongación de la esperanza de vida.»

El envejecimiento poblacional es un fenómeno global, una de las fuerzas que dará forma a este siglo. Las sociedades que afronten ese cambio con los esquemas del siglo pasado tendrán muchos problemas económicos y sociales. Por el contrario, las sociedades que asuman tempranamente ese cambio, en sus dimensiones individuales, familiares, laborales, sociales y económicas, podrán aprovechar las oportunidades de vidas más largas, más saludables y productivas. Ese es nuestro desafío, la sociedad más envejecida de Sudamérica.

Es fácil decirlo, bastante más difícil hacerlo; entre otras cosas, porque es un fenómeno sin precedentes en la historia de nuestra especie. Durante milenios la población mundial estuvo prácticamente estancada y la esperanza de vida era de apenas 40 años o menos. Transcurrieron cientos de miles de años para que el mundo llegara a las 1.000 millones personas, hacia 1800. En los últimos dos siglos se multiplicó por 7.

Al inicio del siglo XX comenzó el proceso conocido como «explosión demográfica». Sin embargo, partir de 1960 la tasa de crecimiento no deja de reducirse debido a la baja sistemática del número de hijos por mujer en edad maternal (la tasa de fecundidad). Al mismo tiempo, la esperanza de vida al nacer se ha duplicado en esos últimos 200 años. Ese es el combustible del envejecimiento, menos niños y masificación de la longevidad.

Según Eco, «muchos de los problemas a los que debemos enfrentarnos hoy dependen de la prolongación de la vida… Sin duda hay que dar gracias a Dios o a la fortuna por vivir más tiempo, pero debemos enfrentarnos a este problema como uno de los más dramáticos de nuestro tiempo, no como un hecho pacífico».

En las próximas décadas en muchos países la población no solo no crece, sino que se reduce; incluso en China. La población mundial crecerá solo en África y ciertas zonas asiáticas (India y Pakistán, entre otros). En las zonas más prósperas del mundo la población decrece. También en Uruguay la población se estanca y decrece según todas las proyecciones disponibles.

«Tendremos, pues, un país casi sin jóvenes y con muchísimos ancianos, prósperos y lozanos», dice Umberto Eco. «Pero entonces, ¿quién trabajará para pagarles la pensión?… Antes, las personas morían a los sesenta años, hoy a los noventa, de modo que consumen treinta años más de pensión. Como es sabido esta pensión deberán pagarla los jóvenes», asegura.

Se preocupa del futuro que nos espera y con razón no logra ver una solución satisfactoria en los esquemas jubilatorios basados en transferencias monetarias de las generaciones laboralmente activas hacia las generaciones mayores. Es que esos regímenes financieros, conocidos como de reparto de gastos o eufemísticamente llamados de «solidaridad intergeneracional» (por oposición a los de capitalización), sólo pueden funcionar si hay siempre nuevos contingentes de trabajadores para incorporar al trabajo formal, en contexto de incrementos de la productividad y expansión económica.

En 1950 en Uruguay había 8 personas en edad de trabajar (PET) por cada persona de 65 y más. Cincuenta años después eran 5 a 1. En treinta años se proyecta que serán algo menos de 3 a 1. En la segunda mitad de ese siglo todas las proyecciones prevén que esa relación continúe cayendo como muestra el siguiente gráfico.

Estructura de la población uruguaya por grupos de edades

 

PET: población en edad de trabajar

Teniendo presente que, de la PET, aproximadamente el 65% está efectivamente en disposición a trabajar, en treinta años se llegaría algo menos de 2 trabajadores por cada mayor de 65 años. ¿Es razonable poner sobre esas pocas espaldas la seguridad económica de una población mayor creciente? Decididamente no.

Tenía razón Umberto Eco en alarmarse. Sin embargo, no necesariamente «deberán pagarla los jóvenes», para retomar las palabras del autor de «Historia de la Belleza» e «Historia de la Fealdad». Esa era «la» vía del siglo XX, cuando la población del mundo crecía a una tasa del 2,5% anual. Sin embargo, es totalmente inviable en el contexto del «invierno demográfico», expresión que da cuenta del decrecimiento poblacional que ya están viviendo muchos países europeos y hacia el cual vamos raudos. La reposición demográfica requiere una tasa de fecundidad de 2,1 según el consenso de los demógrafos. En Uruguay fue de 1,5 en el año 2019. Era de 2,5 cuando la reforma jubilatoria de 1995. Entonces nacían unos 58.000 niños al año, el año pasado fueron 37.000.

Basar las jubilaciones en transferencias desde las generaciones activas exclusivamente es imposible en la nueva realidad demográfica, sin comprometer el principio de justicia entre generaciones. Debemos alivianar el peso de la mochila previsional de los trabajadores de los próximos años, que no son otros que nuestros hijos y nietos. ¿Cómo hacerlo?

No hay una sola fórmula y no son excluyentes. Una posibilidad es seguir alimentando un esquema piramidal con volúmenes significativos de inmigración (ya que los nativos nos procreamos muy modestamente). En la visión de Umberto Eco, la jubilación de los «muchísimos ancianos, prósperos y lozanos», la pagarán «los inmigrantes… deseosos de por conseguir la ciudadanía italiana… dando paso a una nueva mano de obra más fresca».

Muchos vemos con buenos ojos la oleada de inmigrantes que está recibiendo Uruguay. Sin embargo, está lejos de mover la aguja, al menos por ahora. Si recibiéramos 1 millón y medio de inmigrantes en edad de trabajar en las próximas dos o tres décadas, apenas recompondríamos la relación que existía en el 2000, entre la población en edad de trabajar y la población de 65 y más.

¿Qué vienen haciendo los países que pasaron antes que nosotros la masificación de la longevidad? ¿Hay casos de éxito de los que aprender? Son varios y por cierto no están confiando en la fórmula que relataba Umberto Eco. En el capítulo 8 de «La era de los nuevos viejos» describo quienes y por qué son «los mejores de la clase». En síntesis, son los que más tempranamente asumieron esquemas mixtos.

Esos países (Dinamarca, Países Bajos, etcétera) confiaron una parte minoritaria de la seguridad económica en la vejez a las transferencias entre generacionales, de trabajadores activos hacia la población mayor. Fundamentalmente esas transferencias otorgan una red mínima de protección y un esquema sustitutivo de ingresos provenientes del trabajo por beneficios jubilatorios de acotada cuantía. La otra parte de los beneficios jubilatorios, generalmente mayoritaria, se sustenta en procesos de ahorro de larga data, a través de regímenes plenamente capitalizados que no dependen de transferencias entre generaciones. Tradicionalmente fueron esquemas obligatorios o casi obligatorios de capitalización colectiva y cada vez más van transformándose o incorporando esquemas de ahorro individual. Ese el es camino a recorrer.

 

RODOLFO SALDAIN: Abogado especializado en derecho del trabajo y seguridad social. Sus principales intereses de investigación hoy son el trabajo del futuro, la longevidad y el diseño de sistemas de seguridad social. Autor de tres libros y decenas de artículos publicados en revistas especializadas. Su último libro es La era de los nuevos viejos. Longevidad, trabajo y jubilación el siglo XXI, publicado en mayo de 2020

 

 

 

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