Un español desvela a ABC los secretos de las fuerzas especiales que causan pavor a los narcos de Brasil
El sargento Eduardo Gabino Ruiz Murillo participó, en 2015, en un curso impartido por la unidad policial encargada de poner paz en las favelas de Río de Janeiro
Dos sombras avanzan por el corazón de la favela Cruzeiro, descrita como una de las más peligrosas de Río de Janeiro desde que, en 2010, los enfrentamientos en su seno dejaran una treintena de muertos. Los pasos son cautelosos, pues su vida depende de ello. Desde lo profundo de las desiguales calles de la barriada, un chasquido pone a una de las figuras en alerta. Su voz apagada llega hasta su compañero: «Vai pro chão, tem uma sete meia dois» («Al suelo, tiene un 7,62»). Las siluetas se tiran al piso. Acaban de toparse con un marginal (como los apodan) sobre cuyos brazos descansa un arma de calibre 7,62. No es una bicoca, más bien se corresponde con un fusil de esos que el ejército no despreciaría. El único remedio es apuntar, relajar la respiración… y disparar. El enemigo cae, sí, aunque con su muerte se desata el infierno. Cinco amenazas más brotan de la nada y comienza el intercambio de plomo. Pero nuestros fantasmas aseguran el perímetro a costa de su integridad.
Esta historia bien podría corresponderse con la primera escena de un largometraje. Pero no. Es un día de oficina más para los miembros del BOPE, el «Batalhão de Operações Policiais Especiais» (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) de Río de Janeiro. Los «hombres de negro», como les llaman a veces por los uniformes en los que se enfundan. O la élite de la Policía brasileña, según explica el sargento de la Policía española (además de experto en el sistema de seguridad del país y presidente de la Asociación de Seguridad y Apoyo a la Defensa) Eduardo Gabino Ruiz Murillo en declaraciones a ABC.
Sabe bien de lo que habla, pues los agentes que protagonizaron la intervención se la narraron a la mañana siguiente. Y es que, a sus 42 años, él es uno de los pocos representantes de nuestro país que, en 2015, superó el «Estágio Aplicações Táticas», el curso que deben acometer todos los miembros del grupo de intervención para poder ser parte de una de las unidades mejor preparadas del mundo.
Desde entonces, y tal y como desvela en su libro ( «Un español en el BOPE»), ha cruzado el Atlántico en una infinidad de ocasiones y ha entablado una estrecha relación con los que ya considera sus hermanos: los «caveira» (calaveras), el principal sobrenombre que reciben los miembros del batallón en honor al cráneo atravesado por un cuchillo que da forma a su insignia. Más que un mero símbolo es una declaración de intenciones; emula, según el sargento, «la victoria sobre la muerte». Su visión, incide, imbuye a los agentes del valor necesario para acometer el duro trabajo diario: combatir a los narcotraficantes, luchar contra las bandas criminales, pacificar zonas altamente peligrosas y poner paz en un entorno tan peligroso como las favelas de la capital.
Lucha callejera
El BOPE, al igual que otras tantas unidades como el GIGN francés, nació como reacción a la escalada de violencia terrorista que se produjo hace cuatro décadas. Si en Europa fue el grupo «Septiembre negro» el que motivó la formación de grupos de intervención tras asesinar a once miembros de la delegación olímpica de Israel en 1972, en Brasil sucedió algo parecido. «En 1978 se formó el NUCOE, predecesor del BOPE, después del trágico final, durante un incidente con rehenes, del director del Instituto Penal Evaristo de Moraes y de algunos internos», explica Ruiz Murillo. Con el paso de los años, se instauraron unidades de operaciones especiales dentro de cada «Policía estadual» de Brasil (una suerte de cuerpos regionales).
Aunque algunas de estas unidades tienen categoría de BOPE, el sargento insiste en que pertenecer al batallón afincado en Río de Janeiro es diferente. En primer lugar, porque sus miembros «trabajan en un entorno sumamente hostil como las favelas». Y no le falta razón, pues en estos barrios, de calles estrechas y bloques de viviendas similares a chabolas, es posible toparse con lo mejor y lo peor de la sociedad brasileña. «Son pequeñas ciudades. Algunas, como las que forman el Complexo da Maré, albergan más de 100.000 personas».
