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Un nuevo desembarco de Normandía

"Europa enfrenta muchos desafíos, pero la crisis actual del continente, la crisis que debemos enfrentar juntos, ha sido generada por nosotros mismos"

J.D. Vance says Project 2025 group is the 'most influential engine of ideas' for Trump | The Wisconsin Independent

 

 

“Y yo les pregunto, en primer lugar, ¿cómo empezar a pensar en cuestiones presupuestarias sobre Defensa si no sabemos qué es lo que estamos defendiendo? Durante las conversaciones que he tenido aquí les he escuchado decir que Europa necesita defenderse, y eso es importante, pero lo que a mí no me queda claro, y creo que tampoco a muchos europeos, es de qué exactamente queremos defendernos, para qué queremos defendernos, cuál es la visión positiva que impulsa este sistema de Defensa compartida que todos creemos importante. Yo creo que no puede haber seguridad si tienes miedo a las voces, a las opiniones y a la conciencia que guía a tus propios ciudadanos. Europa enfrenta muchos desafíos, pero la crisis actual del continente, la crisis que debemos enfrentar juntos, ha sido generada por nosotros mismos. Si sales corriendo del miedo que te producen tus propios votantes, entonces no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ti…” Es parte del histórico discurso que este viernes pronunció en Munich el vicepresidente de EE. UU., James David Vance, en el marco de la 61ª Conferencia de Seguridad celebrada en la ciudad alemana. Ante cientos de dignatarios y de la elite dirigente de la UE, el norteamericano hizo añicos el edificio del consenso socialdemócrata, ese curioso turnismo gestionado unas veces por el centro derecha y otras por el centro izquierda, que ha gobernado Europa desde 1945, fuertemente infectado en los últimos tiempos por el izquierdismo woke. JD Vance no dejó piedra sobre piedra. Una bofetada detrás de otra, en algo parecido a un nuevo desembarco de Normandía, émulo de aquel otro que salvó al continente de la barbarie nazi. Las lanchas no llegan ahora a la playa de Omaha llenas de jóvenes dispuestos a dar su vida por nosotros, sino repletas de esas viejas reglas, las ideas de la libertad, que hicieron grande a Occidente y que la clase dirigente europea ha prostituido cuando no olvidado. Por encima de su desconcierto, se entiende el cabreo que ayer dominaba a esa dirigencia infame a la que un tipo nacido en Middletown, Ohio, hace 40 años, ha puesto en evidencia.

JD Vance es el autor de “Hillbilly, una elegía rural”, el relato de una clase social en decadencia, la de los trabajadores blancos norteamericanos, que se convirtió enseguida en un éxito de ventas. Los hillbillies forman parte de un grupo social cada vez más empobrecido y radicalizado. En realidad, Vance cuenta la historia de su propia familia, similar a la de tantas familias cuya vida se ha ido degradando lentamente durante décadas. Un padre ausente, una madre drogadicta y una abuela violenta, en una comunidad olvidada durante años por el sistema y convertida ahora en centro de atención tras la victoria electoral de Donald Trump. Prototipo del sueño americano hecho realidad a base de esfuerzo, Vance se gradúa en Derecho por Yale, se redime en el Ejército, se hace católico y se convierte en vicepresidente USA. De la supervivencia a la excelencia. Y ahora desembarca en Munich para decirnos que el cuento europeo se ha acabado, que mantener nuestro Estado del Bienestar delegando el gasto de Defensa en el «primo» americano se ha terminado. Pero ha hecho mucho más, ha sacado a relucir nuestras vergüenzas y las ha expuesto en plaza pública. Nos ha dicho, quién lo hubiera imaginado tiempo atrás, que la tierra que vio nacer a Montesquieu vive hoy de espaldas a la libertad, tiene miedo a la libertad de expresión y reclama con desesperación la censura. Le produce pánico la verdad. “Hay mucha gente, aquí y al otro lado del Atlántico, a la que no le gusta la idea de que alguien con un punto de vista alternativo pueda expresar una opinión diferente, o votar de manera diferente o, peor aún, ganar unas elecciones”. Vance citó lo ocurrido en las recientes elecciones rumanas. “El argumento es que los rusos habían influido en los resultados, y puede que Rusia haya comprado espacios publicitarios para influir, y eso está muy mal, pero si tu democracia puede ser destruida por unos miles de dólares gastados en publicidad digital por un país extranjero, entonces es que no es ni muy fuerte ni muy sana. Permitir a los ciudadanos expresar libremente sus opiniones hará más fuerte nuestra democracia” (…) “En Washington hay un nuevo sheriff y puede que no esté de acuerdo con tus opiniones, pero lucharemos por tu derecho a expresarlas libremente”. Un canto a la libertad de expresión, fundamento del resto de libertades.

