Un elefante en mi cocina
Un elefante en mi cocina, el libro de Francoise Malby-Anthony, ha brindado a la revista PARIS-MATCH la oportunidad de visitar la reserva natural que la emprendedora inició en Sudáfrica con su marido hace 25 años y ha mantenido sola, con fortaleza de marfil, al enviudar en 2012.
Egresada de la Universidad de Montpellier en administración de empresas, Francoise trabajó en Italia, Inglaterra, Estados Unidos y Venezuela, antes de instalarse en París en 1981 como jefa del departamento internacional de una cámara de comercio que la puso en contacto en Londres con el conservacionista británico Lawrence Anthony, autor de varios best-sellers, con quien decidió instalarse en Durban, capital de la provincia de Kwazulu-Natal, en 1987.
Thula-Thula se inició como una reserva de 1500 hectáreas a 40 kilómetros de la localidad de Empangeni y fue el germen de un Fondo de protección de rinocerontes y otro más ambicioso, el Fondo Sudafricano de Conservación, mientras el proyecto original se expandía con la adquisición de elefantes y la apertura de una Academia de Voluntarios que comenzó a recibir estudiantes del mundo entero
En la actualidad, el lugar cuenta con un personal de 50 empleados y se mantiene gracias a sendos campos para safaris fotográficos y ecológicos y donaciones filantrópicas, pero su nombre, que traducido del zulú significa Paz y Tranquilidad, puede considerarse más bien una ironía.
Y es que el trayecto de Francoise ha sido cualquier cosa menos coser y cantar, según revela el semanario parisino, capaz de estimular en ella una comprensión insólita de la elegancia, la inteligencia y el altruismo de los paquidermos, que al desplazarse por la jungla trazan el camino a las demás especies y horadan el suelo en los periodos de sequía para alcanzar el agua que entonces queda al alcance de todos.
Y aún le resulta un enigma el homenaje que la monumental manada rindió a su marido, al congregarse delante de su casa, por tres años consecutivos, exactamente en la fecha y a la misma hora de su muerte, que reafirmó su decisión de no cejar en su afán, hasta en el tumultuoso periodo que condujo al fin del Apartheid y la presidencia de Nelson Mandela en abril de 1994.
Buitres, y no exactamente emplumados, quisieron entonces aprovechar el duelo para hacerse con el sitio y las interminables negociaciones con la naciente burocracia, interesada en limitar el volumen de las manadas, la obligaron a batirse como una fiera; mientras el Covid, que interrumpía el flujo de visitantes permitió, sin embargo, una pausa para actualizar la infraestructura necesaria al mantenimiento de la gigantesca arca de Noé que además de 29 elefantes cuenta 1600 impalas, 400 cebras y 70 jirafas, y crear un centro de rehabilitación para animales heridos por el hombre, con el apoyo de voluntarios llegados del exterior.
Sin mencionar incidentes con cazadores furtivos, en busca de los cuernos de rinoceronte que sospechaban ocultos en la granja y, en 2021, los disturbios políticos causantes de más de trescientos muertos, cuando el populacho salió en defensa del entonces presidente Zuma, condenado por corrupción, y amenazó con pegarle candela a la reserva.
Ahora, en mayo, las negociaciones con dos caciques zulúes permitieron ampliar la superficie a 1500 hectáreas. Muy a tiempo, porque mientras tanto ha quedado sin efecto la normativa que frenaba el número de ejemplares, y la ampliación permitirá enriquecer la reserva con nuevas especies.
Son motivos de satisfacción adicionales para la emprendedora que en febrero de 2022 recibió de su país la Medalla de Caballero de la Orden Nacional al Mérito por su notable esfuerzo en Thula-Thula.
Varsovia, junio de 2024.