En sus palabras, aunque es cierto que muchas están dominadas por facciones criminales centradas en el tráfico de droga, también es real que en ellas «habitan muchísimas personas de bien, gentes humildes que se criaron allí como en cualquier barrio obrero español de los sesenta». Tampoco faltan los trabajadores, los estudiantes o, incluso, miembros de la policía que mantienen su identidad en secreto. «Hay favelas en las que es mejor no entrar y otras en las que debes tener los contactos necesarios para acceder».
Élite del combate urbano
El gran reto del BOPE de Río es combatir en estos barrios contra grupos criminales cuyos miembros (algunos, adolescentes a los que ofrecen droga a cambio de sus servicios) atesoran las armas de un pequeño ejército. «En ocasiones, el adversario está técnica y tecnológicamente más avanzado al disponer de un armamento superior al de la policía. Carabinas M4 americanas, fusiles de asalto SCAR belgas, granadas…», añade el sargento. Las condiciones son también adversas y ponen al límite las capacidades físicas y mentales de sus miembros. «Operan entre los 30 y 40 grados, con un equipo completo de unos treinta kilos de peso que tienen que portar en pendientes interminables». A todo ello hay que sumar la dificultad de cubrirse en callejuelas minúsculas e irregulares en las que los disparos pueden llegar desde cualquier ventana.
Para acometer todas estas tareas, los miembros del BOPE deben superar un entrenamiento «de extrema dureza». La fase más básica de este se denomina «Estágio Aplicações Táticas», dura entre 5 y 10 días y en ella «se dan las directrices básicas para operar en el batallón». Se ha hecho tan famosa que es habitual ver a miembros de unidades internacionales (entre ellos, españoles) cursarla en Río.
A continuación, los agentes pueden acometer dos cursos más atendiendo a la función que tengan. El «Curso Ações Táticas» es el más duro y es necesario para adentrarse en las favelas. «Se duerme entre 2 y 3 horas al día, con una ingesta calórica mínima y un cúmulo de actividades diarias interminable. Se llegan a perder hasta diez kilos». En el «Curso Operações Especiais», de 6 meses, se adquieren conocimientos de «buceo, paracaidismo, explosivos, combate urbano o combate rural».
Muchísimos aspirantes no logran el objetivo de convertirse en «caveiras». Pero, como se afirma en el batallón, «o BOPE não é para os fracos» (el BOPE no es para los débiles). Los que superan estas pruebas se convierten, según Ruiz Murillo, en la «mejor unidad de guerra urbana del mundo» y en el terror de los criminales. «Desde luego, los narcotraficantes les temen. En primer lugar, porque son los mejor instruidos y adiestrados, pero también porque son íntegros e inquebrantables». Ya lo dijo un sargento brasileño, durante uno de estos cursos, a un miembro de una de las unidades de élite más conocidas de Europa: «Usted, amigo, dice que entra en combate unos seis meses al año, yo, en cambio, lo hago seis veces al día».
España y Brasil
Desde que acudiera como parte de un grupo de agentes y militares españoles a Río en 2015 para realizar el «Estágio Aplicações Táticas», Ruiz Murillo ha entablado una estrecha relación con los miembros del BOPE. Su devoción por el batallón le ha llevado a colaborar con la institución y a fomentar la cooperación (ya existente) entre la unidad y nuestro país. Hasta tal punto, que Brasil se ha convertido en su segundo hogar.
En sus palabras, aquí podemos aprender mucho de sus «técnicas de progresión en entornos hostiles y de alto riesgo», mientras que ellos pueden adquirir conocimientos en lucha antiterrorista. «Un coronel carioca me manifestaba el interés por saber cómo tratamos este problema desde la visión de información e investigación ya que, aunque de momento no han tenido aun ningún incidente de gravedad en este sentido, puede ser un escenario policial para un futuro no muy lejano», sentencia.