«El norteamericano hizo añicos el edificio del consenso socialdemócrata que ha gobernado Europa desde 1945»

Más allá de la insufrible arrogancia del personaje, es casi imposible para un liberal convencido comprar el “paquete Trump” entero. Como aquí se dijo con motivo de su victoria, hay cuestiones en el “trumpismo” difíciles de aceptar. Por ejemplo, la solución que propugna para el conflicto de Ucrania, una guerra de conquista que recuerda en tantas cosas a las napoleónicas. Conceder graciosamente la victoria al agresor supondría, además de una flagrante injusticia, una desgracia para Europa y un recordatorio del ominoso destino que le espera a un continente obligado a mirarse en el espejo de lo ocurrido tras los acuerdos de septiembre de 1938 en Munich. Y otro tanto puede decirse de la política arancelaria que abandera, práctica proteccionista de la que nunca nada bueno ha salido para nadie. Pero es innegable que, más allá de la derrota de la ideología woke, verdadero cáncer del mundo libre, que ha supuesto su llegada al poder, Trump representa el aldabonazo que una desnortada UE amenazada de ruina necesitaba para despertar. Vance acaba de decirnos que el enemigo de Europa no ha venido de África ni de Oriente Medio. El enemigo de Europa está dentro y es blanco. Lo puso el viernes en evidencia esa desgracia en forma de presidenta de la CE apellidada Von der Leyen, la parálisis por análisis, al mostrar su disposición a activar la cláusula de escape del Tratado para que la Unión pueda seguir endeudándose con la disculpa del gasto militar. Doña Ursula, en efecto, quiere congelar las reglas fiscales para que la UE invierta “cientos de miles de millones” en Defensa. Ni se le pasa por la cabeza la posibilidad de ajustar el gasto en otras partidas. Mientras podamos seguir tirando de déficit y deuda, tiremos, aun a riesgo de colocar el euro al nivel del bolívar venezolano.

Es algo que se echó en falta en el impactante discurso de JD Vance. La denuncia de que el proyecto europeo es hoy víctima del absurdo dirigismo burocrático practicado por unas elites que chapotean en una corrupción galopante. La corrupción como factor determinante del inmovilismo de Bruselas. Con el informe Draghi durmiendo el sueño de los justos, estas elites de pitiminí jamás emprenderán cambio en profundidad alguno que pueda comprometer el formidable estatus económico del que disfrutan. ¿En qué piensan las ministras/os del mandarín Sánchez? ¿Con qué sueña Marichús Montero? Con pillar un chollo en Bruselas y alrededores como el de Nadia Calviño o Teresa Ribera que les asegure un buen nivel de vida au-dessus de la mêlée española y de los jueces. JD Vance hizo alusión, en fin, a algo de capital importancia para España: la necesidad de líderes con respaldo electoral bastante para impulsar medidas de política económica dolorosas: “Si quieres disfrutar de economías competitivas necesitas liderazgos capaces de tomar decisiones difíciles que se traducirán en beneficios para tus ciudadanos”. Es la revolución en marcha en los USA. La guerra relámpago que Elon Musk y su tropa están librando al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) tratando de desmantelar la burocracia federal y su inveterado despilfarro. Musk sostiene que está generando ahorros de mil millones de dólares diarios desde que empezó a actuar. El multimillonario se apoya en un equipo de unas cuarenta personas cuya identidad se desconoce, la mayoría muy jóvenes, que trabajan día y noche a un ritmo frenético y que incluso duermen en los ministerios. Siguen una táctica bien elaborada, confiscando computadoras y recuperando archivos informáticos sensibles, y lo hacen sin ningún respeto por los protocolos de seguridad. Lo llaman la “táctica de la excavadora”. Para acelerar la purga, ha ofrecido a los funcionarios públicos ocho meses de salario a cambio de su renuncia inmediata.

