Un Nobel turco sobre el COVID-19
Para el escritor turco Orhan Pamuk, Nobel de Literatura, que trabaja desde hace varios años en un libro sobre la peste que devastó su país y el resto de Asia en 1910, no han sido sorprendentes las similitudes de las reacciones que el Covid-19 suscita a lo ancho del planeta con las de epidemias anteriores que asolaron a la humanidad.
“En todas las épocas, los pueblos han respondido a las crisis sanitarias propagando rumores e informaciones falsas y, sea en el siglo XVII o el XXI, se ha descrito la enfermedad como un mal “extranjero” infligido a la sociedad desde el exterior”, afirma el autor en un extenso ensayo, porque “en la historia humana y literaria, no sólo los virus y las bacterias han sido comunes a las pandemias sino también nuestras respuestas iniciales”.
El primer paso ha sido siempre, invariablemente, la negación, porque los gobiernos nacionales o locales tardan en reaccionar, disfrazando los hechos y manipulando las cifras, para negar hasta donde sea posible la existencia de la crisis en ciernes.
Así sucede en 1664 en el Diario del Año de la Peste de Daniel Defoe, cuando las autoridades de ciertos barrios de Londres intentan minimizar el número de víctimas, atribuyendo los decesos a otras enfermedades inventadas para la ocasión; o en la novela Los Novios del italiano Alessandro Manzoni (1827) con la cólera del populacho de Milán ante la negativa del gobierno de suspender los festejos organizados en honor de un príncipe regional, que, en definitiva, aceleran la propagación de la enfermedad.
Los grandes autores –afirma Pamuk- escarban más hondo para descubrir las emociones inherentes a la condición humana que explican la incompetencia, el egoísmo y la desidia oficiales, descubriendo detrás de la ira un resentimiento contra el destino, contra una voluntad divina que sería simple espectadora e incluso justificadora de la muerte y el sufrimiento humanos; una ira excitada por las instituciones o la religión organizada que titubean sobre la respuesta que cabe dar a las calamidades.
En ambas novelas se fomentaban los rumores, gracias a la desinformación y la imposibilidad de hacerse de una visión cabal de la situación, en un mundo carente de los medios informativos modernos donde la mayoría analfabeta de la población sólo contaba con su imaginación para despistar el peligro y captar el alcance de su gravedad.
La peste venía siempre de afuera y de muy lejos y su introducción en la ciudad tenía propósitos perversos, desencadenando episodios de pánico y violencia contra los presuntos responsables, a la medida del terror metafísico y sobrenatural de la población afligida.
Por éso, continúa Pamuk, “igual que en las pandemias antiguas, los rumores infundados y las acusaciones apoyadas en la identidad nacional, religiosa, étnica y regional han tenido una influencia no desdeñable en el curso de los acontecimientos, a medida que ganaba terreno la actual epidemia y la tendencia de las redes sociales y los medios populistas a inflar las mentiras ha alimentado esta dinámica recurrente”.
Y, sin embargo, existe ahora una diferencia capital: la cantidad infinitamente mayor de información más confiable de que disponemos y hace que el miedo insondable y legítimo que experimentamos sea tan diferente del antiguo,”porque nuestro terror está menos alimentado por los rumores y es amplificado por informaciones exactas”.
Tomamos conciencia de que el planeta ya no es un refugio y no precisamos de imaginación para temer lo peor, porque comprendemos hasta qué punto son vecinas la fragilidad de nuestras vidas y de la humanidad que compartimos; el miedo, como idea de la muerte, nos sacude, pero la conciencia de que todos estamos presos de la misma angustia nos arranca de nuestra soledad, creando una nueva solidaridad.
Dejamos de mortificarnos por nuestro miedo al descubrir en él una actitud que favorece la comprensión mutua, porque al saber que es compartido por toda la humanidad se tiene menos vergüenza del propio miedo que genera dos reacciones diferentes: el reflujo sobre sí mismo en busca de la soledad y el silencio, o la humildad y el cultivo de la solidaridad.
“Si queremos que de esta pandemia surja un mundo mejor tendremos que adoptar y alimentar esta humildad y esta solidaridad engendradas por las horas sombrías que atravesamos”, es la conclusión del Nobel cronista de Estambul.
Varsovia, junio 2020