De momento, él ha puesto su granito de arena con cinco colaboraciones directas en ambos países. «El futuro es esperanzador. Gracias a la implicación de altos mandos policiales del Estado de Río de Janeiro se han mantenido reuniones al más alto nivel para potenciar el intercambio y la cooperación, y estrechar los lazos de unión, entre nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (estatales, autonómicas y locales) y la Policía Militar del Estado de Rio de Janeiro», completa. Y es que, la realidad de esta unidad va mucho más allá de la que mostró la película «Tropa de élite» en 2008 y las acusaciones que algunos medios internacionales han vertido sobre ella. «A quien diga lo contrario, lo invito a que viaje a algunas de las favelas más peligrosas. Si sobrevive, escucharé sus argumentos».
Siete preguntas a Eduardo Gabino Ruiz Murillo
1-¿Qué tipo de unidad es el BOPE y de qué organismos depende?
El BOPE forma parte de la Policía Militar del Estado de Río de Janeiro, entendiendo la Policía Militar de Brasil como una policía de las mismas características que la Guardia Civil en España o que la Gendarmería en Francia, y que está a cargo de la seguridad ciudadana del Estado de Río de Janeiro. Es una unidad policial, de entidad de batallón, con unos cuatrocientos efectivos, y supeditada del COE (Comando de Operaciones Especiales), del que dependen todas las unidades especiales de Río de Janeiro como los antidisturbios (CHOQUE), Grupo Aeromóvil, acciones con perros, y otros.
2-¿Se quedan muchos aspirantes por el camino?
Fácil respuesta, sí, se quedan muchos aspirantes por el camino. En el BOPE se quieren los mejores hombres y los más íntegros, y por eso las pruebas son tan duras, para descartar a los débiles de mente. Tienen pruebas como las de flotación, que no tienen un fin específico más que el del desgaste psicológico para evaluar la fortaleza del aspirante y en las que todos los aspirantes deben estar flotando en un río hasta que uno de ellos se ahogue o desista. Imagínese una prueba que puede durar las horas que sean necesarias hasta que uno desfallezca, y en la que la fortaleza mental quizás debe ser más fuerte que la física, para mantenerse a flote durante horas y horas.
Pero no solo esa prueba, tienen pruebas durísimas de marcha de combate sin descanso, sin comer, aguantando baños en las gélidas aguas de la escuela del Ejercito en Agulhas Negras, o aguantando el clima hostil de la peor jungla de todo Brasil, eso sin contar con la perseverancia de todos los instructores en que el alumno desista de superar ese curso que tanto sudor y lágrimas les supuso a ellos en su momento.
3-En Europa tenemos una imagen borrosa de las favelas de Río. ¿Quiénes son sus habitantes?, ¿cómo es la vida en ellas?
La verdad es que la imagen en Europa de las favelas dista mucho de la realidad, primero porque favelas no solo hay en Río de Janeiro sino también en otras ciudades (aunque con características propias según la orografía del terreno). Segundo, porque las favelas en Río de Janeiro son pequeñas ciudades dentro de la gran urbe. Tercero, porque en estas favelas aunque muchas están dominadas por facciones criminales en ellas conviven muchísimas personas de bien. Grandes amigos de la policía que se criaron en las favelas viven en ellas escondiendo su condición de servidores públicos.
La vida en las favelas es la misma que la vida en cualquier barrio del extrarradio de una gran ciudad, gente humilde mezclada con criminales.
Si tuviera que describirla en una foto, veríamos a unos hombres en una distribuidora de bebidas sentados en la puerta tomando unas cervezas, mientras unos niños descalzos juegan a fútbol en una calle aledaña, donde un par de obreros levantando un tabique se giran a mirar a dos atractivas mujeres cariocas, a la vez que la puerta abierta en un pequeño callejón nos deja ver a una mujer preparando la típica «feijoada» para sus hijos, y unos estudiantes debaten sobre la libertad del expresidente Lula.