«Más allá de la insufrible arrogancia del personaje, es casi imposible para un liberal convencido comprar el “paquete Trump” entero»

Una práctica que en la UE, no digamos ya en esta España en la que los sindicatos gozan de la condición constitucional de órganos del Estado, suena tan brutal como imposible de imitar. Razón por la cual la Unión, y no digamos ya España, están condenadas a una muerte lenta por inanición. Por inacción. Mientras Musk recorta drásticamente el tamaño de la Administración USA, en España no deja de crecer el número de funcionarios en la era de la digitalización de los procesos administrativos. En realidad y con un sector privado sometido al asedio constante de un Gobierno que no cree en el libre mercado, el empleo público es la única salida abierta a una gran mayoría de españoles. El Estado se ha convertido en el mayor empleador, una empresa gestionada con criterios de absoluto nepotismo y nula eficiencia, en manos de una mafia extractiva que necesita seguir exprimiendo con impuestos abusivos a trabajadores y clases medias para pagar sus vicios, hacerse ricos y fidelizar a su base electoral a base de paguitas. Ahora también el SMI deberá pasar por las horcas caudinas del IRPF. Buscar dinero bajo las piedras, para poder pagar los apoyos que sostienen al sátrapa en el poder.

Entre cierto empresariado ha hecho fortuna un dicho según el cual «China imita, Europa regula y América innova». Un enunciado que refleja una realidad implacable. China avanza copiando y optimizando modelos existentes, Europa se atasca en una regulación que frena su crecimiento, y EE.UU. trata sobre todo innovar en busca de una nueva edad de oro que prolongue su condición de primera potencial mundial. Mientras tanto, España dormita en mitad de ninguna parte, con un delincuente en el puente de mando. El resultado es una pérdida constante de nivel de vida, a pesar de las vistosas cifras que luce un crecimiento dopado por el gasto público y la deuda. “En España somos pobres y no nos damos cuenta”, escribía esta semana Jesús Fernández-Villaverde, un “minesoto” profesor de Economía en la Universidad de Pensilvania. “A mis estudiantes postdoctorales les pago 85.000 euros. Es decir, un estudiante postdoctoral de 28 años gana más que un ministro en España, paga menos impuestos y goza de un seguro de salud en Penn mejor que el Sistema Madrileño de Salud. En términos de coste de vida, Madrid está quizá un pelín más barato que Filadelfia, pero no mucho”. Concluía Fernández-Villaverde afirmando que “Los españoles viven muy mal”. Lo asombroso es comprobar la resignación con la que el español medio se ha ido acomodando a su miserable situación actual, política y económica.

«Un pueblo que lleva siete años soportando a un piernas como Sánchez se merece todo lo malo que le pueda sobrevenir»

Cierto, hay una importante minoría que vive muy bien en un país sin grandes empresas, sin gran industria y sin grandes capitales, un asunto que en parte podría explicar la corrupción (la abundancia de casoplones y coches caros). Y hay una gran mayoría que acepta la triste condición de su día a día apegada a la cañita, er furbo y La Isla de las Follaciones. Que cree incluso que vive bien, tal vez en el mejor de los mundos. La falta de referentes externos, el bajo nivel cultural y la resignación le ha llevado a aceptar sin rechistar desde hace décadas una clase política de bajísimo nivel (a derecha e izquierda, muy cierto) que lleva décadas adoptando malas decisiones de política económica que al cabo de los años terminan traduciéndose en un continuo descenso de su nivel de vida. Este es un pueblo alienado que no exige más a sus políticos, un pueblo fácil de engañar con baratijas ideológicas y con paguitas. La solución de los buenos profesionales y los jóvenes talentosos es la emigración. Un pueblo que lleva siete años soportando en silencio a un piernas como Sánchez de presidente del Gobierno se merece todo lo malo que le pueda sobrevenir, porque es un pueblo resignado, sin alma, sin fibra moral. Un país dispuesto a dejarse humillar todos los días del año por un tipo que, por su cuenta y riesgo, supina arrogancia, pretende erigirse en oposición al nuevo poder que emerge imparable desde Washington. Un pueblo de Montoyas Broncanos.

 

 

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