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Un feminismo fragmentado cabalgando contradicciones

«No ha sido una manifestación multitudinaria. Ninguna de las dos. Si hubiese sido esto un partido, la Comisión 8-M habría barrido al Movimiento Feminista de Madrid»

Un momento de la marcha del 8-M en Madrid EP

 

El feminismo se manifestaba dividido en dos este 8-M en Madrid, evidenciando las desavenencias de un movimiento que, a estas alturas, parecen insalvables. Las posturas de unas y otras frente a asuntos como la ley trans o la prostitución son irreconciliables. Este es el legado de Irene Montero y por él se le recordará (de recordarla): la fractura.

La marcha del Movimiento Feminista de Madrid partía de Cibeles hacia Plaza de España bajo el lema «La prostitución no es un trabajo. ¡Abolición ya!», y la otra, la de la Comisión 8M, lo hacía desde Atocha hasta la Plaza de Colón, tras una pancarta que rezaba «Se acabó. Las feministas estamos en todas partes». Si la primera hacía hincapié en el abolicionismo y el borrado de la mujer, la segunda lo hacía en el patriarcado, la precariedad, las violencias machistas, el genocidio, el racismo, el capitalismo, lo trans, la libertad de Palestina, el ecologismo, el indigenismo, el edadismo, la amistad, las amas de casa y dos huevos duros. «Trans con Palestina», llegaban a gritar en un momento dado sin que nadie levantase siquiera una ceja. Como nadie la levantaba cuando los gritos anticapitalistas contrastaban con el negocio montado alrededor del 8M (mucho puesto de camisetas, de banderas, de pulseras, de pañuelos). El feminismo lo mismo se manifiesta que cabalga contradicciones.

Nadie ha clamado por la libertad de las mujeres israelíes que permanecen secuestradas aún hoy a manos de Hamás. Se les habrá olvidado. O quizá es que no son suficientemente mujeres. O no lo son del modo correcto. Muchos hombres, muchas familias, muchos niños. Y mucho morado. En el pelo, en pañuelos y bufandas, en chaquetas y sudaderas. Hasta en tutús y en dibujos en las caras. Mucho pañuelo y bandera palestina también. Y demasiada batucada. ¿Para cuando una manifestación contra las batucadas, sugiero?

A la altura del Museo del Prado, a la marcha antitodo se sumaban las mujeres mapuches a favor del agua, en contra del enriquecimiento de Occidente a costa de sus territorios y a favor o en contra del «aborto antirracista» (no me ha quedado muy claro). Como tampoco me quedaba muy claro lo que es un aborto antirracista. ¿Que no se puede abortar si el no nato es racializado? ¿Que el aborto en sí mismo, como sujeto de la oración, está en contra del racismo? ¿Que las mujeres racistas no pueden abortar? Tengo más dudas que certezas.

Lo que no hacía esta marcha era cruzarse con la abolicionista del Movimiento Feminista, que ya había partido hacia Plaza de España al llegar a Cibeles la de la Comisión 8M. Era en la del Movimiento Feminista en la que estaba la mujer de Pedro Sánchez (en calidad de mujer de Pedro Sánchez) y Grande-Marlaska, Pilar Alegría, Elma Saiz y Ana Redondo. Yolanda Díaz acudía a la de la Comisión 8M, con la ministra Sira Riego y junto a la activista transexual Elizabeth Duval. Unos ministerios bailando en su volcán y, a dos metros de allí, bailando otros en El Polo.

Las cifras, como siempre, son un baile. Que si 500.000, que si 34.000, que si mejor que nunca, que si tampoco tanto. Fíense de mí: había bastante más gente en la de la Comisión 8M (la antitodo) que en la del Movimiento Feminista (la antiprostitución), pero, en general, menos (bastante menos) que otros años. Y, desde luego, menos que el año pasado. No ha sido una manifestación multitudinaria. Ninguna de las dos. Pero si hubiese sido esto un partido, la Comisión 8-M habría barrido al Movimiento Feminista de Madrid. El Frente Popular de Judea gana al Frente Judaico Popular por goleada. Pero una birria de goleada.

 

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