Pero al fondo de esas foto también veríamos en la cumbre de la favela, llamada de «morro» cuando esta en una cima, chicos con menos de diez años presos de las mafias criminales fumando «maconha» (marihuana), al lado de otros chicos un poco mas mayores apostados con fusiles propios de una guerra oteando el horizonte, mientras la droga circula arriba y abajo de la favela partiendo familias, rompiendo hogares y quebrando corazones. Veríamos a criminales sin miedo, arrogantes, violentos, que han echo de la favela su gueto, donde imparten sus normas, como si de un señor feudal se tratara atemorizando a los hombres de bien.
Finalmente, la foto acabaría con una visión de la parte baja de la favela, donde en silencio y con rigurosa disciplina, un grupo de diez hombres armados con fusiles de asalto, suben poco a poco, inexorablemente, para enfrentar una nueva misión contra el trafico de drogas y el trafico de armas, intentando devolver la libertad a la gran parte de moradores de la favela, porque lo importante para ellos es la misión, y en el BOPE «Missão dada é Missão cumprida».
4-Algunos medios de comunicación definen las favelas como el lugar más peligroso de Brasil. ¿Es un simple mito?
No es un mito, es verdad, pero con unos matices. En Río de Janeiro hay favelas pacificadas, es decir en las que la policía se ha proyectado y consolidado, que permiten su visita sin tener que temer por la vida como en otras, aunque en los últimos años el ambiente se ha ido enrareciendo.
Pero por otro lado tenemos favelas que las diferentes facciones criminales dirigen y administran, y en las que la vida de una persona vale muy poco.
Recuerdo el caso, hace pocos años, de dos turistas abatidos a tiros porque entraron en una favela en moto con cámaras GO-PRO en sus cascos, cosa que comprometía a los señores de la barriada que decidieron quitarles la vida. Personalmente creo que hay favelas en las que es mejor no entrar y otras en las que debes tener los contactos necesarios para acceder a ellas.
5-¿Cuántas veces ha viajado hasta Brasil para colaborar con el BOPE?
Pues ya se han materializado tres colaboraciones en España y dos en Brasil. Las colaboraciones intentan ser un intercambio de conocimientos para que los policías, tanto del BOPE como de las unidades españolas, puedan ampliar lo que diríamos “su mochila de herramientas” y mejorar sus capacidades para poder actuar en incidentes críticos con la máxima profesionalidad y destreza.
6-¿Se ha generado cierta leyenda negra alrededor del BOPE por culpa de la popular película “Tropa de élite”?
La verdad es que la película “Tropa de elite” fue un intento de atacar al BOPE y a los valores que defiende, si bien, se produjo el efecto contrario y esa película ha servido de proyección para el batallón, siendo el mejor márketing comercial que una unidad policial puede tener. La gran parte de los ciudadanos que vieron la película manifestaron su admiración por una unidad que luchaba sin tregua, entregando incluso la vida de sus hombres, si fuera necesario por defender su ciudad, Río de Janeiro.
Respecto a los medios de comunicación creo que han sido participes de la leyenda negra del BOPE, pero también del desgaste público de los policías que trabajan en Río de Janeiro. Sin duda la “desinformación” de los medios de comunicación ha contribuido a generar ese halo que ensombrece el trabajo de estos policías de operaciones especiales.
7-¿Considera que, alguna vez a lo largo de su historia, sus métodos han sido “excesivos”?
Nunca. Seguramente habría casos puntuales que analizar y que sobre los que podríamos discernir, pero el BOPE como unidad, es una unidad que básicamente ha tenido que aprender a sobrevivir enfrentando a los peores criminales de todo el mundo. Y a quien diga lo contrario, lo invito a que se de una vuelta por alguna de las favelas dominadas por facciones como el “Comando vermelho”, o los “Amigos dos amigos”, o tantas otras. Lo invito, y si logra sobrevivir, entonces escucharé sus argumentos.
El BOPE opera en una guerra asimétrica, son policías que tienen que operar como militares para sobrevivir y completar la misión, hombres que salen cada día a las calles pero no saben si esa noche volverán a casa, a estos hombres se les tiene que felicitar por su labor y entender que no tienen métodos excesivos sino más bien métodos contundentes.