Ética y MoralPolítica

Un nauseabundo intercambio

En el Congreso tenemos un grupo de diputados que condenan todos los tipos de violencia y de dictaduras, mientras, enfrente, otros sacan la cara por Bildu y por Maduro

                                            Mertxe Aizpurua, en el Congreso  jaime garcía

 

Mertxe Aizpurua entró al hemiciclo como cada mañana, puede que con el pelo algo más rojo y la camiseta algo más negra. En el pecho mostraba a Atenea con un casco con penacho y, colgando de las orejas, sendos pendientes que recordaban a los barrotes forzados de una celda de castigo. Sin más dilación, preguntó a Sánchez acerca de sus planes para prohibir el enaltecimiento del fascismo. Y esto tiene su importancia porque Mertxe Aizpurua fue condenada por enaltecimiento del fascismo. En puridad, fue condenada por enaltecimiento del terrorismo, en concreto por un discurso homenaje a miembros de ETA. Y yo ya sé que el fascismo y el terrorismo no son exactamente lo mismo, aunque a veces se parezcan. Y también sé que Bildu tampoco es exactamente ETA, aunque haya que hacer contorsionismos para olvidarnos que Batasuna sí que lo es y que Sortu es su heredera. Pero, en todo caso, resulta que Egin sí que era ETA. Y que Mertxe sí que es una fascista. O sea que Mertxe, nuestra Atenea de Usúrbil, pedía indirectamente la ilegalización de sí misma. Y de paso de los actos de enaltecimiento del franquismo, las manifestaciones y los ‘Cara al sol’ del 20-N. O sea, de los ‘ongi etorri’ fachas. Valga el pleonasmo.

En concreto se mostró afectadísima por los ‘matones ultras’, para que luego digan que no hacen autocrítica. Exigió a Sánchez que tomara medidas y, en todo caso, anunció que ‘los vascos’ saldrían a la calle el día 22 para dejar claro que «el fascismo no tiene cabida en Euskal Herria». Quién sabe, quizá ese día tengan pensado disolverse como organización. O colaborar para resolver los cuatrocientos asesinatos pendientes. En cualquier caso, acto seguido pidió que se impidiera el acceso de los ultras a los gobiernos, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo, siempre que la medida se inaugure con ellos. Y apeló a la ley de memoria democrática, que también me parece muy bien, si comienza poniendo fin a la amnesia etarra y yendo en procesión al Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria. «Que actúen contra los discursos de odio, contra los señalamientos y las amenazas racistas», exigió, supongo que aguantándose la risa.

Mientras, otros se aguantaban otra cosa. En su nombre Ester Muñoz, que es mejor cuando improvisa que cuando memoriza, que se dirigió a Sánchez, que ya se iba, ‘cadereando’ por la moqueta con ese ‘flow’ de Tetuán: «Jamás le perdonaremos que haya permitido que la mujer que señalaba desde su periódico a gente para asesinarla haga hoy estos discursos en esta Cámara. ¡Qué asco!». Pero Sánchez aceleraba la zancada para irse del hemiciclo antes de que Muñoz acabara, un poquito por desprecio, un poquito por cobardía. Y lo logró. Vamos que, siendo interpelado, el presidente no tuvo el valor de escuchar a la portavoz del primer partido de España. Pero salió María Jesús Montero, que en vez de ponerse del lado de la dignidad y de la memoria, optó por defender a Bildu: «Señora Muñoz, respeten ustedes la democracia. Todos los diputados que se sientan en esta Cámara están legítimamente representando a un grupo de ciudadanos que les han votado».

Y eso es estrictamente cierto, pero llama la atención que el argumento no valga para defender a los diputados del PP o de Vox, diariamente increpados, ridiculizados y, en ocasiones, criminalizados por parte del Gobierno y de sus socios. Muñoz respondió a Montero: «Señora vicepresidente, la democracia se respeta. Y a los muertos por la libertad de España, también». Montero terminó acusando al PP de manosear a las víctimas del terrorismo, entre las cuales -recordó, apuntando a su bancada- también están ellos. «Pues respétenlos», zanjó la portavoz popular.

Cayetana Álvarez de Toledo, en su turno, condenó las dictaduras de Franco, de Videla y de Maduro, conminando a Bolaños a que hiciera lo mismo. Algo que, por supuesto, no hizo. Así que en el Congreso tenemos un grupo de diputados que condenan todos los tipos de violencia y de dictaduras, mientras, enfrente, otros sacan la cara por Bildu y por Maduro. Y es triste tener que contarlo, pero para esto ha quedado el PSOE. Algo después, Aizpurua, salió por la misma puerta que Sánchez, pero con menos ‘flow’. Y pasaron más cosas, pero ustedes me disculparán: se me ha quedado mal cuerpo.

 

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