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Un mundo cada vez más autoritario: 63 democracias se enfrentan a una mayoría de 74 autocracias

Según el estudio de la Fundación Bertelsmann, en los dos últimos años las elecciones en 25 países han sido menos libres

Xi Jinping (izquierda) con el líder norcoreano Kim Jong-un durante una reunión en Pyongyang en 2019 AFP

 

Desarrollo y democracia han sido durante mucho tiempo conceptos indisociables. La democracia era el objetivo al que aspiraban la mayoría de los países en desarrollo, como condición de prospertidad, y las tasas globales de democracia avanzaban lentamente, año tras año, como parte esencial del progreso. Pero la realidad no responde ya a este esquema. La situación de la democracia en el mundo ha ido empeorando en los últimos años, como consecuencia del ascenso de populismos que, alimentados por las sucesivas crisis económicas, pandemias y guerras, parasitan gobiernos de instituciones.

Ya en 2021, la historiadora norteamericana y ganadora del premio Pulitzer Anne Applebaum conectó movimientos en Estados Unidos, Hungría, Venezuela, Filipinas y Polonia, como síntomas de un debilitamiento global, en su libro ‘El ocaso de la democracia’. Pero más recientemente, donde la democracia liberal está librando su peor batalla, que pierde por momentos, es en los países en desarrollo. Hoy en día, solo 63 democracias se enfrentan a una mayoría de 74 autocracias, según el Índice de Transformación 2024 (BTI) de la Fundación Bertelsmann, que acaba de publicarse por décima vez y que constata que la democracia en países en vías de desarrollo y de transformación ha ido menguando progresivamente en los últimos 20 años.

Casi un tercio de los 137 países analizados presentan los indicadores más bajos de oportunidades de participación política jamás registrados por el BTI. Los datos no dejan lugar a dudas: solo en los dos últimos años, las elecciones en 25 países han sido menos libres y menos justas; se han restringido los derechos de asamblea y asociación en 32 estados y la libertad de expresión se ha visto mermada con controles más férreos en 39 países. Esta erosión gradual de la democracia puede ser la antesala de un gobierno autoritario, advierte el informe, una tendencia observada en países como Bangladesh, Mozambique y Turquía.

«El proceso empezó muy gradualmente, no por casualidad, a partir de 2008, como consecuencia de la gran crisis financiera global», explica Hauke Hartmenn, uno de los autores del estudio. «Y vemos que ha tomado una gran velocidad en los últimos cuatro años, ahora el desarrollo negativo es extremadamente rápido». Entre los eventos más significativos de los últimos dos años menciona los golpes de Estado en Mali, Burkina Faso, Sudán o Guinea.

El BTI es el único índice comparativo que mide la calidad de la gobernanza con datos recopilados específicamente y cuenta con más de 300 expertos procedentes de universidades y ‘think tanks’ de prestigio en más de 120 países. Según sus propios indicadores, hay 49 «autocracias de línea dura», que incluyen a Rusia, donde Putin acaba de ganar unas elecciones pseudodemocráticas con el 87% de los votos. Sobre la República Popular China, el informe afirma que «el régimen chino de Xi Jinping está mutando cada vez más de un gobierno de partido único a una monocracia absolutista». Lo mismo ocurre con los regímenes de Estados golpistas como Burkina Faso, Mali y Myanmar.

Y en países árabes como Egipto, Sudán y Siria, la represión ha alcanzado niveles extremos, hasta el punto que cualquier oposición política está siendo cortada de raíz. La situación es igualmente drástica en Afganistán, Nicaragua, Tayikistán, Irán y Chad. «Esta clasificación significa que los gobiernos ejercen una represión masiva contra cualquier tipo de disenso», explica Hartmann, «como Nicaragua, Irán, Argelia, Bielorrusia, países en los que los derechos humanos son violados sistemáticamente sin que nadie pueda contrarrestarlo». Hartamnn no relaciona directamente la pobreza con el autoritarismo, pero sí confirma que las últimas crisis han golpeado a democracias todavía no suficientemente estables y han beneficiado a populismos y autoritarismos. Más concretamente, se refiere a indicadores como la expansión de la corrupción y las malas prácticas de gobierno como elementos propulsores del autoritarismo.

Dictaduras moderadas

A cierta distancia de las peores dictaduras, el BTI sitúa a 25 autocracias «moderadas», que incluyen Turquía, Argelia, Irak, Uganda, Nigeria, así como Jordania y Singapur, caracterizadas por gobiernos autoritarios. A este grupo se han unido en esta edición del estudio Túnez, Benín y El Salvador, que todavía estaban clasificados como democracias en 2022. Particularmente desalentador es el desarrollo a largo plazo de la denominada Primavera Árabe, a partir de 2010. «Hoy Egipto es un régimen mucho más opresivo que el de Mubarak», ha reconocido en declaraciones a Tagesschau. En general, ha aumentado la inestabilidad demócratica en África y, muy especialmente, toda la región de África occidental ha involucionado en los últimos años. «Hace sólo seis años era una región casi democrática, con la excepción de Togo y Mauritania, pero hoy las excepciones son Ghana, Senegal y Gambia como los únicos gobiernos democráticos», lamenta.

El último informe BTI destaca también que los países de Latinoamérica registran crecientemente estilos políticos polarizados, que dan como resultado un debilitamiento de los ya de por sí fragmentados sistemas de partidos, y detecta asimismo un aumento del número de candidatos radicales, que están fuera del sistema político general y que cuestionan instituciones persistentemente débiles. La consecuencia es la deriva hacia la inestabilidad política y la erosión de la democracia.

En el lado positivo de la balanza, el BTI menciona democracias capaces de resistir las fuertes presiones en contra en los países bálticos, Taiwán, Corea del Sur, Costa Rica, Chile y Uruguay, gracias a que sus gobiernos se vuelcan en procesos participativos y en la inclusión, un enfoque se traduce en buenos resultados en Educación, Sanidad, las infraestructuras y la calidad de vida que, a su vez, fortalecen la democracia. El estudio describe la resiliencia de la sociedad civil como un «bastión importante, a veces el último, para la defensa de las democracias», y destaca la importancia de instituciones sólidas y mecanismos de control consolidados, como los son un sistema judicial efectivo, un parlamento ajeno al bloqueo y unos medios de comunicación fuertes.

 

 

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