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Un ataque contra todos

El ataque al helicóptero que transportaba al presidente Iván Duque es una agresión contra el Estado colombiano. No hay otra lectura posible. Un acto de violencia contra el presidente de una república, además de sus obvias repercusiones prácticas, tiene un componente simbólico que no se puede ignorar. Las diferencias ideológicas no se solucionan con disparos. Las instituciones, que son de todos los colombianos, se deben respetar. Nos unimos al rechazo contundente e inequívoco contra este acto de terror.

El presidente Duque volvía de Sardinata, un pueblo en Norte de Santander, precisamente de un evento donde estaba contando los planes de más presencia estatal para una zona asfixiada por la violencia, el narcotráfico, el contrabando, las guerrillas y las disidencias de las Farc. Cuando aterrizaba en el aeropuerto Camilo Daza, de Cúcuta, el helicóptero que lo transportaba fue impactado con disparos de fusil. Lo acompañaban también el ministro de Defensa, Diego Molano, y el ministro del Interior, Daniel Palacios Martínez. Por fortuna no hubo heridos y el ataque no pasó a mayores.

Sin embargo, la ausencia de víctimas o complicaciones no debe ser excusa para minimizar lo ocurrido. Son muchas las dudas que surgen. ¿Quién querría enviar un mensaje y sembrar terror? ¿Qué significa que, como después contó la Policía, uno de los fusiles tenga marcas de las Fuerzas Armadas de Venezuela? En últimas, ¿quiénes fueron los responsables? No solo externos, sino internos. Es el segundo ataque de alto impacto en Norte de Santander: ¿qué está pasando con la inteligencia del Ejército y de las fuerzas de seguridad? ¿Qué ha fallado para no ser capaces de evitar estos ataques? ¿Qué medidas, además, se están tomando para garantizar que no ocurran otra vez?

Después del ataque, el presidente Duque fue enfático: “Quiero informar al país que, luego de cumplir compromiso en Sardinata, el helicóptero fue víctima de un atentado. Tanto el dispositivo aéreo como la capacidad de la aeronave evitaron que ocurriera algo letal. Lo cierto es que es un hecho cobarde. Como Gobierno, no vamos a desfallecer en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la criminalidad organizada que operan en el país. No nos amedrentan con violencia. Nuestro Estado es fuerte para enfrentar estas amenazas”. Su reacción es la adecuada y todas las organizaciones criminales deben entender que este tipo de hechos no serán tolerados. También, por fortuna, el país político se presentó unido en el rechazo al atentado, con declaraciones de apoyo al presidente a lo largo del espectro ideológico.

El siguiente paso innegociable, sin embargo, tiene que ser dar con los responsables. Por un lado, saber quiénes dispararon y por qué. Hay una recompensa generosa que está andando y la Policía Nacional se comprometió a dar con el paradero. El caso no puede quedar en la impunidad. Al mismo tiempo, las preguntas que planteamos sobre la inteligencia militar tienen que ser respondidas. Mientras persista la incertidumbre, el terror sigue creciendo en Norte de Santander y el resto del país. Eso no se puede permitir.

 

 

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